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jueves, 21 de noviembre de 2024

AL YADIDA/CASABLANCA/LA MAÂMORA

 




El undécimo dia  escampó y seguimos por la R301 que sigue discurriendo en paralelo a la linea de costa que continúa  siendo acantilada con algunas playas accesibles, en medio zonas de cultivo cercadas con cañas que se extienden también al otro lado. Tomateras en producción, esteros e incluso una pequeña salina. No veo invernaderos pero si el uso de plástico para adelantar el crecimiento de fresas  Así durante unos cincuenta kilómetros , hasta la playa de Sidi Abed, cuando irrumpe un enorme polígono industrial  con su puerto: térmica, cementera, cintas transportadoras, depósitos de gas, camiones alocados...durante unos diez kilómetros hasta los arrabales de Yadida, donde entramos.

Nos dirigimos a la ciudad amurallada portuguesa siguiendo las indicaciones de Google que increíblemente nos lleva por una larga calle comercial  a modo de abigarrado Zoco sorteando con el coche a personas,  puestos y motos que vienen a contramano, eso si muy despacio.

Merece la pena detenerse , curiosear por los puestos y finalmente entrar en el recinto que preparado para los turistas no los tiene, pues el atractivo principal , una grande y preciosa cisterna no está abierta desde hace cuatro años  y los autobuses no acercan a los extranjeros  por lo que las preciosas tiendas y restaurantes de esta parte dormitan mientras la otra bulle. 

Los  portugueses solo estuvieron setenta años en el siglo  XVI, pero le cundió como para completar una fortaleza de piedra y una gran iglesia dedicada a la Asunción de la Virgen con su pila  para el agua bendita y  una espectacular bóveda de madera. Esta advocación de la Virgen gozaba de prestigio  en la época pero no fue hasta 1950 que se declaró dogma de fé: "Que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial."​ (Constitución apostólica Munificentissimus Deus, 1 de noviembre de 1950).

Por autopista de peaje hacia  Casablanca dónde entramos para saludar a la inmensa mezquita de Hassán II y comprobar  que sigue siendo la gran ciudad que trazaron los franceses, aunque debe superar ya los seis millones censados y se nota en el tráfico. 

Por autopista pasamos de largo Rabat y llegamos a la Maâmora  donde nos esperaba José, nuestro amigo.