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sábado, 6 de marzo de 2021

MARÍA LUZ MORALES, UNA PIONERA neonormalidad 44

 


Con la ilusión de ver cómo se va controlando la pandemia en Andalucía y  atento a los nuevos riesgos que asoman por el horizonte, estaba a punto de  escribir sobre el fariseísmo, a mi juicio, de muchos progresistas que han participado del encarnizado linchamiento, mediático y popular, de las infantas españolas por haber realizado una acción legal aunque poco estética, que no les gusta porque creen que siendo hermanas del rey y aunque no tengan sueldo público, deberían ser ejemplares hasta el sacrificio a cambio de “disfrutar” de escolta policial y del “privilegio” de poder heredar la corona si se da la carambola, que a mí me parecen unos castigos insufribles que no aceptaría voluntariamente en ningún caso. Yo entendería ese criterio moral tan estricto si fueran monárquicos, porque la acción solo perjudica a  su rey y su causa,  o si ellos fueran unos santos, pero me parece que solo son republicanos declarados que buscan pretextos para anticipar la caída de lo que consideran un anacronismo, aunque creo recordar que la república romana fue anterior y por tanto más antigua que el imperio  . Como creo que el tema no me merece la pena porque no voy a ser quijote de esas damas tan bien escoltadas por policías bajo el mando del gobierno de coalición progresista, y además, personalmente me importa una higa el futuro de la monarquía habiendo tantas causas mejores en las que emplearse, paso a escribir de otro asunto mucho más interesante que se ha cruzado en el camino.

Ayer fichaba un magnífico libro  que tengo en mi dormitorio, no sé si era de mi padre, de mi suegro o de las compras que hacía de vez en cuando en librerías de viejo, se trata de HISTORIA DE POLONIA  de M. Luzscienski  editada en septiembre de 1945 por Surco de Barcelona. Lo poco que sé de ese país lo aprendí en ese libro, en otro con bellas fotografías, POLONIA, de 1975 que me regaló una visita polaca y lo que me ha contado mi sobrino Alejandro que estuvo todo un curso de Erasmus ya en este siglo. Yo creía que el autor era un intelectual polaco pero tras más de una hora de búsqueda concluí que no existía, porque no tenía ninguna otra obra y además no había ninguna edición de este libro en otro idioma, intrigado reparé en el nombre de la autora de la versión española, María Luz Morales,  que también lo era de otra obra de la misma editorial sobre la historia de Alemania, aunque en este tomo figuraba que era traducción de una obra original en francés. De pronto vi la luz y pensé que M. Luz-scienski era un seudónimo de la misma traductora que en realidad era quien lo había escrito, y sobre todo cuando vi la insólita dedicatoria del libro a Wanda Morbitzer: “donde se encuentre, M.L.” , porque Wanda fue una polaca que vivió en Barcelona y que destacó en la ayuda a refugiados judío-polacos  y a la resistencia antinazi, tanto que fue acusada de espionaje a favor de los aliados y tuvo que huir a Portugal en 1942 y no volvió a Barcelona hasta finales de 1945, debió ser amiga de M. L.  y cuando ésta escribió el libro no sabía dónde se encontraba y añoraba a su amiga.

La historia parecía tan apasionante que ardía en deseos de contarla, aunque para ello debía confirmarla y aunque tardé un poco más, el esfuerzo ha merecido la pena porque me ha permitido conocer a una mujer excepcional nacida en 1889 en Galicia y que trabajó como periodista y fue una polígrafa incansable; directora de la revista HOGAR Y MODA desde 1921, creó el suplemento mensual LECTURAS y otro dedicado a LABORES DEL HOGAR que siguen publicándose en la actualidad; entre 1926 y 1934 colabora con EL SOL escribiendo una página semanal sobre mujer, niños y hogar y con LA VANGUARDIA iniciando en 1924 una sección de crítica  cinematográfica, quizá la primera de España,  firmada con el seudónimo galdosiano de “Felipe Centeno” ,  más adelante consigue ya hacer la crítica teatral, que se consideraba un tema más serio y  con su firma; en 1932 realiza una versión novelada de “Las de Caín”, obra de teatro de los Quintero, escribe una semblanza de Marie Curie con quien intimó en 1931 y con su hija Eva en la residencia de señoritas que dirigía María de Maeztu, también gozaron de su amistad, entre otros, Anna María Dalí, Lorca, Gabriela Mistral, Paul Valery o André Malraux con quien colaboró en el guion del documental L’espoir(1938) .

Su relación con Federico fue casual pero merece ser reseñada porque  retrata bien el carisma de ella y la espontaneidad de Federico que estaba en Barcelona a finales de 1935 para estrenar con Margarita Xirgu  su  “Doña Rosita la soltera” el 12 de diciembre, fue muy mal acogida por la crítica catalana y de derechas en general, salvo por María Luz que  la alabó con entusiasmo el 14 de diciembre en su reseña. Federico, como era él, se presentó sin avisar en su casa el día 15  para llevarle el libro dedicado: “de parte de doña Rosita”  y charlar unas cuantas horas con ella seguramente de teatro y de  Anna María Dalí, amiga de ambos.

Pese  a ser una de las mejores plumas de La Vanguardia,   como era mujer ganaba solo 600 pesetas al mes, mientras sus compañeros equivalentes de redacción ganaban como mínimo  800 pesetas. Tras el golpe del 18 de julio de 1936 y la huida del director de La Vanguardia por el riesgo cierto de ser asesinado, el periódico es intervenido por la Generalitat, aunque al mando real lo tiene  un comité obrero CNT-UGT; necesitaban un director y la eligieron a ella  que pese a ser católica, conservadora y la única mujer, gozaba de gran prestigio por su honestidad profesional y aceptó un nombramiento provisional para salvaguardar el trabajo de más de 400 compañeros. A los 6 meses y restablecido un poco el control gubernativo  fue sustituida por un periodista que ella propuso. Al final de la guerra, por haber sido una compañera honrada, fue encarcelada, expedientada y expulsada de la profesión, por eso escribió muchos libros divulgativos con varios seudónimos (Jorge Marineda, Ariel,…) en varias editoriales, hasta que fundó SURCO  para poder firmar con su nombre y donde está publicado el libro en cuestión.

María Luz Morales fue además de gran periodista, muy buena  traductora de francés e inglés, novelista, divulgadora y guionista de cine; poco a poco fue rehabilitada y finalmente con la restauración democrática reconocida como la periodista  pionera que fue. Una gran mujer  en tiempos muy difíciles y yo le rindo homenaje con motivo del 8 de marzo. A ver si conseguimos ya entre todos que las mujeres ocupen la mitad de los sitios buenos sin necesidad de ser excepcionales como lo fue ella.