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lunes, 4 de abril de 2022

BREVERÍAS 42: EL DERECHO A LA PEREZA

 


Creo que tras mis cincuenta y siete años de estudiante, militar y trabajador me he ganado de sobra el derecho a la pereza, es decir el derecho a hacer lo que quiera simplemente por placer, pero es que además el ser perezoso  es a mi juicio el estado natural de los seres humanos antes de que desarrolláramos lo que se ha dado en llamar civilización, que no ha sido otra cosa que la esclavitud y el sometimiento para trabajar en beneficio de otros. Si, es verdad que la civilización ha traído otros beneficios en los campos de la salud, el bienestar y la alimentación, claro que distribuidos de una manera muy injusta, tanto que nos ha llevado a la sociedad más desigual de las que han existido sobre este planeta, pues nunca tan pocas personas ha sido propietarias de tantos bienes, más que el resto de los miles de millones de seres humanos que se ven obligados a trabajar para ellos gracias a la globalización en un sistema económico que favorece que ellos, unos pocos avariciosos, puedan acumular lo que nunca podrán consumir ni aunque vivieran millones de años, y para colmo, encima, algunos de estos inhumanos explotadores llenos de soberbia se oponen a un reparto más justo de la riqueza creada por todos, incluso al crecimiento de los sueldos mínimos cuando están muy lejos de ser dignos.

Esto pensaba yo y creía que era un pensamiento  original hasta que encontré EL DERECHO A LA PEREZA, un breve opúsculo panfletario del hispano-francés Paul Lafargue que en 1880 publicó en francés(le droit à la paresse) en el semanario L´Egalité  y hoy traducido al español por María Celia Cotarelo  está disponible gratuitamente en internet en: https://www.marxists.org/espanol/lafargue/index.htm . El yerno de Marx escribió este ensayo irónico y polémico  a favor de la ociosidad y contra la santificación del trabajo recordando que Cristo en el sermón de la montaña, predicó la pereza: “Miren como crecen los lirios en los campos, ellos no trabajan ni hilan, y sin embargo ni Salomón, en toda su gloria, estuvo tan brillantemente vestido”, planteando,  en la época en que eran normales jornadas laborales de 15 horas, que no se trabajara más de tres horas diarias, dedicando el resto del día a holgar; Bertrand Russell consideraba  en 1932 en otro delicioso ensayo breve  : ELOGIO DE LA OCIOSIDAD, que  4 horas  serían suficientes si no hubiera injusticias; hoy sin duda harían falta  menos horas todavía para producir lo necesario para todos los seres humanos si no se produjera la terrible y suicida acumulación  de riqueza para satisfacer la avaricia de unos pocos  y que agota los recursos naturales, destroza el planeta y condena a una vida miserable a la mayoría.

Ser perezoso en la vejez es casi una obligación, si se disfruta de una pensión suficiente que te permita atender las necesidades reales que tengas, porque la ley te obliga a no ejercer ningún trabajo asalariado, por tanto solo podemos trabajar gratuitamente, en primer lugar los trabajos necesarios como comprar, limpiar, cocinar y hacer ejercicio para mantenerse saludable, luego todas la obligaciones que te tomes para ayudar a  quién te necesite si así lo quieres, hecho todo eso deben quedarte suficientes huecos en la agenda para el ocio, como para cultivar la amistad, el amor, la cultura, los viajes, la lujuria, algo la gula, un poco de envidia,  una pizca de ira para cuando sea necesario, pero nada de soberbia ni de avaricia, y finalmente cuando ya no se te ocurra nada más, déjate arrastrar por la pereza y suavemente disfruta de estar vivo, que para eso no hace falta mucho dinero. Además, parafraseando a alguien: “La pereza es la madre de todos los vicios y cómo madre hay que respetarla”.

Ya sé que la PEREZA no es un derecho reconocido como el de sacrosanto de propiedad pero siendo sin duda una libertad que solo los pueblos primitivos y los ricos pueden tener sin límite, voy a ejercerla sin complejos contribuyendo así a la revolución de una manera gozosa. He estado muchos años trabajando  sin medida y eso ya no tiene arreglo, pero en la vejez, que espero sea larga,  me esforzaré  en llevar a la práctica la máxima del poeta G.E.Lessing: “Seamos perezosos en todas las cosas, excepto al amar, al beber, excepto al ser perezosos”.

El cuadro “La pereza” es de José Alcázar Tejedor(1850-1907). Museo Nacional del Prado