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sábado, 27 de marzo de 2021

#80Guerrita LAS MANOS DEL GUERRA (MI MADRE Y SU ABUELO) neonormalidad 47

 



Leo y escribo, casi siempre,  bajo este original dibujo de Rafael Guerra "Guerrita", mi bisabuelo, que vestido de político da la alternativa, entregándole los trastos de matar, a un anciano Práxedes Mateo Sagasta vestido de luces, que casi me mira de reojo; al veterano liberal le tocó lidiar el toro de 1898, cuando él seguro que ya sabía que era un desastre para España mantener las colonias que ambicionaba el potente imperialismo capitalista norteamericano, pero la opinión pública vivía engañada por una opinión publicada que enardecía un orgullo imperial ridículo que se creía capaz de ganar una batalla que nunca había que haber dado. Esta maravillosa caricatura, bellamente enmarcada posiblemente en el mismo año, y cuyo  autor he tardado casi tres años en descubrir, es el original de una viñeta del algecireño José Lino Román Corzanego que seguramente se publicó en algún periódico de ese año y que alguien regaló a "Guerrita", a su muerte lo heredó mi abuela Juana y luego mi madre, ambas  lo tenían en lugar preferente y que recuerdo desde niño, para finalmente, por ahora, pasar a mis manos porque  yo tuve la suerte de que me tocara en un sorteo que ella  hizo para repartirnos los recuerdos que conservaba de su famoso abuelo y ahí lo tengo para que me inspire.

Mi madre quería mucho a sus abuelas Natividad y Dolores y a su abuelo Rafael, porque Enrique Salinas, su otro abuelo, falleció cuando tenía solo un mes. Todos ellos influyeron mucho en su infancia y adolescencia pues frecuentaba sus casas y los acompañaba al campo donde solían pasar buenas temporadas con varios de sus nietos, ella se consideraba la favorita de Dolores la viuda del Guerra y a petición de ella la acompañó a Las Cuevas a principios de marzo de 1941  a donde se retiró a continuar el duelo en familia sin las visitas de compromiso que correspondían tras el fallecimiento de un personaje tan carismático.

El lunes pasado recibí del Archivo del Obispado de Córdoba copia digital del acta del  bautismo de mi madre en la parroquia de la Compañía y con alegría descubrí que su padrino fue Guerrita, entonces la condición de padrino era mucho más importante que ahora y seguro que ayudó a forjar su carácter que fue siempre orgulloso y elegante, cariñosa sin empalagos, apreciando a los que lo merecían e ignorando a los despreciables, apasionada y contenida, sabiendo que  no se es más por tener mucho sino por trabajar y ayudar más.

El 30 de marzo de 1941  con 18 años anota en su diario: “Hará cosa de dos meses que no escribo, no por falta de tiempo (que me sobra), sino de ganas. El día 21 hizo un mes que murió abuelo y sin embargo me parece que fue ayer, murió el 21 de febrero a las ocho menos veinte de la tarde, yo no estaba allí pues estaba mala con unas décimas, mis hermanas si estaban. Esa noche estuvimos velando, yo no quise verlo muerto, prefería tener la impresión de él vivo, todavía me parece verlo con su chaquetilla corta y su andar resuelto, pero en un momento que salí a la galería me encontré conque lo llevaban desde su cuarto hasta la capilla y ya no tuve valor de irme y lo vi, yo quisiera explicar lo que pasó dentro de mí al verlo allí, tendido, con los ojos cerrados para siempre, sus manos entrelazadas sosteniendo un crucifijo y no puedo definir que me pasó al verle las manos hinchadas, tan amarillas que parecían de cera y al ver a los fotógrafos, tan tranquilos, no sé, una rabia me dio de verlos haciendo fotografías como la cosa más natural del mundo, si hubiera dependido de mí los hubiera echado. Me fui sin ver a nadie, no quería que me hablaran, porque tenía un nudo que me impedía hablar, pero al llegar al gabinete y preguntarme si lo había visto, no me pude contener y me eché a llorar, quizá fue mejor, pues estaba demasiado nerviosa y eso me alivió.”

Carmen Salinas Guerra, mi madre, sentía orgullo  de ser su nieta y de que más de cien  años después de haberse retirado, no hubiera día en que alguien en algún lugar del mundo que escribe en español lo citara en apoyo de las más diversas causas, como yo le recordaba cada vez que estaba con ella leyéndole alguno de los más de doscientos artículos que llevo recopilados desde hace unos cinco años; nunca olvidó a su abuelo y mucho menos sus céreas manos de difunto.