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lunes, 3 de abril de 2017

POLÍTICA Y MEDIA EN LA ÉPOCA DE LAS MENTIRAS (versión en texto de la conferencia que dí en Córdoba el 16 de febrerode 2017)



La relación entre la política, los medios de comunicación y los ciudadanos me ha inquietado desde hace años y aunque no  soy un experto he querido reflexionar sobre ello desde mis experiencias en la televisión,  en la educación y sobre todo como ciudadano comprometido.

El momento es oportuno porque si siempre hemos tenido la mosca detrás de la oreja con el tema de la manipulación informativa, ahora tenemos la sensación de que nunca como hoy los medios de comunicación han influido tanto en nuestra vida política , posibilitando la ascensión al poder de lo impensable, ya sea la instalación de nuevos partidos políticos en España,  que como el caso de Podemos han pasado en dos años de ser  un grupo de amigos universitarios a desbancar- o casi- al centenario PSOE del liderazgo de la izquierda; o a que un millonario excéntrico y maleducado sea hoy presidente de los Estados Unidos de Norteamérica paradójicamente contra lo defendido por los medios de comunicación más influyentes.

Los sectores intelectuales y críticos de la sociedad siempre han sospechado que los gobiernos controlaban directa o indirectamente los medios de comunicación para que sus mensajes les fueran favorables y de esa forma influir decisivamente en la opinión de los ciudadanos, ¿pero entonces como ha ocurrido lo que está ocurriendo? y  ¿cómo gobernantes  muy serios de países democráticos pierden referéndums que habían convocado como el del Brexit en el Reino Unido, la reforma constitucional en Italia o el acuerdo de paz en Colombia?.

A mi juicio, el problema ya no es si los gobiernos controlan nuestra vidas a través  de los mensajes llenos de mentiras que nos llegan por los medios de comunicación, sino que casi sin saberlo ya no vivimos en ese mundo real  en el

que creemos aunque esté  lleno de mentiras y mentirosos, sino en un mundo de mentirijilla;  en una realidad mediática diseñada para que cada uno pueda sentirse feliz consumiendo sin fin y dejar que nos gobiernen los que verdaderamente mandan,... pero vayamos por partes.

Desde Montesquieu sabemos que una sociedad justa, para serlo, necesita que sus tres clásicos poderes: legislativo, ejecutivo y judicial  sean independientes y en esa razón puedan contrapesarse. Pero si hablamos de gobiernos democráticos, para que lo sean , es imprescindible que los ciudadanos que deciden democráticamente sobre “el príncipe o el magistrado” o sobre esos tres poderes tengan INFORMACIÓN VERAZ sobre ellos. Y aunque los gobiernos tienen la obligación legal de informar verazmente sobre sus actividades, la única garantía de que el flujo de información veraz sea suficiente es la existencia de medios de comunicación independientes de los del gobierno y en tanto lo sean se articularían como el cuarto poder necesario para que los otros tres actuaran sin opacidad, sin arbitrariedad y en equilibrio.

¿Pero realmente los medios respetan el derecho que tenemos a una información veraz ? o ¿Es cierto que como creemos manipulan la información al servicio de sus propios intereses o de los intereses de  sus dueños? Y también debemos profundizar más y  preguntarnos si ¿Hoy se manipula más que ayer? y si ¿Es una constante desde que el hombre es hombre la manipulación de los demás para obtener lo que queremos de ellos.?

Pero es que además muchos creen que el espíritu de Montesquieu está muerto desde hace tiempo y que realmente no hay división e independencia entre los tres poderes clásicos que vemos cada día más confundidos en un único poder que llamaremos de forma simplificada PODER POLÍTICO, manejado a su

antojo y conveniencia por las cúpulas de los partidos políticos, cada vez más reducidas en número, aunque traten de dar la impresión de que todos participamos en sus decisiones y los hechos los desmientan permanentemente , en el PSOE con el golpe brutal y torpe de sus barones para defenestrar al Secretario General elegido directamente por los militantes  y recientemente con el espectáculo congresual del PP en un escenario televisivo carente de todo contenido político salvo los gestos y los aplausos de unos figurantes que no deciden nada o el simulacro de participación en los novísimos de Podemos que  votan plebiscitariamente las ponencias antes de discutirlas en  la Asamblea o Congreso que habían convocado con esa finalidad formal o es que sus Asambleas son sólo un espectáculo televisivo y ¿eso que habían venido a la política a cambiar las cosas?  son a mi juicio tres facetas de lo mismo.

Si Montesquieu hubiera vivido hoy se hubiera dado cuenta de la importancia abrumadora de un poder que no menciona, el Poder Económico que no ha hecho más que crecer en el mundo globalizado donde muchas empresas son más poderosas que los estados, incluso algunas actividades ilegales como el tráfico del drogas, de armas o de personas manejan más dinero que la mayoría de los gobiernos y por tanto su capacidad de corromper es infinita.

La desigualdad en la posesión de la riqueza es tan grande que hay algunas personas que tienen más que miles de millones de sus congéneres, sin que se haga nada para corregir tamaño desequilibrio como si esa realidad no pudiera modularse como se hace sin rubor en otros campos como en el de las pensiones  de jubilación en las que se fija un máximo a percibir sea cual sea  la contribución que se haya realizado en la vida laboral.



El fenómeno es tan impúdico que incluso los gobernantes democráticos que podrían poner freno a su desbocada riqueza con más impuestos,  los cortejan para que les den migajas con las que atender servicios públicos necesarios como la sanidad... Recuerdo ahora, aunque sea anecdótico, el  donativo de   40 millones de euros realizado en mayo de 2016 por la Fundación de Amancio Ortega para equipar de costosas máquinas con las que tratar el cáncer en  hospitales andaluces... con foto incluido de la presidenta de la Junta de Andalucía con la hija del rico donante.

Sería muy ingenuo creer que  quienes tanto tienen y gozan de tanta consideración social, no ejerzan su poder para dominar al resto  y mantener así este estado de cosas tan injusto y  que tanto le beneficia, seguramente con la mejor de las intenciones, aunque es obvio que los emprendedores de ayer que contribuyeron con sus creaciones y esfuerzo al progreso, cuando son ricos y poderosos se vuelven conservadores e impiden el nacimiento de nuevas iniciativas que les hagan la competencia.

Desde mi particular punto de vista este Poder Económico, el primer poder, controla ya al Poder Político, el tercero, mediante el excelente trabajo de los medios de comunicación de los que ellos son  propietarios y que así sería el segundo poder.

Pero no crean por este análisis inicial apresurado que pienso como algunos “conspiranoicos” que estamos en una etapa de la historia de la humanidad especialmente crítica o convulsa en lo referente a la manipulación informativa, más bien desde un moderado escepticismo o cinismo ilustrado, estoy convencido que siempre y en todas partes cuecen habas y lo que a muchos parece que no ha ocurrido nunca se debe al puñetero complejo adánico de los

españoles que tan bien nos descubrió Carlos Castilla del Pino   y por el que siempre estamos descubriendo lo que otros conocen desde hace siglos. Aunque seguramente como sostiene Soledad Gallego-Díaz  nunca hemos alcanzado el grado de perfección que hoy se alcanza en “la organización sistemática de la mentira para conseguir un objetivo”, porque no es la mentira de siempre, burda o sofisticada, “es un intento de que la sociedad acepte que no hay una verdad” y para ello el negocio de la mentira lo primero que hace es instalar una duda sobre los hechos para sobre ella hacernos más tragable su propaganda como si fueran nuevos hechos alternativos.

En política como en publicidad hemos pasado del discurso de la persuasión por el que nos trataban de convencer  racionalmente por medio de argumentos (compre este producto porque tiene estas virtudes que son superiores a las de la competencia o votame porque mi programa es mejor para tí) al discurso de la seducción en el que apelan a nuestros sentimientos para convencernos de hacer algo (compre este producto porque la gente guapa lo hace o votame porque yo soy decente), hasta acabar en la manipulación más burda usando mentiras ( compra este producto porque mejorará tu vida o en términos políticos: acepta el recorte de tus libertades hoy  para conseguir una sociedad mejor o más segura mañana, o acepta el recorte de tus derechos sociales hoy para que haya prosperidad mañana).

Ejemplo de esto último serían las múltiples decisiones antiterroristas tomadas tanto en USA como en el resto del mundo, desde cosas sencillas como los arcos de seguridad en los transportes públicos hasta la Patriot Act, nuestra “Ley Mordaza” o las actuales ordenes ejecutivas de Trump que él cree que deben estar por encima de las leyes  porque él dice  que es el camino para garantizar la seguridad de Estados Unidos que es lo primero, por supuesto.

Manipular se ha manipulado siempre como bien sabemos  al menos para ligar, como decía un soez aforismo machista muy popular hace años: “prometer para meter, una vez metido nada de lo prometido”, pero los especialistas en el arte de la manipulación son los políticos y los abogados en defensa de sus causas, desde que el mundo empezó -y presumiblemente hasta que termine- pues como
decía Cicerón: “No hay nada tan increíble que la oratoria no pueda volverlo aceptable”.

Por supuesto en el poco honorable arte del engaño los jefes militares son los mejores artistas y todos recordamos al mítico caballo de Troya no como un ejemplo de  engaño y deslealtad sino de ingenio porque “el éxito justifica todas las causas”  como  Napoleón escribió en una nota en la traducción que hizo de El Príncipe, en el que Maquiavelo dice que : “no hace falta que un príncipe posea todas las virtudes...pero conviene que aparente poseerlas”

Los españoles fuimos víctimas a finales del siglo XIX  de la manipulación de la prensa en gran escala para provocar un conflicto bélico.  A lo largo de años los presidentes norteamericanos habían intentado comprar Cuba y las otras colonias españolas. La prensa y especialmente los periódicos de Hearst y Pulitzer había acompañado este proceso con todo tipo de noticias falsas para debilitar la posición española hasta que la explosión accidental del  acorazado Maine en el puerto de La Habana con 256 muertos, ayer hizo 119 años, les permitió mentir y fabricar titulares acusando a España de haberlo hecho y forzar la declaración de guerra conforme a sus intereses que eran los de triplicar sus tiradas y ganar muchísmo dinero. Entonces a esto se la llamaba Prensa amarilla pues se suponía que el cuarto poder, la prensa verdadera, informaba verazmente y era la amarilla la que “no dejaba que la realidad le estropeara un buen titular”.

Desde luego si hay guerra  la cosa es aún peor pues como decía Esquilo: “la verdad es la primera víctima de la guerra” o de los totalitarismos añadiría yo y de ello hemos tenido brillantes ejemplos en nuestro siglo XX. Que decir de la habilidad de  Goebbels en el lado de los nazis para inventar  historias que luego se hacen pasar como hechos, como los autoataques para justificar la invasión de Polonia o del lado comunista en la soberbia invención del crimen nazi de la Masacre del bosque de Katyn por la que los soviéticos de forma secreta asesinaron a 22.000 oficiales y profesionales polacos en 1940 y cuando fueron descubiertas las fosas se la endosaron a los nazis con el silencio cómplice de la prensa de sus aliados en la segunda guerra mundial. En la ficción, Ray Bradbury, en su novela Fahrenheit 451, retrató con gran acierto la persecución y destrucción sistemática del pensamiento divergente a través de la brigada de bomberos que, con su fuego, como si de las plagas de la peste se tratara, acababan con cualquier libro que pudiera abrir la mente a otros pensamientos libres de los individuos.

Pero no creamos que sólo en las dictaduras ocurren estas cosas, porque nosotros hemos vivido la horrible experiencia  en 2002 de que líderes de países democráticos se pusieran de acuerdo  en inventarse la existencia de “armas de destrucción masiva en Irak” para justificar una guerra terrible a sabiendas de que era mentira o como se dice  ahora “posverdad”.

La invención de la realidad por parte de los políticos o los abogados para conseguir sus objetivos es un hecho  que siempre ha ocurrido, pero lo que nos resulta menos tragable es que los periodistas y los medios se apresten a participar en maniobras de este tipo en vez de desmontarlas con el relato de los hechos como correspondería si creyeran en su obligación de informar verazmente a  los ciudadanos.


Hemos asistido al espectáculo bochornoso de que medios internacionales muy serios, incluido nuestro periódico progresista de cabecera, EL PAÍS, inventaran noticias falsas sobre  el gobierno democrático de Venezuela con un tufillo golpista muy desagradable, sencillamente porque  se considera por los poderes fácticos que “el socialismo bolivariano” es un peligro para el neoliberalismo dominante como en su día lo fue el socialismo de Allende. A mi no me gusta Maduro y su manera de gobernar pero creo que los medios de comunicación están para informar verazmente y no para quitar o poner gobiernos o secretarios generales del PSOE como hicieron en el otoño pasado apoyando activamente la caída de Pedro Sánchez, que por cierto a lo que parece goza hoy de muy buena salud precisamente por esa hostilidad de los poderosos que activa el sesgo de confirmación que compartimos los militantes del PSOE con los humanos en mayor o menor medida.

Estoy seguro, al menos en el caso de EL PAÍS, que este tipo de deriva puede explicarse parcialmente por el cambio de propietarios del grupo PRISA, pues hace diez años la familia fundadora tenía el 71% de las acciones y ahora son muy minoritarios por detrás de  fondos de inversión norteamericanos o ingleses, multinacionales como Telefónica, inversores particulares como el mexicano Roberto Alcántara o el catarí Al-Kuwari y los bancos (CaixaBank, Santander, HSBC). Seguramente los fundadores querían hacer dinero haciendo periodismo y los actuales solo quieren hacer dinero y... tener poder.

Cuando los editores de los diccionarios Oxford  entronizaron a POST-TRUTH(POSVERDAD) como palabra en lengua inglesa del año 2016 comprendí que algo gordo estaba pasando. POSVERDAD es un palabro híbrido bastante ambiguo pero cuyo significado “denota circunstancias en que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública, que los llamamientos a la emoción o la creencia personal” , porque aunque ya se usaba con anterioridad,  en 2016 se había incrementado su utilización exponencialmente en un intento  de los articulistas en todo el mundo para explicar lo sucedido con el éxito del Brexit y de Trump y el fracaso del referendum en Colombia, es decir cuando las votaciones populares han ido en contra de la opinión de los expertos o de los líderes de opinión, la explicación no es que ellos se han equivocado y por tanto deben pedir perdón, lo que sólo han hecho los editores de The New York Times, sino que el pueblo es el que se ha equivocado no votando lo razonable sino lo impensable porque ha sido engañado con mentiras y se ha dejado llevar por la emoción.

O sea que según los líderes de opinión cuando sucede algo que ellos no habían previsto, es decir cuando los ciudadanos no eligen lo que ellos piensan que es lo correcto actuan como Julio Anguita o Javier Arenas en su día, hace ya muchos años pero lo recuerdo, que al no resultar elegidos por los andaluces culpaban a los electores de haberse equivocado.

Pero cuando el 18 de enero el vicepresidente de los Estados Unidos Joe Biden, a dos días de expirar su mandato,en el Foro Económico Mundial de Davos, recordó las sanciones del gobierno Obama a Rusia por haber intervenido desde dos agencias estatales  y tres empresas tecnológicas rusas en todo el proceso electoral de las presidenciales y básicamente en contra de Hillary Clinton y  advirtió del riesgo de que hagan lo mismo en las elecciones que habrá en este año en países europeos como Francia, Holanda y Alemania, comprendí que seguramente vivíamos peligrosamente y no nos habíamos dado cuenta. Holanda ya ha tomado buena nota y ha hecho el recuento de los votos de forma manual y enviado los resultados por teléfono y no por internet, como si con eso bastara para impedir las manipulaciones que hoy son posibles.


En este entorno de tanta confusión se entienden las prisas para hacer el referendum soberanista catalán por si cuela su mentira, una más en medio de tanta manipulación internacional.

Los poderosos que pierden nos dicen que los nuevos poderosos nos han engañado  o han manipulado las elecciones o la realidad y según esta manera de ver la cosas: “los sentimientos y las mentiras han sustituido a las razones” y por tanto según ellos hemos llegado a un nuevo nivel en la manipulación informativa fundada en la difusión de mentiras  o posverdades de manera reiterada hasta que resultan creíbles... o  no es mejor pensar desde nuestra desconfianza en los poderosos que todos mienten pero que unos mienten mejor que otros y que cuando el adversario lo hace mejor mintiendo  y te derrota el primer recurso de los impotentes es mentir de nuevo y decir  que ellos no han sido...

Soy un mal pensado  sin duda..., porque lo que está claro es que al menos en el caso de Trump, este miente y mucho, tanto que  sus asesores han inventado para defender sus mentiras que en realidad son “hechos alternativos”, es decir que cuando afirma que hubo más asistentes a su toma de posesión que a la de Obama, no miente sino que expone un “hecho alternativo” y si a este proceder añadimos su obsesiva campaña de insultos groseros a la prensa cuando esta contrasta sus “hechos alternativos” con  los hechos contrastados, descubriendo sus mentiras si comprueba su falsedad, como todo buen periodismo debe hacer, descubrimos probablemente lo que es el deseo de Trump : destruir a los medios de comunicación que no controla para instalar en la mente de la gente el nuevo paradigma de  que no hay una verdad sino que cada cual tiene la suya y que todas son respetables, que viene a coincidir con lo que transmiten los programas de debate más populares de la  televisión en los que ganan los que más alto

gritan o más hábilmente retuercen los “hechos alternativos” hasta configurar una “posverdad” que cada vez se parece más a una gigantesca mentira.

Las personas tenemos una tendencia natural a favorecer la información que confirma nuestras hipótesis o presupuestos, sin importar si esa información es verdadera, es lo que se llama el SESGO DE CONFIRMACIÓN y que explica en parte el éxito político de tanto mentiroso. Esto  fue muy útil para nuestros ancestros en su lucha grupal por sobrevivir en un medio hostil y es especialmente decisivo en los plesbicitos o en las elecciones plebiscitarias como los referendums o las presidenciales norteamericanas, en estas últimas ayudado por un sistema electoral obsoleto que favorece una muy baja participación  con el resultado de que el actual presidente sólo ha sido votado por el 25%  de los mayores de 18 años y con 3 millones de votos menos que la  candidata demócrata.

Parafraseando el Manifiesto Comunista tengo la sensación de que  “todo lo que era sólido y estable es destruido” y  está ya obsoleto  para explicar lo que sucede en un mundo globalizado y tan complejo en el que la realidad parece líquida de tan fluida que es, como nos indicaba Zygmunt Bauman que caracteriza a nuestra sociedad por la precariedad y la incertidumbre y en la que vivímos con el miedo permanente a ser considerados obsoletos si perdemos el tren de los continuos cambios a los que estamos sometidos.

Creo, por tanto, que  merece la pena detenerse a considerar el protagonismo alcanzado por los medios en nuestras vidas en un proceso  de cambio acelerado producido por las tecnologías de la información y comunicación  y que ha tenido lugar en los últimos cincuenta años precipitándose en este principio de milenio.

Apelaré a mis recuerdos personales para tratar de comprender la perplejidad con la que afrontamos hoy el protagonismo alcanzado por los medios de comunicación en nuestras vidas y como ello afecta a la política, a la manera de informarnos y si me apuran a nuestro futuro como ciudadanos, pues en pocos años las cosas han cambiado radicalmente, muy radicalmente.

En la España de los años 60 del pasado siglo la televisión era en blanco y negro y fundamentalmente un vehículo de entretenimiento y que si a principios de la década la única cadena pública que existía se veía en bares, “teleclubs”, escaparates y algunas casas, a finales de los sesenta estaba en casi todos los hogares, ocupando ya un lugar en nuestras vidas con sus dos cadenas, desplazando de su sitio a la radio que pese a tener solo sonido, con su programación en directo tenía algo más de color. Estaba claro que la televisión como electrodoméstico ocupaba ya el lugar central en las casas y aquellos grandes aparatos de radio pasaron a los desvanes, aunque afortunadamente  la radio seguiría con nosotros con música, cada vez más música, en los cada vez más pequeños transistores y en los automóviles, en los que pasábamos cada vez más tiempo.

A principios de esa década el teléfono era fijo y ordinariamente estaba en alto anclado en la pared de un pasillo y nos permitía hablar desde nuestras casas o desde los locutorios públicos con otras personas que estaban en las suyas, eso sí en muchos sitios a través de operadoras que solían saber de nosotros más de lo que confesaban. El teléfono nos permitía comunicarnos de persona a persona cuando no podíamos hacerlo cara a cara y no queríamos, no sabíamos o no podíamos escribirlo en una carta, que era el medio de comunicación a distancia de excelencia entre particulares.


Las noticias las recibíamos a través de dos fuentes: por medio de la única emisora de radio, en “partes” oficiales, que todas las demás emisoras estaban obligadas a conectar en las horas fijadas; y por los periódicos que básicamente también nos ofrecían una información controlada.

Las películas se veían en las salas de cine y los libros estaban en sus estanterías en casas o bibliotecas esperando a que los leyéramos para aprender o para entretenernos con sus historias.

En nuestras aulas el conocimiento lo tenía el profesor o los libros. Los niños teníamos que aprender lo que se nos decía en ese mundo cerrado, en el que se hablaba de cosas que eran las importantes y que sin embargo de ellas no se hablaba en nuestras vidas.
Era una época en que todo estaba claro y cada cosa estaba en su sitio, el pan era pan y el vino, vino y el que  gobernaba, mandaba..., !vaya que si mandaba¡  y sin que tuviéramos que elegirlo.

Hasta entonces, en las casas estaban las familias que a la vez que alimentaban y cuidaban a sus hijos, les transmitían sus valores y trucos para sobrevivir; la prensa nos informaba de lo que debíamos de estar informados; la televisión y la radio también nos informaban pero sobre todo nos entretenían junto al cine y, el saber estaba en los libros y se aprendía lo importante en la escuela, incluso la forma de alcanzar el cielo. El resto era trabajar o jugar... cosas sin importancia.

Así pues, las familias se reunían en las mesas alrededor de la comida viéndose las caras y hablando de sus cosas, pero la presencia del televisor nos obligó a hacerle un hueco y ya no nos mirábamos, ni casi podíamos hablar, pues él nos miraba y nos hablaba como EL GRAN HERMANO de Orwell y ahí empezó

todo, los medios de comunicación invadieron nuestras vidas de forma imparable hasta nuestros días en los que una parte importante de la sociedad, por no decir todos, no sabemos vivir sin ellos.

Sin entrar en detalle de como se ha producido este cambio, el cambio ha ocurrido, y si nacimos en un mundo donde los medios de comunicación tenían su tiempo, hoy no tenemos vida sin los medios. Para ejemplificar este proceso basta con repasar la evolución del teléfono que conocemos de primera mano los que tenemos más de 60 años:

Primero en la pared de las casas conectados a redes locales operadas por conmutación manual, luego pasó a una mesita al lado de un sillón, algunos ya tenían una grabadora para recoger mensajes de voz, más adelante se hizo inalámbrico y ya conectado a centralitas automáticas, primero analógicas y luego digitales, gracias a las cuales todos los teléfonos del mundo acabaron estando interconectados.

Los teléfonos móviles empezamos a verlos en las películas americanas dentro de los coches con la misma forma que los de las casas y en los ochenta llegaron a España, eran maletas  y pesaban varios kilos, luego fueron reduciendo su tamaño y ya pudimos llevarlos en una cartuchera en el cinturón para acabar en nuestros bolsillos y pesar poco más de cien gramos. Cuando en 1989 Motorola sacó su modelo Microtac claramente inspirado en el intercomunicador de la serie televisiva de ciencia ficción de finales de los sesenta, Star Trek, supimos que ya estábamos en el futuro.

En los noventa, la digitalización de las emisiones y el desarrollo de sofware permitió extender, abaratar y popularizar el móvil que fue incorporando nuevas funciones: mensajes de texto, linternas, cámaras fotográficas... y a medida que las redes eran más capaces a finales del siglo veinte, internet y en ese momento ya todo lo que se podía hacer en un ordenador pasó a ser posible en el móvil que era un aparatito que llevábamos siempre con nosotros cómo la cartera.

Hoy si no tienes un Smartphone eres un antiguo, y si no es iPhone™, permítanme la broma, eres un ser carente de estilo y sentido de la moda. Sin móvil pasas a ser un inadaptado que se resiste a estar siempre conectado a las redes y si a alguien se le ocurre decir que no tiene WhatsApp empieza a ser sospechoso de comportamiento asocial, pues ¿cómo se entiende que pudiendo disponer de un cauce de comunicación casi gratuito no se tenga?, de la misma forma que muchos no entienden que quien va  a un buffet libre no está obligado a comer hasta reventar.

No hay que ser un visionario para especular con la posibilidad de que en breve lo tengamos implantado en nuestro cuerpo y acabemos como los Borg de Star Trek que han perdido su individualidad disuelta en una red en la que estando siempre comunicados se comparte todo y los hace enormemente eficientes y quizá felices... o al menos así parecen actuando de forma aborregada, sin alma, como muertos vivientes... más  o menos como nosotros.

Gracias a Hootsuite y Wearesocial, agencias globales de marketing en internet ,disponemos de una compilación de  los datos disponibles y fiables sobre uso de internet en todo el mundo. A principio del 2017 la mitad de los habitantes del planeta son usuarios de internet , el 66% son usuarios de móviles y la mayoría de ellos  usan los móviles para acceder a internet y a las redes sociales  en un crecimiento continuo desde hace 10 años.
En Europa el  76% de las personas somos usuarios de internet y prácticamente todos tenemos móviles, en realidad hay más móviles que personas.

Pero ¿realmente estamos ya en continua comunicación? ¿cuál es la realidad del consumo de medios hoy en España? ¿cuánto tiempo estamos comunicados los españoles?. Afortunadamente en este tema tenemos datos veraces porque disponemos de un estudio sistemático sobre la materia, el ESTUDIO GENERAL DE MEDIOS (EGM) que viene realizándose desde 1968 y es quizá el barómetro más fiable que tenemos en España sobre el consumo de medios porque sus resultados se utilizan para distribuir la publicidad entre los distintos medios.

Para no abrumar con datos mencionaré lo más interesante para mí, aunque sea una simplificación cuantitativa, se trata de  la evolución del consumo de medios medido en minutos realizado por cada español mayor de 14 años sumando el tiempo dedicado a: prensa, radio, televisión, internet y cine, que ha pasado de 354,1 minutos en 1997 a 447,3 en 2016; es decir, que hoy cada español como media consume casi siete horas y media de medios de comunicación... sin contar el tiempo que dedicamos al teléfono, que es un sesgo de este estudio.

La mayor parte del incremento es debido al consumo medio de internet que en 1997 era insignificante y ha pasado a los 107,7 minutos en 2016.

En España el 71,9% de los mayores de 14 años usan internet a diario con una distribución por comunidades autónomas inversamente proporcional a la edad media de su población.

Hoy el consumo de internet de los españoles se realiza mayoritariamente en el hogar en el 98,5 % de los usuarios, creciendo que se las pela el consumo en la calle o medio de transporte que ya alcanza al 58,7.


El equipo de acceso mayoritario ya no es el ordenador de sobremesa  con el 36,2% de los usuarios, ni el portátil  con el 53,3%, ni la tablet con el 29,1% sino  los smartphones con el  93,6 % de usuarios que declaran que es su equipo habitual de acceso a internet. Y se utiliza sobre todo para  mensajería instantánea  que ha pasado en 3 años del 57,1% al  93,5%  y para búsqueda de información  el 83,2%.

En este nuevo entorno en el que vivimos donde siempre estamos comunicados, hasta cuando dormimos, ya nada es como era, bueno en realidad nunca las cosas son como eran... y podemos verlo más claro analizando la publicidad, sin duda uno de los pilares fundamentales del sistema capitalista y de la sociedad de consumo que la sustenta. Aún hoy los legisladores debaten y  tratan de establecer reglas para  poner freno a los abusos que ha alcanzado la persuasión publicitaria para proteger a la infancia y a todos en general del consumismo exagerado y no nos estamos dando cuenta que ya hemos entrado en una nueva era...en la que ya la persuasión no es el problema sino la manipulación pura y dura porque hemos entrado en la era de la manipulación de la vida cotidiana mediante la Red en la que estamos prácticamente de manera continua como vemos en los datos que acabo de mostrar y como magníficamente expone Pérez-Tornero (en un reciente artículo publicado en  AIKAeducación.com  titulado: “¿Cómo hemos pasado de la persuasión publicitaria a la manipulación a través de la red?” en la que explica este cambio):
“En poco tiempo, hemos pasado de un escenario en el que las personas estaban asediadas por el discurso publicitario a otro en el que la persona vive inmersa plenamente en una burbuja tecno-mediática en la que todas sus acciones, además de ser monitorizadas constantemente, pueden ser manipuladas. Veníamos de un contexto de persuasión extrema y llegamos a otro de manipulación intensiva.

En este nuevo escenario convergen dos factores decisivos: a) la instalación de un sistema de supervigilancia y de captación de datos privados de enorme potencia y de alcance planetario; y b) un desarrollo invasivo de la inteligencia artificial que utiliza el análisis de una enorme cantidad de datos para influir en nuestra conducta.”

Sin prácticamente resistencia, ni social y ni política, a pesar de que todos han expresado su preocupación, se han implantado en nuestra vida inmensas máquinas que leen todo lo que escribimos, oyen nuestras conversaciones y ven nuestras imágenes con el fin declarado de facilitarnos la vida y ofrecernos los mejores productos al mejor precio dentro de nuestros gustos y preferencias. Ya no nos extrañamos de que si en un correo electrónico privado proponemos a un amigo ir un fin de semana a Albacete  nos aparezcan ofertas de hoteles o restaurantes con enlaces para reservar sobre la marcha. O si vamos usando la aplicación  Maps de Google mientra viajamos nos sugiera donde poner gasolina o donde comer. Sinceramente ya no nos extrañamos de nada  y menos de que  nos puedan ofrecer este servicio gratuitamente,  como si eso fuera posible, como si alguien nos hubiera regalado algo alguna vez.

Ya se acabó la privacidad, como bien nos explicó el andaluz Francisco Ayala cuando desde su centenario magisterio nos recordaba que el efímero sueño burgués de la vida privada estaba desapareciendo en el universo mediático. Nuestra vida es ya pública y de nada sirve lo proclamado en el artículo 18 de la Constitución o el 12 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que pomposamente asegura que: ”Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques a su honra o reputación. Toda persona tiene derecho a la protección de la ley contra tales injerencias o ataques”.

Como si ello fuera posible en el mundo de lo instantáneo, cuando realmente, aunque sea de modo virtual, hemos vuelto a vivir en el ágora, como en la Antigüedad, cuando no había vida privada.

Hoy, cualquiera con los medios adecuados puede saber donde estamos, que compramos y hasta nuestros sentimientos más profundos pues los exponemos sin barreras en las redes sociales en las que compartimos de todo. En principio todo era para mejorar  nuestra vida ofreciendonos con acierto los productos que queremos pero cuando se domina el entorno privado y hasta más íntimo del consumidor  está claro que con pequeños “empujoncitos” se le puede llevar a donde conviene al vendedor o al político que sabe usar esto, porque alguien tendrá que pagar  un sistema tecnológicamente tan complicado y costoso.

Efectivamente el sistema global de supervigilancia  capaz de hacer posible la manipulación intensiva de las personas que advertía Orwell sobre la base de lo actuado por los totalitarismos del siglo XX ya existe y no lo ha instalado un gobierno imperial fascista o comunista como temíamos sino  la lógica de la Red con la ayuda de Google (san Google), Facebook, Amazon y tantas otras empresas, por cierto la mayoría norteamericanas, al servicio de la globalización económica y de nuestra felicidad...dicen.

Ya es posible la comunicacion de todos con todos sin casi intermediarios, tanto para extender la participación de muchos  en la toma de decisiones, como sería deseable  o para manipular la información que recibimos que es lo más corriente, y por eso no debemos extrañarnos de que Trump  y otros gobernantes, elegidos o no, quieran acabar con la prensa que no acepta sus mentiras  y comunicarnos sus “posverdades” directamente mediante tuits de 140 caracteres, porque saben que la mayoría usan las redes sociales para informarse creyendo

cualquier tontería que le envía un amigo  sin molestarse en contrastarla, pues basta con que confirme nuestra manera de pensar y es precisamente en la comunicación entre personas en la redes sociales, donde está la clave de la nueva manipulación informativa  pues lo que creemos que nos manda otra persona en realidad lo envía una poderosa máquina perfectamente programada  para difundir las mentiras que convienen al que controla el proceso.

Necesitamos una nueva prensa que no se limite a recoger las declaraciones contradictorias de los políticos llenas de “posverdades” sino que sea capaz de desmontar con mucha rapidez y datos  los “hechos alternativos”  transformándolos en “hechos contratados”. “No se trata de que los medios digan a la gente  lo que debe pensar, se trata simplemente de que al menos nos digan quién miente” en palabras de Soledad Gallego-Díaz en EL PAÍS, el mismo que antes dije, pero ¿estamos dispuestos a pagar por que nos cuenten la verdad?  o creemos que la verdad nos la van a dar gratis.

Trump miente, miente mucho, pero como a otros gobernantes que no nos gustan los han elegido los ciudadanos y es el presidente del estado más poderoso del mundo, todavía, le debemos respeto a él  y sobre todo a los norteamericanos que lo han elegido libremente convencidos de que a pesar de sus mentiras  y bufonadas será capaz de frenar al neoliberalismo  que nos viene dominando desde hace décadas y que ellos consideran responsable de que hayan empeorado sus condiciones de vida.  Esa parte del electorado  han dejado de creer en las verdades alternativas de los defensores de  la globalización que curiosamente son muy ricos y famosos. Demonizarlos como si fueran tontos o estuvieran equivocados es un acto de soberbia impropio de progresistas. Debemos respetar a Trump, pero no desde luego a sus acciones demagógicas y contrarias a nuestros intereses que para él no cuentan nada y ayudar a los que

democráticamente luchen contra él y no sumarnos al fatalismo  o lo que es peor a desear que alguien lo mate, como veo que cunde por las redes sociales...al parecer porque es costumbre americana matar  periódicamente algún presidente.

Estamos pues en la ÉPOCA DE LAS MENTIRAS o de la “Posverdad”, si queremos ser politicamente correctos,  porque en realidad la perplejidad de las élites cuando la gente decide lo contrario a lo que ellas creen lo correcto no se soluciona echando la culpa a la perversidad del mensajero, a la difusión de mentiras, a la redes sociales,... como si ellos no utilizaran esos mismos instrumentos para sus fines.

La pregunta que deben hacerse no es  si el enemigo miente, es si miente mejor que tú. O si ha llegado la hora de decir la verdad siempre y si no,  a lo mejor será  la hora de contratar a los empleados del enemigo que son mejores que los tuyos, seguramente mal pagados y preocupados por darte la razón, aunque no la lleves, para conservar su precario puesto de trabajo.

Por eso la pregunta final no puede ser si los politicos mandan en los medios o los medios en los políticos. Pero tampoco si el el Poder Económico lo manda todo y nos manipula sino ¿a dónde vamos con el mundo que hemos creado?....

La respuesta solo la encontraremos dominando el uso de los medios para obtener la información veraz y el conocimiento racional que necesitamos para actuar políticamente, así alumbraremos una nueva ciudadanía capaz de sobrevivir en la MODERNIDAD LÍQUIDA  en la que vivimos, donde “la única certeza es la incertidumbre” como bien nos explicó el recientemente fallecido Sygmunt Bauman.


Desde una perspectiva progresista, amigos míos, la respuesta está en el viento como canta Bob Dylan desde hace 55 años y es LA EDUCACIÓN, una educación nueva que necesitamos como el comer y que debería enseñarnos en primer lugar a todos el arte de vivir en un mundo sobresaturado de información y  con tanta incertidumbre... La nueva Educación ha de ser Medíática y posiblemente la Filosofía y la Historia  no deberían de faltar en los nuevos planes de estudio pues estamos tratando de dar respuestas a problemas que atañen al qué y cómo percibimos el mundo, un mundo que cambia muy rápidamente.

Juan María Casado Salinas