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lunes, 20 de septiembre de 2021

BREVERÍAS 5. EL AZAR Y LA SUERTE

 


Los españoles confiamos mucho en el azar para mejorar nuestras condiciones de vida. La foto muestra la cola  que se formó ante la administración de lotería de  la Antilla a las 11 de la mañana del primer lunes de septiembre y así todo el verano. Son personas de toda condición, mayoritariamente de clase media, que religiosamente van con sus apuestas a comprobar si les ha tocado algo y a comprar sus boletos para la siguiente semana. Es un ritual que yo comparto y vengo realizando desde que me jubilé. Gasto  semanalmente en juegos de azar unos veinte euros, mayoritariamente en los sorteos de Lotería Nacional y algo en los cupones de la ONCE. Cuando cobraba por trabajar también jugaba, pero menos y más concentrado en la lotería de navidad.

Si hiciera una estimación  de lo gastado en mi vida seguro que superaría los cuarenta mil euros de los que la hacienda pública se lleva el treinta por ciento y de los premios obtenidos,  que alguno ha habido, también  se lleva un buen pellizco, claro que como yo soy una persona con suerte mi balance económico hasta ahora es bastante positivo, por eso sigo jugando.

La Lotería en España empezó con Carlos III en 1763, siguiendo el modelo de la que había en Nápoles cuando él era rey de allí. La Lotería Nacional nació en las Cortes de Cádiz que la aprobaron el 23 de noviembre de 1811 a propuesta del político ilustrado  sevillano don Ciriaco González Carvajal, concebida como “un medio de aumentar los ingresos del erario público, sin quebranto de los contribuyentes”. Luego fue extendiéndose por toda  España a medida que se retiraban las tropas napoleónicas, hasta que se estableció en Madrid donde el primer sorteo fue el 28 de febrero de 1814. Un detalle curioso fue que Fernando VII le cambió el nombre a Lotería Moderna porque le sonaba demasiado a la Constitución de Cádiz y a la soberanía de la Nación que él rechazaba. Luego siempre ha permanecido con el adjetivo de Nacional incluso en la Guerra Civil de 1936-39, eso sí, había dos sorteos: uno republicano y otro de los golpistas.

En 1845 a mi tío tatarabuelo Rafael Anchelerga Álvarez le tocaron con 17 años, 30.000 reales en Cádiz cuando estaba allí estudiando medicina y luego además de un  médico de provecho con consulta gratuita para pobres, fue un republicano comprometido, fundador de la Cruz roja en Córdoba, feminista convencido y un hombre honrado. Fue un buen pellizco que envió a su padre y que este contabilizó en el testamento.

De niño me gustaban las tómbolas y recuerdo que  con menos de diez años viniendo de la feria  me atrajo  el sonido de la “Tómbola el Cubo”  con su lema “siempre toca”. Estaba  al paso en la calle Concepción y quedé impresionado con la lavadora Bru que mostraban  de forma destacada, porque en casa había oído que era necesaria pues se seguía lavando a mano, me puse muy pesado hasta que al final mi madre me dio el dinero para una papeleta con el argumento de que: “la verdad que nos vendría estupendamente”. Corrí al hombre  del  micrófono, al que di el dinero y me entregó un sobrecito que abrí muy nervioso, salté de alegría y corriendo  fui hacia mi madre que me recibió con una cara de sorpresa que no olvidaré.

Mi relación con la suerte y las lavadoras tuvo un gracioso epílogo en 1985, pues estaba viviendo en casa de mi cuñado y  la lavadora  no funcionaba bien. Era de noche y fui a hacer la compra al HiperValme que era un supermercado local con mucho éxito, sorteaban ese día una lavadora , esta ya automática, con un boleto que te daban al pagar y que debías rellenar con tus datos antes de introducirlo en una urna grande que ya estaba llena. Cuando estaba cargando la compra oí por la megafonía que  hacían el sorteo y al poco gritaron mi nombre. Al día siguiente llevaron la lavadora.

Ya sé que todo se debe al azar,  y lo siento por los que financian mis premios, pero por lo que os he contado y por otras muchas cosas  que me han ocurrido en la vida, creo que soy un tío con MUCHA SUERTE.