Hoy quería vencer uno de mis miedos más profundos, que suele protagonizar mis pesadillas más frecuentes: no soporto estar encerrado en un espacio cerrado, sea una habitación en la que no puedo abrir una ventana, una cueva cuya salida sea muy estrecha, una buhardilla con el techo bajo, incluso cuando viajo en avión puedo pasar momentos de pánico, soy claustrofóbico.
Recuerdo que mi primera pesadilla fue al poco de cumplir 16 años tras ver en el cine Góngora de Córdoba, la pelicula LA OBSESIÓN de Roger Corman , el protagonista padece catalepsia y teme ser enterrado vivo, pues bien quería visitar el interior de un submarino y ver si podía estar dentro y lo he conseguido gracias a la ayuda tranquilizadora de Juan.
Esta mañana de viernes tras pasar por 16 estaciones de metro hemos llegado a la Ciudad de las Ciencias y la Industria, En la entrada una sorpresa pues mi nieto tenía que pagar entrada, el único museo de París donde ha sucedido esto y un disgusto luego pues no había plazas para visitar el submarino, son grupos de 30 personas cada cuarto de hora, afortunadamente una joven y amable empleada de al lado que me oyó en mi inconfundible francañol, me pidió en español que me pusiera con ella para preguntarme a continuación que de dónde era e inmediatamente usé la palabra mágica en Francia que es sin duda Seville, la Sevilla de Carmen, de Fígaro, de don Juan. Ella había estado un año de Erasmus en Sevilla y tras entretenerme con conversación en español mientras tecleaba vivamente,...et voila , aparecieron las dos plazas en el turno de las 12, y solo faltaba media hora.
Tras la cola de "rigore" entró nuestro grupo a la exposición previa y allí estaban entretenidos mientras yo hacía mis averiguaciones básicas, la primera ,tranquilizadora, era que se entraba por popa y se salía por proa de forma que tenía dos opciones: ser el primero o el último, para si me daba pánico, nadie, por su bien, me impidiera la huida. Decidí ser el primero y fue fantástico pues no había nadie dentro cuando llegué a la entrada., pude recrearme en los detalles y ser fotografiado.
El resto del museo es horriblemente didáctico y está diseñado para escolares o familias con niños así que dimos una vuelta para comprobar que tienen un montón de vigilantes para complicarte la vida, de qué otra forma se entiende que teniendo un pase global pagado te hagan ir otra vez a taquillas al cambiar en alguna atracción para darte un pase gratis. En fin, cosas napoleónicas.
De nuevo en metro, 17 estaciones, al "Museo del Muelle Branlay- Jacques Chirac", si, así se llama, que vaya nombre para un museo etnográfico, al parecer no se ponían de acuerdo en poner un nombre adecuado a un espacio de arte del mundo no europeo que no sonara imperialista y con aires de superioridad, y como llegaba la hora de la inauguración lo compusieron con el lugar y el presidente que lo impulsó y así se ha quedado.
Es una maravilla en todos los sentidos, para mí el mejor y más interesante de París, obra de Jean Nouvel, arquitecto genial y práctico. Se entra por un pasillo ascendente y sinuoso andando por encima de una corriente de palabras alusivas blancas como si fueras pisando una corriente de agua. Luego, luces tenues y miles de objetos bien colocados de las culturas americanas precolombinas y nativas asiaticas, africanas y de Oceanía . Disfrutamos durante 90 minutos y nos quedamos con ganas de volver, no como en el Louvre. Todo era bueno e interesante incluida un exposición temporal sobre la Missión Dakar- Djibouti( 1931-1933) que hizo ese inmenso recorrido africano de oeste a este, recopilando objetos diversos y material etnográfico grabando músicas, fotos y películas para llenar un museo y más.
Al salir , eran las 4 de la tarde de un bello y soleado día, nos llegamos a la Tour Eiffel donde había colas aún y de allí al hotel atravesando el Campo de Marte lleno de personas sentadas en la yerba comiendo, bebiendo, fumando, ...disfrutando. Un buen día rematado por la noche con dos pintas de cerveza y fish &chips en le Comptoir Moderne un bien ambientado bar cercano con música alta pero controlada por un sonómetro que oscilaba entre 65 y 75 decibelios