Querida doña Carmen:
Estos días, mientras esperaba
un poco desesperanzado que me llamaran para vacunarme, me he acordado mucho de
ti porque estoy empezando a escribir tu biografía que espero tener lista para
el 13 de noviembre de 2022, cuando todo el familión se reunirá para celebrar tu
centenario y acordarnos de los que ya no estáis.
Hoy, viernes 30 de abril,
recién vacunado he pensado que hace mucho tiempo que no hablaba contigo y no ha
sido por falta de ganas, es que pese a tus esfuerzos y oraciones ya sabes que
no creo en la vida eterna y me parecía un poco inútil. Yo me lo pierdo, como tu decías, porque si es
cierta tu creencia ahora estarás a gusto con tu marido, tus padres, tus
abuelos, tus hermanas, tus amigas y sobre todo tus hijos José María, Nanda y
Juan Pérez, porque lo de estar con Dios, la Virgen y los santos me parece que
no te interesaba tanto, de lo que estoy
seguro es de que estarás vigilándonos a todos los demás, como en tus últimos años
controlabas la plazuela desde tu cierre, sentada en el sillón, para que seamos como tu querías:
”buena gente”; así que aunque sea como
recurso literario he decidido escribirte esta carta.
En primer lugar tengo que darte
una mala noticia y es que cierran el kiosko de los Camacho, al que fuiste fiel
desde que hace cuarenta años desapareció el que teníamos en la puerta de casa, y eso porque era tu inquilino. Isa, Mari y toda su familia te envían un saludo, porque
saben que te hubieras llevado un disgusto, pero que no te preocupes porque Antonio y
Sandra tirarán adelante seguro.
De vez en cuando nos
recordabas orgullosa que habías sido buena estudiante, no es que dudara, compréndeme, pero ahora
he podido comprobarlo al recibir tus expedientes, el del instituto provincial de
Córdoba en el que hiciste los siete años del bachillerato y el de la universidad de Sevilla donde
hiciste el examen de Estado para ingresar en los estudios universitarios. La pena es que
no pudiste seguirlos porque tras la guerra
civil el destino de las mujeres no era ser lo que ellas quisieran ser, incluso ser independientes de los hombres. Tu padre no te permitió estudiar Filosofía y
Letras en Sevilla como hubiera sido tu deseo. Por cierto que me ha resultado
curioso que sentándote mal celebrar tu cumpleaños un día 13, por lo de la mala suerte, figure en el
registro civil que nacieras el 17 de noviembre, pero claro en eso también le dabas la razón a la iglesia
que al inscribir tu bautismo en presencia de tu querido tío Emilio Salinas, el cura de todos los eventos familiares, escribió que naciste el 13.
Con 21 sobresalientes, 6
notables y 6 aprobados en los seis primeros cursos del bachillerato, que hiciste entre 1933 y 1940,
pasaste a séptimo con premio porque la media de tu expediente era de 9,3 sobre 10. Luego el
25 de junio de 1941 te examinaste en Sevilla y tras aprobar pusiste fin a tu
carrera académica oficial porque en la enseñanza privada tuviste a tus hijos de
alumnos a diario, como hoy hacen todos los padres. Por cierto y antes de que se
me olvide, te envío saludos de Julia que es la que me ha conseguido tu
expediente del instituto y que me dice en una nota: “! Qué inteligente y
gran señora era tu madre¡”.
Te hubiera hecho gracia ver de
nuevo tu examen de ingreso, el que hiciste
el 1 de junio de 1933 con 10 años, refleja perfectamente como eras, ni
un borrón y sin faltas de ortografía en el dictado de un párrafo del capítulo XXVI de
la segunda parte de El Quijote, y la cuenta asusta pues se trataba de dividir
72.807,309 entre 8.097 y de hacer la prueba sin un tachón y eso que se hacía con
plumilla mojando en el tintero. Tu firma destaca el apellido Guerra aparte, está claro que te sentías muy
orgullosa de tu abuelo. Que diferente al
examen de ingreso de tu marido que siete años antes y también con 10
años plantó unos cuantos borrones.
El 16 de junio de 1941 era
lunes y fue el día que te matriculaste para
el examen en el viejo caserón de la calle Laraña de Sevilla donde estaba la Universidad y lo mismo tuviste ocasión de ver el inicio de
la cuarta etapa de la tercera vuelta ciclista a España, que empezó a las seis y
veinte en Sevilla para llegar a Málaga ocho horas y veinte minutos después, tras recorrer 212 kilómetros
y si no lo viste, seguro que te diste cuenta porque salió del centro muy cerca
de donde estaban la universidad y la residencia donde parabas.
Creo recordar que me contaste
que llegaste el día anterior por la mañana y me he quedado con las ganas de
preguntarte si fuiste a la gran fiesta
que el domingo 15 por la tarde se celebró en el Alcázar en honor del
grupo femenino de las juventudes hitlerianas que estaba de visita, donde se dieron vivas al Führer y
se cantó el Cara al Sol, sinceramente no lo creo, no te vayas a molestar, o si
asististe a la novillada de Miura que se
celebró en la Maestranza, solo sé porque me comentaste lo de la misa en la Catedral y que paseaste
mucho, muy bien acompañada por un amigo de tus primos y conociéndote un poco lo
más probable es que fueras al cine a ver “La alegre divorciada” con Ginger Rogers
y Fred Astaire en el teatro San Fernando que era lo más evasivo que ofrecía la
cartelera esos días y tú creo que no
querías pensar en el examen de Estado. Tenías 18 años y eras atractiva
y elegante como se ve en el retrato que te acababa de hacer el joven pintor
cordobés Rafael Serrano Muñoz.
Los exámenes escritos fueron
el 25 de junio por la mañana y sospecho
que estuviste en Córdoba en el santo de tu madre y llegaste por la noche del 24 a la
residencia en Sevilla. En tu expediente están guardados los tres exámenes: el de composición que de los tres propuestos tu elegiste hacer el de literatura, el de matemáticas con un
problema en el que había que plantear una ecuación y resolverla y el del latín
que era la traducción del inicio del párrafo 15 de la obra de Marco Tulio Cicerón “De
Senectute”. Como todavía no he podido acceder a las calificaciones que
obtuviste se me ocurrió que tu nieta Carmen, que como sabes es profesora de
literatura, corrigiera el primero y te ha puesto notable, casi un ocho. Tu hijo
favorito, Enrique , matemático, te ha puesto un diez y el de latín lo he corregido yo, ya
que no tenemos ningún profesor de esa especialidad; como hice dos cursos con el hermano Juan y saqué diez en
el examen de reválida con una traducción de
Julio César y para que negarlo, que me atrevo con todo, a mi juicio la tuya está de diez aunque adolece de literalidad
que es el defecto típico de los traductores
escolares como tú o como yo .
Por si no recuerdas de que iba , te pondré la versión más pulida de María Nieves Fidalgo, una experta traductora: “Yo, pensando en mi mismo, encuentro cuatro causas que agravan sobremanera la vejez: -primera, porque aparta de la gestión de todos los negocios. -segunda, porque la salud se debilita. -tercera, porque te priva de casi todos los placeres. -cuarta, porque, al parecer, la muerte ya no está tan lejos”. El texto expresa lo que piensan los jóvenes de la vejez y el propio Cicerón, ya viejo, desmonta en el mismo párrafo, parte de estas afirmaciones sobre todo en lo referido a la gestión de los negocios y el disfrute de los placeres.
Anda que no, mamá, con lo bien que
has llevado tú tus cosas hasta casi el
final y lo que has disfrutado de tu larga vejez. Han pasado ya diecisiete meses y quince días que nos
dejaste huérfanos a tus ya un poco viejos hijos que tratamos de seguir tu ejemplo y como no quiero
ponerme a llorar, que te daba mucho coraje la falta de entereza, me despido de ti
hasta la próxima.