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viernes, 27 de mayo de 2022

BREVERÍAS 50: EL MUNDO VISTO A LOS 70 AÑOS


Hoy cumplo setenta años y he tenido la osadía de escribir este artículo para celebrarlo con quienes tienen la bondad de leerme. Me ha inspirado el excelente libro de don Santiago Ramón y Cajal:  EL MUNDO VISTO A LOS OCHENTA AÑOS que él publicó en 1934 a la altura de sus 82 años y que subtituló como “impresiones de un arteríoesclerótico”  y cuya lectura recomiendo vivamente pues don Santiago escribía muy bien y tenía muchas cosas que decir.

Admiro a Ramón y Cajal y  desde la diferencia sideral de estatura coincido en muchas de sus valoraciones sobre multitud de temas, incluso en un senil patriotismo: el suyo español, el mío bastante más europeo. ¡Cuánto hubiera disfrutado él de la  España europea en la que hoy estamos!. En algunos aspectos somos muy diferentes, escribió socarrón: “Odio la cerveza, el excitante de los fríos cerebros hiperbóreos”  y a mí me encanta y por el contrario no aprecio el Sauternes y él, con una sobriedad que envidio, solo bebía medio vasito diario de un vinillo blanco de ese estilo, pero cuando dice: “En mí lo difícil no es pensar ,sino cesar de pensar”, me siento retratado, aunque mis resultados sean parvos y los suyos excelsos.

Al poco de nacer yo, cuando era el adorable bebé de la foto, escribió Gabriel Celaya su combativo poema  LA POESÍA ES UN ARMA CARGADA DE FUTURO que me ha acompañado casi siempre desde que  lo oí en la voz única de Paco Ibáñez; hoy recuerdo su inicio, que me sigue inspirando ya descargado de las connotaciones políticas que tenía cuando nos convocaba como un disparo  a la lucha antifranquista, y que hoy  a la altura de los años me viene al pelo : Cuando ya nada se espera personalmente exaltante…

Cuando veo al niño que fui, del que conservo sin duda la voluminosa cabeza, y miro al viejo que soy, me siento feliz recordando la vida que he tenido en la que hay infinitamente más alegrías que penas. La mayoría de las penas se deben a la ausencia de muchas, ya demasiadas, personas queridas, algunas de ellas nos dejaron llenas de vida y sin duda hubieran hecho la mía mucho más agradable, unas pocas se debieron a malas personas que no perdono, pero que ya casi ni recuerdo. Las alegrías son continuas y  se deben  al amor y la amistad de familiares y amigos que me acompañan en esta ya larga singladura que no deseo que acabe nunca, de lo demás  en lo que uno suele afanarse toda la vida no queda casi nada más que unos vagos recuerdos que trato de fijar escribiendo.

Mujer, hijos y nietos siempre están conmigo en un sentimiento tan fuerte que a veces asusta por el miedo a perder o defraudar, que la gran familia de hermanos y descendientes sigamos siendo una tribu unida al calor del recuerdo de nuestros lares es sin duda una suerte, que un familión inmenso de decenas de primos y descendientes sigamos unidos por todo el mundo es increíble, pero que a la vejez haya conseguido hacer amigos nuevos, recuperar a casi todos los que había hecho en mi vida y transformado en amigos a muchos de los que fueron compañeros de estudios o trabajo en los lejanos años de la infancia, juventud o madurez, sólo se puede considerar un milagro que espero disfrutar mucho tiempo. Yo al menos voy a empeñarme en el intento.