Powered By Blogger

domingo, 6 de septiembre de 2020

"COMPAÑERO MARTIN VILLA". neonormalidad nº 17

En medio de la nueva normalidad, que yo suelo llamar neonormalidad que es más breve , vuelven asuntos que uno creía ya terminados. Aunque el mes de agosto empezó con lo del emérito, serpiente de verano para distraernos de lo importante,  y que tanto juego ha dado a los enemigos de la democracia española nacida en la Transición, eso sí mezclado con un cierto aroma prorepublicano, de los que gustan de mitificar algunos episodios del pasado y todavía creen que los españoles alguna vez decidieron por referéndum un régimen republicano y por tanto que la república tiene mayor legitimidad que la que tiene la actual monarquía constitucional y no al contrario como es una evidencia basada en hechos. Algunos parece que gustan de jugar con fuego, al lado de los secesionistas, como si luego fuera fácil apagar  los incendios que algunos pirómanos crean estúpidamente. Yo sinceramente creía  que esta pandemia nos había hecho superar la banalidad con la que tratamos temas tan importantes y con pesar debo reconocer que no es así.

Vayamos por partes, vaya a ser que alguno crea que me he vuelto loco, yo defiendo la intervención de jueces argentinos o de cualquier país democrático en la persecución de los responsables de genocidios y otros crímenes contra la humanidad se hayan cometido dónde y cuándo se hayan cometido y sin límite de tiempo,  por ejemplo los cometidos por los autores del golpe de estado del 18 de julio de 1936, los Franco, Queipo o Cascajo que como en el caso de la ciudad de Córdoba que conozco muy bien, cometieron un genocidio con todas las de la ley matando por ser “rojos” a un porcentaje muy elevado de la población, la mayoría de ellos sin juicio, y usurpando bienes como el pazo de Meirás que aún hoy disfrutan sus herederos. Es lógico extender la presunción a delitos cometidos por la dictadura franquista pero nunca he entendido como puede presentarse una querella contra Martín Villa por estos cargos sobre actuaciones  represivas contra los trabajadores que ocurrieron en el mes de marzo de 1976, cuando Rodolfo era ministro de relaciones sindicales y la policía no dependía de él sino de Fraga y siendo como fue sin duda una pieza fundamental de la Transición democrática junto a Suárez. Menos aún entiendo que la jueza Servini la aceptara y lo imputara, aunque la respeto porque no conozco a fondo el caso y  creo en la independencia de los jueces en países democráticos. Martín Villa también la respeta y por eso no se acogió al derecho que la daba la ley de Amnistía española y se puso a disposición de la jueza, incluso sacó billetes para ir a declarar a Buenos Aires con el riesgo de ser detenido y encarcelado, nada que ver con las trapacerías de Puigdemont y sus secuaces, aunque finalmente por causa de la pandemia ha declarado en Madrid por videoconferencia y en breve sabremos la resolución judicial, que será exculpatoria, espero.

En marzo de 1976, yo tenía 23 años y era un joven  profesor de la Universidad de Córdoba y militante de la FETE-UGT desde diciembre de 1975, muy comprometido en la lucha pacífica contra la dictadura, tanto que en ese año  fui elegido representante de la unión provincial de UGT en su Comité Confederal que se reunía de forma tolerada en Madrid. Era muy combativo, tanto que el año siguiente cuando  antes de ser legalizados los sindicatos, se celebró  en el colegio mayor San Juan Evangelista de Madrid el primer Congreso de la UGT en territorio español tras la guerra civil, yo era el portavoz de la agrupación provincial y mantuve públicamente posiciones muy críticas en algunos asuntos con Nicolás Redondo, nuestro secretario general que tenía 50 años.

En el verano de 1976  me formé en Pau (Francia) en un curso de acción sindical con los compañeros franceses y al regresar fui despedido por un “rector”, ese sí franquista. Luché junto a otros compañeros también injustamente despedidos por recuperar nuestro empleo. Nos encerramos en la sede del Colegio de Doctores y Licenciados, coincidiendo con el movimiento por la Amnistía y Libertad, durante más de un mes y la policía, entonces ya bajo las órdenes de Martín Villa, estaba allí para protegernos de las amenazas expresas de nuestros vecinos de Fuerza Nueva, en aquellos días yo no era consciente de que Rodolfo era uno de los nuestros en la lucha contra la dictadura. Es verdad que la realidad es muy líquida, pero afirmar que Martín Villa era un  genocida entonces, porque era ministro y ahora de derechas, es una infamia que solo pueden sostenerla los que quieren aprovechar lo que sea para derribar el sistema democrático nacido en la Transición, que sin duda tiene muchos defectos a corregir, pero que hemos de proteger de oportunistas que aprovechan cualquier medio para sus fines antidemocráticos o secesionistas o, peor aún, de ingenuos que creen que de ello puede nacer algo mejor para la mayoría de los españoles.

Por eso cuando ahora Nicolás Redondo a sus lúcidos 93 años sostiene que “los que combatieron a la dictadura en aquellos tiempos encontraron compañeros de aventura en personas como Rodolfo Martín Villa…y que quienes protagonizaron la Transición pretendieron, entre ellos personas como Rodolfo, hacer de las dos Españas, una, amplia, acogedora, y respetuosa con los diferentes modos de sentir, de pensar, de ver la vida y el mundo” no tengo más remedio que alzar mi voz  uniéndola a los que ya lo han hecho.

Yo no solo firmaría la carta que ha remitido Nicolás Redondo junto a expresidentes  y otras personalidades en defensa de Martin Villa, pieza fundamental en la democratización de España, sino que desde la legitimidad de los que fuimos despedidos y represaliados por luchar contra la dictadura en aquellos momentos, e incluso amenazados de muerte, me parece indignante que se considere progresista no solo  acusar a unos de los actores claves de la transición por unos hechos que ocurrieron entre la muerte del dictador y la aprobación de la constitución por policías que no estaban a su mando y que siendo graves nada tienen que ver con genocidio o crimen contra la humanidad, sino que además como fariseos se indignen porque otros lo apoyen en este trance, pero como soy liberal defiendo que la justicia universal, conforme a las leyes y los tratados internacionales puede actuar, pero en los juicios libres este tipo de declaraciones son habituales y de hecho los que lo acusan y se indignan han recogido firmas y testimonios en contra antes y  han protestado contra resoluciones judiciales a posteriori y aun siendo autoridades públicas han criticado a priori a jueces. Por favor, seamos liberales y esperemos por lo menos a lo que diga la juez argentina. Y SÍ, ESTOY MUY INDIGNADO.

La imagen es del cuadro EL ABRAZO de Juan Genovés que representa la Transición democrática y que hoy está en el Congreso de los diputados.