Tras dejar a los artistas y los técnicos camino de Algeciras nos fuimos para la frontera que hay entre el famoso barrio del Príncipe y Castillejos, la primera ciudad marroquí, donde intentamos comprar una tarjeta telefónica de Maroc Telecom sin éxito pues eran las diez de la mañana de un domingo. El cambio de moneda en una oficina sin embargo fue fácil y a un precio razonable. La frontera con poco tráfico funcionó bien y no tardamos mucho, lo único raro fue que al llegar al puesto de la policía española resulta que había que traer una tarjeta de un lugar desconocido y sin señalizar cercano al hospital del Príncipe. Hubo que retornar a Ceuta, costó un poco localizarlo y recoger la tarjeta para llevarla de vuelta al puesto aduanero y todavía no comprendo el sentido de la operación.
Adrede no vamos por la autopista para ir lo más cerca posible del mar por la N-13, una magnífica avenida con rotondas, limpia como una patena y bellamente ajardinada, atravesamos unos treinta kilómetros de buenas urbanizaciones cerradas, hoteles de lujo, y puertos deportivos con mejor pinta que la mejor Marbella y así hasta cerca de Tetuán donde ya veo que se llama N-16 y al llegar al puente sobre la desembocadura del Oued El Maleh nos desviamos a la izquierda bordeando el curso de la ría, donde vimos cigüeñuelas. Es una preciosa avenida, que llaman Corniche, con amplias aceras por donde pasean o corren muchos marroquíes de clase media como si estuvieran en un paseo marítimo español. Cuando paramos para ver la barra de arena final del Oued, un curioso personaje paseando con dos ocas demostraba su habilidad como amaestrador de los animales y me fotografié con él para no desairarle. Luego en la playa continua un paseo marítimo con cafeterías muy agradables por donde seguimos hasta conectar de nuevo con la N-16, a la altura del río Martín y desde allí continuamos 138 km hasta el puerto pesquero de El Jehba por la misma carretera con buen firme y un trazado costero muy parecido a la N340 entre Málaga y Salobreña, con unas vistas espectaculares de una costa verde y escarpada. La N16 se separa de la costa y sube a los riscos rifeños hasta que a la altura de Boufrah nos desviamos por la P5205 camino de Cala Iris, nuestro destino, con una parada en la soberbia fortaleza de Torres Alcalá que pudimos disfrutar por gentileza de su guardián que nos abrió la verja y nos permitió estar solos en un monumento recién restaurado donde podéis verme enmarcado en su portada con un precioso fondo. La vista de Cala Iris al llegar al atardecer es una pintura, pero si luego te acogen en el único alojamiento que hay con solo otros cuatro viajeros, paseas al puerto pesquero donde compartes un té en un chiringuito con pescadores viendo en la tele, desde el monumental estadio de Casablanca lleno hasta bandera, el primer partido de la final de la Champions Africana entre un equipo de Marruecos y otro de Sudáfrica que ganan los anfitriones y si finalmente disfrutas de una cena agradable con un buen vino, creo que con justicia se puede afirmar que fue un día muy completo. Buenas noches y hasta mañana.