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martes, 11 de mayo de 2021

¡QUE SE MUERAN! neonormalidad 55

 



Ese es el grito desesperado que me sale de lo más profundo. Lamentablemente las llamadas a la prudencia no llegan a los descerebrados, jóvenes o viejos, que en uso de su libertad salen a buscar el virus, incluso algunos bromeando en público con ello. Todos sabemos qué debemos hacer para protegernos y proteger a los demás hasta que la pandemia esté controlada y no hacen falta medidas de excepción para hacer lo correcto, salvo que seamos imbéciles .Yo deseo que  esos mal nacidos se infecten y mueran tras un largo sufrimiento, pero no en un hospital, sino en sus casas ahogándose sin remedio.

Hace muchos años, cuando me enteré del horror de los campos de exterminio nazis y de los “gulag” que sembraron por todo el mundo los sanguinarios revolucionarios, deseé la muerte de los responsables aplicándoles el mismo tipo de sufrimiento que sin piedad habían producido para conseguir sus funestos objetivos. No salvaba a ninguno de  los que los ayudaron por obediencia debida, que cobardes ejecutaron sus siniestros cometidos, en vez de haberse alzado contra los tiranos. Contra los que justifican el mal  porque un fin justo, justifica los medios para conseguirlo, yo defiendo el tiranicidio contra ellos.

Cuando fui consciente de que ETA mataba sin más causa que la de imponer su gobierno tiránico, deseaba que a los terroristas les explotaran las bombas cuando las montaban, como alguna vez ocurrió, en un indudable acto de justicia. Confieso que en el franquismo yo había banalizado al terrorismo por el aforismo de que “el enemigo de tu enemigo es tu amigo” y todavía me avergüenzo de ello.

También he deseado la muerte para los que matan a los demás por machismo, racismo o cualquier otro ,-ismo. Cuando oigo que un criminal  ha matado a su pareja, “porque era suya y no podía ser de otro”, para luego suicidarse, fallando casi siempre, he pensado que porque no fue un valiente y se suicidó si la vida no tenía sentido para él, yo lo hubiera comprendido.

No, no soy nada caritativo y no soy partidario de poner la otra mejilla. Estoy harto de enrejar mi casa para que los ladrones sean libres. Estoy harto de pisar mierda porque unos pocos no recogen las de sus perros. Estoy harto de fatuos que ponen a todo trapo la música de sus coches para que todos sepan  que pasa un idiota. Como ciudadano consciente me enfada que las autoridades para controlar a esa minoría de imbéciles  que no respetan la vida de los demás, establezcan limitaciones excesivas para la inmensa mayoría que nos conformamos con un uso moderado de nuestra libertad, sin poner en peligro a nadie. Es verdad que puede que no haya suficiente policía para tanto idiota, ni legisladores hábiles para reprimir con eficacia como se hace con los delitos de tráfico, ni jueces valientes comprometidos con los ciudadanos.

En estos catorce meses no me han defraudado colectivamente ni el personal sanitario, ni el de cuidados a la dependencia, ni los científicos, ni los farmacéuticos, ni los profesores, ni las limpiadoras, ni los basureros, ni los carteros o transportistas, ni las cajeras, ni el resto del personal de los comercios. Tampoco me han defraudado  muchísimas más personas, de otros oficios que han hecho también su trabajo  con responsabilidad y que sería imposible mencionar detalladamente, incluidos muchos políticos y funcionarios que han tenido que bregar con la pandemia.

Sin embargo, hago responsables a los políticos y periodistas que banalizan la libertad  y que incluso la han manoseado para que sirva a sus intereses, ellos son los ideólogos de los imbéciles que usan la libertad para ponernos en peligro de muerte. Como así lo siento, así lo digo: si ellos usan mal la libertad, yo solo la uso para desearles la muerte.