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domingo, 13 de abril de 2025

SIEMPRE PARÍS

A punto de cumplirse 60 años de mi primera visita a París con 13 años, estoy de nuevo aquí con mi nieto Juan de 14. Resulta difícil organizar una estancia de una semana sin caer demasiado en los tópicos, acompañando a mi nieto a lo esencial y que a mí también me resulte interesante. Últimamente utilizo una agencia de viajes de Dos Hermanas, asociada a Carrefour, porque me quitan preocupaciones y el asesoramiento de Ana es magnífico. Voy a improvisar mucho, confiando en mi memoria de una ciudad en la que he estado más de diez veces, incluso una de ellas durante una semana en el Colegio de España, no cuento las lecturas  inspiradoras  y las conversaciones con amigas  que la conocen bien. 

Para no olvidar lo importante reservé hace tiempo el miércoles completo para visitar El Louvre y por la noche entradas para un ballet. He sacado un abono de 48 horas de Batobus para  conocer la ciudad desde su eje acuático  y comprado un MuseumPass de cuatro días para entrar a los museos que salgan al paso, si se puede y si la cola resulta que es muy larga pues se va uno a otra cosa, porque París es infinitamente más interesante que sus museos.

El vuelo perfecto, y el traslado al hotel cómodo, de modo que a las 11 estábamos en el metro con nuestras tarjetas Navigo cargadas,3 estaciones, camino de la Tour Montparnasse, porque no había sido posible reservar entrada para la Tour Eiffel en la que pensaba enseñar a Juan a vista de pájaro la ciudad entera, aunque a mí que soy claustrofóbico no me hacían  gracia sus ascensores traqueteantes y lentos; haciendo del defecto  virtud y leyendo un poco encontré la alternativa de una terraza a más de 200 metros de altura con la ventaja de que la panorámica incluía la torre de Eiffel sin la que París no es París. Es mucho más cómodo ir en un ascensor cerrado que en menos de un minuto te sube o te baja, lo recomiendo.

Desde lo alto vimos el  enorme cementerio de Montparnasse y se nos ocurrió pasear por él y buscar las tumbas de Julio Cortázar y de Dreyfus para rendirle el homenaje que merecen. El lugar es para quedarse paseando sin fin.  Un paseo y al metro, 12 estaciones, hasta el museo Carnavalet de historia de la ciudad, pues me parecía que era un buen completo y lo es pues está ordenado por épocas y lleno de detalles  que daría para un día entero, aunque una hora es una dosis razonable para una primera visita con un adolescente que volvía a tener hambre, solo ver el último sillón de Voltaire ya merece la pena.

La comida correcta en un bistró del 86 de la rue Saint- Antoine  y luego andando hasta el Hotel de Ville a ver el jardín dedicado a los héroes de la novena, compañía de republicanos españoles  que liberaron París y el espacio dedicado a Federico García Lorca, sorteando a los rezagados de la maratón.

Cansados, y con nuestros abonos del Batobus y por el Sena hasta la Tour Eiffel y de allí dando un rodeo para ver la copia a escala de la Estatua de la Libertad regresar al hotel para instalarnos, Seguramente salgamos ahora a cenar ligero pero cerca pues se notan los  16,295 pasos que hemos dado.