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sábado, 3 de mayo de 2025

PARIS-USA, una historia de amor en peligro

 








París está llena de recuerdos de los Estados Unidos de Norteamérica(USA), desde una preciosa plaza ajardinada  PLACE DES ÉTATS UNIS, con estatuas de Jefferson,  de Whashington con Lafayette y otra de  homenaje a los voluntarios americanos que participaron en la primera guerra mundial, hasta avenidas y calles dedicadas a cinco presidentes americanos, incluso una estación de metro se llama Franklin Delano Roosevelt. Personalmente lo que más me gusta es la maravillosa estatua de  Benjamin Franklin sentado en un precioso jardín entre la calle de su nombre y Trocadero.

La historia de USA no hubiera sido la misma sin Francia que ayudó a los revolucionarios de las colonias americanas a derrotar a la Gran Bretaña desde que declararon la independencia el 4 de julio de 1776 reinando Luis XVI , el que luego fue guillotinado por los revolucionarios franceses que a imitación de los americanos se libraron de la monarquía. La presencia del marqués de Lafayette  fue decisiva en varias batallas contra los británicos y su amistad con los padres fundadores así lo atestigua. Es verdad que las monarquías borbónicas francesa y española ayudaron a los rebeldes para fastidiar a los británicos, pero eso es otra historia. En 1783 en el tratado de Paris  la monarquía británica reconoce la independencia de sus colonias rebeldes, firmada precisamente en París.

Luego cuando el 14 de julio de 1789 los revolucionarios toman la Bastilla, la amistad se consolida entre ambas repúblicas y lo prueba que Napoleón, cuando aún solo era primer cónsul,  en 1803 vendió a los americanos el inmenso territorio de Luisiana, más de dos millones de km2, por 23 millones de dólares. Y lo curioso que ese territorio había sido español, las provincias interiores de Nueva España dominadas es verdad por los indios de las praderas, y  que fueron  cedidas previamente por España a Francia en el tratado de San Ildefonso a cambio de concesiones de dominios franceses en lo que después fue Italia, cosas del imperialismo.

Ese amor entre ambos pueblos alcanzó el culmen con el regalo a USA de la Estatua de la Libertad que pagó el pueblo francés por suscripción popular para conmemorar el centenario de la Independencia. La estatua de 46 metros de altura y 226 toneladas de peso se montó en París el 4 de julio de 1884 y luego despiezada en cajas de madera fue trasladada en barco y montada sobre el inmenso pedestal que también por suscripción popular se había construido en la isla Bedloe donde quedó inaugurada el 28 de octubre de 1886. Hoy esa obra titánica del escultor Bartholdy encajada en una estructura diseñada por Eiffel, soporta a 93 metros de altura la antorcha  que ilumina como el faro del Coloso de Rodas la entrada del puerto de Nueva York enfrente de la isla de Ellis, destino de la emigración europea que hizo grande a USA.

En París hay cinco  réplicas a escala de esa estatua  en lugares destacados: en el exterior del Museo de Artes y Oficios está la mejor pues es la primera versión de la estatua, una copia en bronce a partir del modelo en yeso, luego está la más grande, a escala ¼ en la alameda de los Cisnes, donada por los residentes USA en 1889  por el centenario de la Revolución Francesa, en el museo D’Orsay hay otra que se hizo para la exposición universal de 1900, en el Pont d’Almá hay una réplica de la antorcha y finalmente   de nuevo los residentes americanos financiaron la que está en el  Jardín de Luxemburgo que homenajeaa las víctimas del 11-S del 2001.

El presidente  Woodrow Wilson en  1917 con tropas voluntarias inclinó la balanza del lado francés en la Primera Guerra Mundial y luego él en persona estuvo más de seis meses para la Conferencia de Paz de París, por lo que obtuvo el Premio Nobel de la Paz.

París siempre había atraído a los artistas del mundo y singularmente a los americanos pero tras la Gran Guerra se produjo una rara concentración de escritores conocida como “La generación perdida”, porque al parecer experimentaron un sentimiento de desilusión y pérdida de ideales  tras los horrores de la guerra en la que muchos de ellos habían participado: Hemingway, Gertrude Stein, Scott Fitzgerald, Steinbeck, Faulkner, Jean Rhys, Wolf, T.S. Eliot, Ezra Pound, Sylvia Beach y mi preferido John Dos Passos que vivieron en los locos años veinte en la libertad de París, coincidiendo con artistas de todo el mundo pues París era su meca…entonces. Se dice que el adjetivo de “perdida” se lo dio un tabernero francés harto de las francachelas que organizaban, pero que acrecentó el mito eterno parisino para los americanos de lugar de placer y por eso sigue siendo un destino favorito para el turismo USA.

Tras la segunda guerra mundial  el amor mutuo se consolidó pues es evidente que sin la ayuda americana nunca los franceses se hubieran liberado del yugo nazi, y aunque el General De Gaulle, acertadamente, marcó distancias con el poder militar americano desarrollando su propio arsenal nuclear, que ahora cobra aún más valor dada la política aislacionista de Trump.

Pus bien las locuras de Trump y su falta de respeto están provocando una reacción europea antiUSA y especialmente en Francia... donde más se les quería. Raphaël Glucksmann, eurodiputado francés de Place Publique (un pequeño partido de izquierda) ha lanzado el grito: “¡Devuelvan la estatua de la Libertad!. Fue nuestro regalo para ustedes, pero parece que la están despreciando, Así que ella estará feliz aquí con nosotros”.  Desde la Casa Blanca han respondido desafiantes y ya sabemos que entre el amor y el odio hay solo un paso y poca racionalidad. Por mi parte creo que sería un error que los turistas norteamericanos se sintieran amenazados en Europa y más bien creo que amistosamente deberíamos invitarlos a que vengan para consumir los productos nuestros  que tanto les gustan, pero sin los aranceles que tanto le gustan  "malgré ils" a su presidente.