Hoy teníamos reserva en el Louvre y llegamos media hora antes, como nos indicaron, es decir a las 9,30, pero no nos dejaron ni ponernos pues todavía no sé habían movido los anteriores. Fue un rato muy agradable charlando con una pareja de argentinos: ella dueña de un jardín de infancia y él carpintero que están de viaje de un mes por media Europa. La entrada es tortuosa y se retrasa por los escasos controles de seguridad, inexplicables con una plantilla de al menos dos mil empleados, al final de la visita había una llamativa manifestación de empleados de la CGT, que me encantó, pues le daba un toque de realidad a tanto arte concentrado y que nadie con un poco de sensibilidad puede disfrutar.
Las fotos de los pasillos y alrededor de Gioconda, Venus de Milo y la Libertad conduciendo a las masas, ilustran lo que digo. El museo sin duda es el más rico del mundo con medio millón de obras, al parecer unas 30,000 expuestas y diariamente entran un número similar de visitantes que se lanzan en manadas a ver lo que
creen que hay que ver. Hay muy pocas señales y sólo para las obras icónicas, el resto te lo tienes que buscar y no hacer caso de los vigilantes desbordados en todos los idiomas. Aún así encuentras joyas de Goya, Rafael o Leonardo y maravillas de Mesopotamia, aunque con dificultad. No me he resistido a poner el maravilloso retrato de Baltasar de Castiglione, pintado por Raphael y ante el que no había nadie.
Yo creo que si hay una sucursal del Louvre en Abu-dabi, debería de haberlas en todas las ciudades francesas con una selección de obras maestras que pudieran disfrutarse con calma y por los escolares y dejar para París las 20 obras que les han dicho a los turistas que no te puedes perder y para hacerlo más entretenido sin ninguna señalización y premiar con un nuevo pase a los que diariamente consigan hacerse los 20 selfies en menos tiempo. En realidad es lo mismo que pienso que debería hacerse en el Prado que no entiendo porqué siendo de todos los españoles, es más fácil ver una obra de su colección prestada a un museo de Minnesota que
Al Museo provincial de Huelva, por poner un ejemplo.
A las dos horas y media , sofocado yo, nos salimos a las Tullerias al aire fresco que había mucho y agradable; paseando vimos que en la Orangerie había poca cola y allí nos fuimos para ver los nenúfares de Monet, que nunca los he visto, pero pese a las agradables amistades que se hacen en las colas, a la media hora vimos que nos tocaba estar de pie otra hora más, así que nos fuimos a la Concordia, vi que no había nadie para entrar al Hotel de la Marine y para allá nos fuimos, inexplicablemente nos hicieron esperar 20 minutos porque sí, pero había sitio para sentarse. Recomiendo esta visita pues hay poca gente, es una casa palacio preciosa, me gustó más que Versalles, amueblada por completo y con vistas a la plaza desde una balconada que te entran ganas de echar un mitín. Además tiene un restaurante de categoría en el interior al que pienso ir la próxima vez que venga a París en vez de ir al Louvre o Notre Dame.
Gracias al metro que es una maravilla en 20 minutos estábamos en el hotel descansando para ir frescos a ver el ballet Carmen de Julen Lestel que empezaba a las 7 en el Teatro Libre del Bulevard de Strasbourg. Nos encantó por bueno y breve. Cerca estaba el restaurante Plomb de Cantal, especializado en comida de la Auvernia, que es el reino donde nació uno de mis antepasados. Magret de pato con un puré de patatas trufado, excelente y abundante, ni con la ayuda de mi nieto conseguí acabarlo y ya sabéis que tengo saque. En resumen buen día y mañana será mejor .