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viernes, 15 de mayo de 2020

DÍA 64 "HAY QUE SEGUIR APLAUDIENDO A LAS OCHO"

VIERNES 15 DE MAYO DE 2020
Anteayer miércoles en cinco grupos de wasap diferentes y en el término de 3 horas a partir de las 18 me llegó el mismo mensaje llamando a terminar con los aplausos a las ocho, antes de que por mor del desconfinamiento decaiga demasiado una iniciativa espontánea que merecía un buen final, el texto era exactamente el mismo con sus mismos 4 errores ortográficos y 16 ortotipográficos, que decía mucho de su autora, intuitivamente creo que una profesional sanitaria bienintencionada. 
Lo mismo le debió parecer a las personas, todas ellas muy razonables, que rápidamente lo difundieron en los grupos en los que yo también estoy. A mi me pareció en principio una buena idea sino fuera porque no me olió bien, al coincidir con la estrategia de la extrema derecha de eliminar esta acción unitaria y espontánea y así tener el campo más libre para sus campañas de desunión.
Como me encanta el fenómeno de la comunicación en las redes, pregunté a las cinco personas que habían puesto el mensaje sobre quién y cuando se lo habían enviado, En todos los casos había sido un poco antes y por   personas de confianza nada sospechosas de insolidarias (sectores femininista, sanitario, educativo y científico).
Ayer   las Coordinadoras de Mareas Blancas que surgieron, primero en Madrid en 2012, para defender la sanidad pública salieron al paso de  esta iniciativa que iba cogiendo fuerza en las redes, pidiendo que no se dejara de aplaudir porque la pandemia sigue y los medios sanitarios son insuficientes. aunque haya descerebrados que se empeñen en romper las normas sanitarias más elementales.
Pero ¿cuando empezó esta idea a circular para que alguien influyente como Isaías Lafuente  lo dijera en la cadena SER  en el programa vespertino LA VENTANA  el lunes 11 de mayo  y ese mismo día en el mismo programa su conductor Carles Francino entrevistara a Luis Arroyo, "autor intelectual"  de la idea, que había publicado  el uno de mayo en InfoLibre un magnífico artículo, como todos los suyos,  titulado "Los aplausos que se apagan" , que por primera vez aunque fuera de pasada, ponía en evidencia  que  el fin del confinamiento iba a acabar con los aplausos y que por ello en la radio sostuvo que era mejor darle "un final digno"   y que ello provocara  a nuestra redactora anónima a escribir la propuesta que inmediatamente difundió en sus redes con gran éxito?. No lo sabemos, pero lo que está claro es que no hay ninguna conspiración ultraderechista contra los aplausos, sólo diferencias de opinión entre los racionales que defienden la conveniencia de dar "un final digno" a un gesto espontáneo de unión entre todos los españoles frente a la pandemia, porque "un buen relato necesita un buen final" y  los ilusos defensores, como yo,  de que lo único que nos une no debe acabar nunca, o al menos durar un poco más a que la pandemia haya pasado de verdad, porque esto no es un relato, sino nuestra vida.

El miércoles 6 de mayo yo debía barruntar algo porque escribí lo siguiente, que sigo manteniendo letra a letra, por si a alguien le sirve de algo en su propia reflexión para decidir que hacer individualmente el próximo domingo:
El silencio va desapareciendo de mi barrio y también el miedo, ojalá no nos estemos precipitando y tengamos que volver enseguida a un nuevo encierro que será mucho más duro, porque habremos perdido  gran parte de la esperanza y no seremos optimistas sobre nuestro futuro.
El silencio será una de las muchas cosas de este confinamiento que echaré de menos, otra será sin duda la cita de las ocho para aplaudir junto al resto de la humanidad. Los APLAUSOS nacieron en China y luego en los balcones de algunos lugares de Italia como forma de agradecer a los sanitarios su esfuerzo titánico por hacer su trabajo con tantas carencias y dificultades. Los españoles los seguimos desde el 14 de marzo de manera casi universal y por eso se extendió la cita al mundo entero con el  agradecimiento a todas las personas que son imprescindibles para que los demás podamos confinarnos y además es una manera de reforzarnos frente a la adversidad ya que no podemos besarnos, ni abrazar a nadie como es nuestra costumbre para mostrar amor,  afecto o  consuelo.
Es una prueba estruendosa de que nuestra especie es social y cooperativa y que solo nos salvaremos si nos salvamos todos juntos, no como quieren los falsos  liberales y los nacionalistas extremos. Por eso como propone, en una prosa bella y emocionante, Fernando León de Aranoa en su artículo, EL RITUAL, publicado el 6 de mayo  en El País: "Habrá pasado ya tanto tiempo que nadie recordará por qué en los barrios de algunas ciudades, a las ocho de la tarde, se escuchan aplausos aislados, un ritual atávico que sólo los mayores podrían explicar, pero no lo harán, porque nadie les presta mucha atención...La memoria es corta, pero la emoción permanece, no se borra. Por eso cada día, aunque habrá pasado ya algún tiempo, a las  ocho de la tarde se oirán aplausos aislados en algunas ciudades, en algunos barrios".
Espero emocionado, ser uno de esos viejos con memoria que junto con sus nietos, dentro de mucho tiempo, sigamos aplaudiendo a las ocho  para recordar que somos una única Humanidad.