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jueves, 1 de abril de 2021

SOCIALISMO ES LIBERTAD (una lección de historia) neonormalidad 48

 


Cuando el 10 de marzo Isabel Díaz Ayuso (IDA)  lanzó su lema de guerra “Socialismo o libertad”, me entró la risa por su desvergüenza, pero cuando te das cuenta  que la Brunete mediática con centenares de mamporreros la arropa en el disparate no tenía más remedio que entrar en el fango. Que alguien que se siente orgullosa heredera de los liberticidas españoles tenga la desfachatez de envolverse en la bandera de la libertad en la que no cree para los demás, merecería el desprecio más absoluto, porque en España, en la España que he vivido ,SOCIALISMO ES LIBERTAD y todas las libertades que tenemos han sido impulsadas por el PSOE, por los comunistas y por la UCD  en su momento,  pero nunca por la derecha española que con las excepciones personales de rigor es profundamente conservadora con un repunte reaccionario y franquista que trata de capitalizar ahora VOX  y ni de broma es de recibo su dilema que sería mucho más correcto si  dijera “derecha o libertad”, por ejemplo. Nuestra derecha patria, arropada por una jerarquía eclesiástica profundamente reaccionaria siempre han estado en contra de las libertades reales para todos, porque ellos no las necesitan ya que las que quieren las pueden comprar con dinero y  solo les preocupa su libertad de hacer negocios y explotar  a los menos favorecidos, Nadie debería usar esas palabras tan absolutas  y menos apropiarse de la Libertad para arrojársela a mi partido.  Finalmente, como no están los tiempos para abusar de la ironía  he pensado hacer lo que más me gusta, aunque resulte un poco largo,  que es investigar  a fondo un asunto y luego contarles un episodio de la historia que puede servir  de parábola para iluminar el ¿qué hacer?  ante tanta desfachatez.

Winston Churchill (WC) es uno de mis políticos favoritos del siglo XX porque nos libró del nazismo, aunque nunca lo hubiera votado, no por ser un  sinvergüenza  o lo que hoy llamamos un corrupto, sino porque era un conservador antisocialista  y he leído mucho sobre él. Su inteligencia y capacidad  eran hercúleas, pero su egocentrismo y temeridad  eran tan grandes que creyendo que tenía un destino  salvador fue visionario y tuvo la lucidez de oponerse con fuerza a la voluntad mayoritaria de la clase alta a la que pertenecía, favorable a los fascismos como muro de defensa ante el comunismo triunfante en la URSS; ellos creían que así contendrían mejor a la clase obrera en lucha en esa época para mejorar sus condiciones de  vida y eso que WC había actuado como un verdadero criminal aplastando a sangre y fuego como ministro del Interior huelgas obreras y además disfrutando con ello, como se puede ver en la foto que encabeza este artículo, realizada el 11 de febrero de 1911 en la que WC bien abrigado y con chistera, protegido por policías dirigía in situ la actuación del ejército que  utilizó sin rubor contra los obreros. Como era lógico, los intereses de la clase alta  eran defendidos por los conservadores encabezados por el primer ministro Chamberlain partidario del acuerdo con Hitler  con la vergonzosa estrategia del apaciguamiento; WC mantuvo  en solitario en los años 30 que había que  combatir al nazismo cuanto antes, antes de que fuera más fuerte,  para defender los intereses de la Commowealth aun a costa de ser el hazmerreír   de su clase, de su partido y de la prensa. Esa tozudez le valió que cuando Hitler cruzó el Rubicón, invadiendo  Polonia el 1 de septiembre de 1939, era el único político conservador capaz de arrastrar al Reino Unido  a una guerra imposible para un país pequeño que siempre se había impuesto por una superioridad militar, muy bien usada, que ya no tenía. Esa guerra solo se podía ganar, si y solo si,  Estados Unidos entraba como un aliado potente lejos de la capacidad ofensiva de las fuerzas del Eje, para lo que aún faltaban más de dos años y el ataque japonés a Pearl Harbour.

Los conservadores tenían mayoría en el Parlamento pero fue decisivo el apoyo de los laboristas y los sindicatos a su propuesta a la nación  de “sangre, sudor y lágrimas” y  de “lucharemos en las playas y en todos sitios…nunca nos rendiremos”; los laboristas se comportaron como verdaderos patriotas antifascistas y  entraron en su gobierno de guerra pese al antisocialismo manifiesto de WC. El papel leal de los socialistas  y de su líder Attlee fue decisivo para galvanizar a la sociedad dejando todo el protagonismo a WC que era un gran comunicador capaz de unir una sociedad tan desigual. El papel  de Attlee como viceprimer ministro fue muy destacado para poner orden en un  gobierno que todas las mañanas  se desayunaba con las diez ideas geniales que WC había tenido esa noche   y luego había que convencerlo de que solo una era buena, con lo cabezón que era. Los ministros conservadores esperaban a que su jefe estuviera indispuesto, lo que era muy frecuente, para despachar con Attlee que  era quien coordinaba realmente el gobierno; su lealtad a la nación y a WC fue tan absoluta  que tuvo que soportar críticas muy acervas de los suyos.

Cuando la guerra estuvo ganada  en Europa, pareció  a todos, salvo a un WC clarividente que quería esperar a la derrota de Japón, que procedía celebrar elecciones generales cuanto antes pues las últimas había sido en junio de 1935 y los dos  últimos primeros ministros conservadores no habían sido elegidos por el pueblo; se convocaron  para el 5 de julio de 1945. La imagen pública de WC era tan potente que todas daban por hecho que ganaría, pero  como rebosaba antisocialismo, pese a la lealtad  de la que había disfrutado, empezó bravucón en su primer discurso electoral el 4 de  junio por la BBC diciendo: “Los socialistas en conjunto hacía tiempo que estaban impacientes por ponerse en pie de guerra, y cuando un gran número de gente se siente así no es bueno para su salud negarles la pelea que quieren, Por lo tanto se la daremos lo mejor que podamos.” Y este fue su primer error, perder la posición que tenía  gracias a sus alocuciones unitarias de la guerra, como líder de la nación y entregarse a una exagerada y bronca lucha partidista, pero la cosa no quedó en eso sino que siguió en la misma línea hasta llegar al colmo: “Ningún gobierno socialista que dirigiera la vida entera y la industria del país podría permitirse el dejar que se produzcan manifestaciones libres del descontento popular…Tendrían que montar algún tipo de Gestapo, sin duda dirigida humanamente al principio. Y esto cortaría la opinión radicalmente; pondría fin a la crítica antes de que  levantara la cabeza y reuniría todo el poder en los líderes supremos del partido, elevándose de manera imponente por encima de  sus amplias burocracias de funcionarios”, continuó con varios exabruptos más hasta terminar su media hora con este alegato tan injusto: “Amigos míos, debo decirles que la política socialista aborrece las ideas británicas de libertad…Un Parlamento libre es odioso al ideario socialista”.

El efecto inmediato que produjo su primera emisión radiofónica fue quedar expuesto a una respuesta irónicamente devastadora de Attlee: “Cuando anoche escuché el discurso del primer ministro, en el que hacía una parodia de la política del Partido Laborista, me di cuenta enseguida de cual era su objetivo. Quería que los electores comprendieran lo grande que era la diferencia entre W.C, el gran líder de una nación unida, y Mr Churchill, el líder del partido de los conservadores. Temía que los que habían aceptado su liderazgo en la guerra estuvieran tentados, por gratitud, de seguirle. Le doy las gracias por haberles desilusionado. La voz que oímos anoche era la de Mr. Churchill, pero la mentalidad era la de un...(reaccionario)”.

Y con esto el liderazgo real de la campaña pasó a Attlee, pues ambos discursos habían sido seguidos  desde sus hogares por la mitad de la población adulta  con derecho a voto  y  su tono de maestro de escuela irónico pero tolerante frente  al tono soberbio y prepotente de WC había hecho del primero un gigante, a su pesar, porque nadie sensato desconfiaba de su lealtad con la nación que había acreditado en tiempos de guerra.

Sin embargo la mayoría de la prensa daba ganadores a los conservadores con una ventaja de al menos 60 parlamentarios y llenaban sus páginas con un WC  exultante y agresivo abusando del signo de la victoria, se desplazaba con gran parafernalia en tren especial y coche descubierto entre masas enfervorecidas  y por el contrario Attlee no salía porque muy  discreto lo hacía en el coche familiar con su esposa al volante yendo a reuniones sin grandes manifestaciones. Al final y tras el recuento se comprobó que los laboristas habían duplicado el número de escaños de los conservadores que sufrieron una de las derrotas más estrepitosas de su historia, WC lo había perdido todo por su bravuconería antisocialista. 

Confío que la indocumentada de IDA que no le llega  a WC ni a la altura de la suela en inteligencia, capacidad intelectual o cultura, pero que le supera en egocentrismo y chulería,  sepa ser  al menos tan elegante como él en su despedida: “La decisión del pueblo británico ha quedado patente en los votos,…Inmensas responsabilidades recaen sobre el nuevo gobierno y todos debemos espera que sepan cargar con ellas.”

Estoy seguro que  con una inteligente campaña que respondiera a las provocaciones chulescas  de   una política menor como IDA con ironía y programa, como la que hicieron los laboristas  frente a un gigante político,  entonces, el pueblo de Madrid el 4 de mayo de 2021 como el británico el 5 de julio de 1945 sabrá distinguir a quien usa la palabra libertad  a boca llena sin creer en ella,  de quien  como Ángel Gabilondo, ganador de las elecciones y leal al gobierno de su adversaria en esta pandemia, pondrá las instituciones al servicio de los madrileños con un programa de progreso muy serio, aunque sea un poco soso, no elegimos a los gobernantes para divertirnos, y formal como es,  cumplirá. Para los socialistas la libertad  no es una palabra vacía  que arrojar al adversario, sino una condición  necesaria “para ser libres” como respondió Fernando de los Ríos, otro socialista ejemplar, a la pregunta que hace cien años le formuló en Moscú un Lenin triunfante cuando aquél le reclamó las libertades que el pueblo soviético había perdido con la revolución: “¿Libertad, para qué?”, si, para ser libres todos, no solo los que puedan pagársela. Suerte.