MIÉRCOLES 6 DE MAYO DE 2020
Ayer la azucena que me regala el
vecino del sur ya tenía abiertas tres inmensas flores, solo falta una por
abrir, que no sé si es una metáfora de nuestro confinamiento, pues cuando esto
empezó la planta acababa de cruzar la frontera entre las dos parcelas y nos ha
acompañado en SILENCIO, con su vigor y exquisito olor, mientras nosotros lo
rompíamos diariamente con nuestros aplausos de las ocho de la tarde que nos
unen con nuestros vecinos, que así se transforman en prójimos (próximos) y lo
mismo cuando se abra la cuarta azucena habremos terminado esta fase de
estar en casa sin casi salir...por ahora.
Mi amiga Ana María escribía,
con la hondura que suele, en su blog de confinamiento: "En
esta situación hay un elemento que me resulta sobrecogedor, se trata del silencio. No hay tráfico, no hay personas caminando en la
calle de un lado para otro, no hay terrazas de bares llenas de gente alegre
charlando y bebiendo ni tampoco niños jugando a grito pelado en la zona de
juegos de la casa y a la que da mi terraza. Todo eso ha quedado sustituido por
un silencio profundo que hace para mí, si cabe, más intensa la sensación de
incertidumbre y la preocupación. Este silencio envuelve también un
sentimiento de tristeza que va arraigando poco a poco. Parece como si el miedo
inicial, que desapareció con la seguridad del confinamiento, estuviera
volviendo ahora, Miedo y tristeza por los enfermos, tristeza por los que están
solos, miedo a quedarme sola, tristeza por los que se ha ido sin estar
acompañados de sus seres queridos, miedo a que se nos vayan así nuestros
mayores, tristeza por los que afrontan ésto bajo condiciones mínimas de
supervivencia, miedo por la magnitud de la pandemia."
El
SILENCIO va desapareciendo de mi barrio y también el miedo, ojalá no nos
estemos precipitando y tengamos que volver enseguida a un nuevo encierro que
será mucho más duro, porque habremos perdido gran parte de la
esperanza y no seremos optimistas sobre nuestro futuro.
El SILENCIO será una de las muchas cosas de este confinamiento que
echaré de menos, otra será sin duda la cita de las ocho para aplaudir junto al
resto de la humanidad. Los aplausos nacieron en los balcones de algunos lugares
de Italia como forma de agradecer a los sanitarios su esfuerzo titánico por
hacer su trabajo con tantas carencias y dificultades, los españoles los
seguimos desde el 14 de marzo de manera casi universal y por eso se extendió la
cita al mundo entero y el agradecimiento a todas las personas que
son imprescindibles para que los demás podamos confinarnos y además una manera
de reforzarnos frente a la adversidad ya que no podíamos besarnos, ni abrazar a
nadie como es nuestra costumbre para mostrar amor, afecto o
consuelo.
Es una prueba estruendosa de que nuestra especie es social y cooperativa
y que solo nos salvaremos si nos salvamos todos juntos, no como quieren los
falsos liberales y los nacionalistas extremos. Por eso como propone, en
una prosa bella y emocionante, Fernando León de Aranoa en su artículo, EL
RITUAL, publicado hoy en El País: "Habrá pasado ya tanto
tiempo que nadie recordará por qué en los barrios de algunas ciudades, a las
ocho de la tarde, se escuchan aplausos aislados, un ritual atávico que sólo los
mayores podrían explicar, pero no lo harán, porque nadie les presta mucha
atención...La memoria es corta, pero la emoción permanece, no se borra. Por eso
cada día, aunque habrá pasado ya algún tiempo, a las ocho de la tarde se
oirán aplausos aislados en algunas ciudades, en algunos barrios", espero
emocionado, ser uno de esos viejos con memoria que junto con sus nietos, dentro
de mucho tiempo, sigamos aplaudiendo a las ocho para recordar que somos
una única Humanidad.