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martes, 8 de febrero de 2022

BREVERÍAS 31: ASCO ME DA.



Entusiasmado con mis recuerdos de la infancia no quería escribir artículos sobre asuntos políticos, pero tengo un profundo sentimiento de  asco que me obliga a entrar en harina o mejor dicho en el fango. Espero librarme del malestar y no mancharme más de lo necesario.

Creo que la política es una de las  actividades más nobles que puede realizar una persona,  pues supone entregar tu esfuerzo por el bien común a cambio de una retribución económica digna, pero escasa si se compara, lo digo por experiencia. Ya sé que sería pecar de ingenuidad si creyera que todo en la política es altruismo y buen rollo,  y los que me seguís ya me vais conociendo para saber que puedo ser soberbio, elitista e incluso cínico pero no me he caído de un guindo por lo menos desde hace algunos años. El altruismo  en el servicio a los demás  se ejerce por razones diversas: religiosas o cívicas que sirven normalmente para acceder a los puestos base ocupados mayoritariamente por buenas personas, pero no conozco a nadie que haya llegado a ningún puesto de responsabilidad solo practicando esa virtud cívica, ni siquiera a los altares, que están llenos de muchos que destacaron por su poca humildad o caridad cristiana y mucha soberbia y ambición que le fueron imprescindibles para subirse sobre los demás y alcanzar la cima del poder que sea, a veces solo por el placer de estar por encima , pero también, más de lo deseable, para enriquecerse o poder abusar de los más débiles.

En la política, como en la universidad, las empresas, la judicatura o la milicia obviamente hay muchos  de estos ambiciosos y no es que haya demasiados o no más que de los honrados, es que destacan mucho. Nadie habla de un concejal que trabajó unos cuantos años por los demás y luego tranquilamente se retiró a su vida privada sin hacer ruido, a veces incluso empujado por otros para los que era un estorbo en su camino de ascenso y lo curioso es que aunque nos repugnen los ambiciosos  y nos den vergüenza sus tretas, normalmente nos aguantamos hasta que abusan tanto que no podemos soportarlo y saltamos.

Lo ocurrido en la votación de la convalidación en el Congreso de los diputados del real decreto-ley sobre la reforma laboral  es sin duda el paradigma de  un comportamiento repugnante. No me refiero a que determinados partidos no acepten que en este caso, el papel lógico del parlamento  sería refrendar un acuerdo para mejorar las relaciones laborales, pactado con gran esfuerzo por las organizaciones patronales y sindicales con el gobierno y que era necesario para armonizar esta materia con lo que es usual en la Unión Europea. Ni que Vox y PP hayan querido enmendar a las organizaciones empresariales, ni que supuestos partidos de izquierdas, ERC y Bildu, se crean que defienden mejor los intereses de los trabajadores que los sindicatos, ni que un partido serio como el PNV crea todavía que es posible un marco laboral de aldea, ni al hecho de que se aprobara gracias al voto equivocado del diputado Casero que oficialmente era contrario, esas cosas pasan hasta en el fútbol que hay partidos que se pierden por goles marcados en propia meta.

Lo vergonzoso es que Carlos García Adanero y Sergio Zayas, me gusta poner los nombres de los a mi juicio tramposos,  sabiendo que el partido por el que son diputados había decidido que el voto en tan trascendente ocasión debía ser positivo, no solo votaron en contra sino que lo ocultaron deliberadamente hasta el momento de la votación, a sabiendas  de que con su engaño harían perdedora la opción del partido que los puso en lista cerrada. Actuaron como unos auténticos trileros porque ellos sabían que de haberlo hecho público con antelación el resultado hubiera sido otro. Aducir la libertad de votar en conciencia y ocultarlo es de una bajeza moral tan grande que los inhabilita para cualquier desempeño, porque si su voto se debiera a tan noble impulso deberían gallardamente haberlo exhibido. Defiendo el derecho que tienen los diputados a votar en conciencia en contra de las directrices políticas de su partido si así lo estiman, pero con gallardía y honor, de los que estos elementos carecen.

Menos mal que la política, como la vida en general, es “teatro, puro teatro” y como en él existe la justicia poética que hace que el error de Casero haya permitido  dejar sin efecto el daño de los políticos tramposos y repugnantes. Para otro día dejo el hablar de la Iglesia y su cobarde actitud frente a la pederastia que ha tolerado y que me da aún más asco.