Con la ilusión de ver cómo se
va controlando la pandemia en Andalucía y
atento a los nuevos riesgos que asoman por el horizonte, estaba a
punto de escribir sobre el fariseísmo, a
mi juicio, de muchos progresistas que han participado del encarnizado linchamiento, mediático y popular, de las infantas españolas por haber realizado
una acción legal aunque poco estética, que no les gusta porque creen que siendo
hermanas del rey y aunque no tengan sueldo público, deberían ser ejemplares
hasta el sacrificio a cambio de “disfrutar” de escolta policial y del
“privilegio” de poder heredar la corona si se da la carambola, que a mí me
parecen unos castigos insufribles que no aceptaría voluntariamente en ningún
caso. Yo entendería ese criterio moral tan estricto si fueran monárquicos,
porque la acción solo perjudica a su rey
y su causa, o si ellos fueran unos
santos, pero me parece que solo son republicanos declarados que buscan
pretextos para anticipar la caída de lo que consideran un anacronismo, aunque
creo recordar que la república romana fue anterior y por tanto más antigua que
el imperio . Como creo que el tema no me
merece la pena porque no voy a ser quijote de esas damas tan bien escoltadas
por policías bajo el mando del gobierno de coalición progresista, y además, personalmente
me importa una higa el futuro de la monarquía habiendo tantas causas
mejores en las que emplearse, paso a escribir de otro asunto mucho más
interesante que se ha cruzado en el camino.
Ayer fichaba un magnífico
libro que tengo en mi dormitorio, no sé
si era de mi padre, de mi suegro o de las compras que hacía de vez en cuando en
librerías de viejo, se trata de HISTORIA DE POLONIA de M. Luzscienski editada en septiembre de 1945 por Surco de
Barcelona. Lo poco que sé de ese país lo aprendí en ese libro, en otro con
bellas fotografías, POLONIA, de 1975 que me regaló una visita polaca y lo que
me ha contado mi sobrino Alejandro que estuvo todo un curso de Erasmus ya en
este siglo. Yo creía que el autor era un intelectual polaco pero tras más de
una hora de búsqueda concluí que no existía, porque no tenía ninguna otra obra
y además no había ninguna edición de este libro en otro idioma, intrigado
reparé en el nombre de la autora de la versión española, María Luz
Morales, que también lo era de otra obra
de la misma editorial sobre la historia de Alemania, aunque en este tomo
figuraba que era traducción de una obra original en francés. De pronto vi la
luz y pensé que M. Luz-scienski era un seudónimo de la misma traductora que en
realidad era quien lo había escrito, y sobre todo cuando vi la insólita
dedicatoria del libro a Wanda Morbitzer: “donde se encuentre, M.L.” ,
porque Wanda fue una polaca que vivió en Barcelona y que destacó en la ayuda a
refugiados judío-polacos y a la
resistencia antinazi, tanto que fue acusada de espionaje a favor de los aliados
y tuvo que huir a Portugal en 1942 y no volvió a Barcelona hasta finales de
1945, debió ser amiga de M. L. y cuando ésta
escribió el libro no sabía dónde se encontraba y añoraba a su amiga.
La historia parecía tan
apasionante que ardía en deseos de contarla, aunque para ello debía confirmarla
y aunque tardé un poco más, el esfuerzo ha merecido la pena porque me ha
permitido conocer a una mujer excepcional nacida en 1889 en Galicia y que
trabajó como periodista y fue una polígrafa incansable; directora de la revista
HOGAR Y MODA desde 1921, creó el suplemento mensual LECTURAS y otro dedicado a
LABORES DEL HOGAR que siguen publicándose en la actualidad; entre 1926 y 1934
colabora con EL SOL escribiendo una página semanal sobre mujer, niños y hogar y
con LA VANGUARDIA iniciando en 1924 una sección de crítica cinematográfica, quizá la primera de España, firmada con el seudónimo galdosiano de “Felipe
Centeno” , más adelante consigue ya
hacer la crítica teatral, que se consideraba un tema más serio y con su firma; en 1932 realiza una versión
novelada de “Las de Caín”, obra de teatro de los Quintero, escribe una
semblanza de Marie Curie con quien intimó en 1931 y con su hija Eva en la
residencia de señoritas que dirigía María de Maeztu, también gozaron de su
amistad, entre otros, Anna María Dalí, Lorca, Gabriela Mistral, Paul Valery o
André Malraux con quien colaboró en el guion del documental L’espoir(1938)
.
Su relación con Federico fue
casual pero merece ser reseñada porque
retrata bien el carisma de ella y la espontaneidad de Federico que
estaba en Barcelona a finales de 1935 para estrenar con Margarita Xirgu su
“Doña Rosita la soltera” el 12 de diciembre, fue muy mal acogida por la
crítica catalana y de derechas en general, salvo por María Luz que la alabó con entusiasmo el 14 de diciembre en
su reseña. Federico, como era él, se presentó sin avisar en su casa el día
15 para llevarle el libro dedicado: “de
parte de doña Rosita” y charlar unas
cuantas horas con ella seguramente de teatro y de Anna María Dalí, amiga de ambos.
Pese a ser una de las mejores plumas de La
Vanguardia, como era mujer ganaba solo
600 pesetas al mes, mientras sus compañeros equivalentes de redacción ganaban como
mínimo 800 pesetas. Tras el golpe del 18
de julio de 1936 y la huida del director de La Vanguardia por el riesgo cierto
de ser asesinado, el periódico es intervenido por la Generalitat, aunque al
mando real lo tiene un comité obrero CNT-UGT;
necesitaban un director y la eligieron a ella
que pese a ser católica, conservadora y la única mujer, gozaba de gran
prestigio por su honestidad profesional y aceptó un nombramiento provisional
para salvaguardar el trabajo de más de 400 compañeros. A los 6 meses y
restablecido un poco el control gubernativo fue sustituida por un periodista que ella
propuso. Al final de la guerra, por haber sido una compañera honrada, fue
encarcelada, expedientada y expulsada de la profesión, por eso escribió muchos libros
divulgativos con varios seudónimos (Jorge Marineda, Ariel,…) en varias
editoriales, hasta que fundó SURCO para
poder firmar con su nombre y donde está publicado el libro en cuestión.