Ya ha pasado el 9-N y los catalanes han votado en el remedo de referéndum sobre la independencia al que les han conducido las fuerzas políticas independentistas y la torpeza del gobierno de España.
La consulta no es legal pero políticamente tiene un valor indudable muy superior a cualquier encuesta o manifestación de las que se han producido en los últimos años. Aunque sin garantías, el pueblo de Cataluña, gracias a su sentido cívico, ha podido decir lo que quiere, alto y claro y debe ser oído.
De un censo posible de más de 6 millones de ciudadanos han votado el 37% y a favor de la independencia( Si-Si) el 80,72% lo que es casi el 30% del total de posibles votantes.
1,65 millones de votos a favor de la independencia, algo menos de lo que obtuvieron en las últimas elecciones autonómicas de 2012 los partidos políticos claramente favorables a la independencia (CiU, ERC y CUT) que totalizaron 1,74 millones. Pobre resultado para tanto esfuerzo y tanto dinero empleado en convencer a los catalanes que ahora era el momento de dar el salto hacia el abismo,
Sí, han ganado entre los votantes, pero ¿han ganado?, yo creo que no, porque además de no contar con el apoyo de casi el 70% del censo han provocado un conflicto de consecuencias incalculables.Tan magros resultados no permiten tener credibilidad para declarar el Estat Catalá.
En el referéndum de 1931 votaron el 75% del censo y el Estatut fue ratificado por el 99% de los votos, eso si fue una mayoría aplastante. En el de 1979 votaron el 58,7 del censo
y el Estatuto de Autonomía fue aprobado por el 88,15 de los votantes lo que era el 52,63% del censo, mayoría absoluta. Hasta en el problemático Estatuto de Autonomía de 2006 votaron el 49,41% y fue ratificado por el 36,51%, mayoría relativa que fue cuestionada por los mismos que hoy dicen que han ganado con el 30% de apoyo a su propuesta.
Anoche decía en Facebook mi amigo Gabriel Araceli: “En una decisión tan importante como es separar una parte de España para hacerla independiente no parece de recibo que sólo se tenga en cuenta la opinión de los que la manifiestan y suponer que el que no ha votado, otorga, es un ejercicio de cinismo incalificable. Los que no han participado probablemente lo que quieren es que los dejen como están, es decir jodidos por culpa de la crisis y de unos políticos que no se ocupan de los problemas de la gente. Y es importante aclarar esto porque la independencia supondría que a los catalanes no independentistas se les obligaría a dejar de ser españoles para seguir siendo catalanes, lo que llevan siendo pacíficamente desde hace siglos. Claro que podrán optar entre ser catalanes o españoles pero nunca podrán elegir ser catalanes y españoles. No quiero ni pensar en la fractura social que se está produciendo en Cataluña para dar satisfacción al deseo de una parte de reformar la historia y si los otros que a lo que parece no son pocos se organizan y quieren hacer pacíficamente lo contrario, ¿qué harían? ¿mantener este conflicto civil abierto para siempre?.”
Claro que muchos catalanes quieren la independencia y pueden llenar calles y plazas para reivindicarla gracias a que son ciudadanos españoles con libertad de expresión y manifestación, pero ¿pueden obligar al resto de los catalanes que no se manifiestan a que acepten lo que ellos quieren?.
Confío en el seny de los catalanes y en el sentido común del resto, es el momento de la política y todos deben de hablar para encontrar una solución definitiva a la forma de encajar Cataluña en España, satisfactoria para todos para que de una puñetera vez nos dejen tranquilos a los ciudadanos ocuparnos de sobrevivir con la que está cayendo.
(Publicado en el CÓRDOBA el 12 de noviembre de 2014)
