Hace un mes se destapó quien
estaba detrás de Carmen Mola, la autora
de “La Novia Gitana”. Quise escribir un
artículo sobre el asunto terciando en el
debate de la supuesta suplantación literaria de una mujer por tres hombres, lo
que dio lugar a multitud de chascarrillos entre feministas y antifeministas, de
hecho lo pensaba titular “hombres o mujeres, o viceversa”, sosteniendo la tesis
de que el hecho de que tres hombres
escribieran bajo el nombre de una mujer, era la muestra del avance de las
mujeres en el mundo literario en el que durante siglos tuvieron que ocultarse
tras seudónimos masculinos. Las hermanas Brontë, George Sand, o la simpar
George Eliot cuyo “Viaje por
España”(1867) firmada con su marido recomiendo vivamente. En la España del XIX
era práctica común, hay que recordar a Fernán Caballero y la excepción fue la
soberbia Emilia Pardo Bazán. Luego está
la larga nómina de mujeres que escribían de “negras” para hombres que eran los
que se llevaban la gloria, como fue
María Lejárraga para su marido Gregorio Martínez Sierra. Al fin llegó
Carmen Laforet, Carmen también, y gana
el Nadal en 1944 con NADA y ya nos acostumbramos a ver mujeres escritoras, como en la
antigüedad cuando Safo de Lesbos reinó
en la poesía helénica.
El volcán y sobre todo la
riada que anegó mi casa retrasó el artículo tanto, que otros más urgente se metieron por medio, y el
debate cambió de asunto para centrarse en lo puramente literario, de si una
novela puede ser escrita a tres manos o con un programa de ordenador o como en
mi caso personal si me gusta o no me gusta semejante cosa.
Cuando salió la primera novela, algo me sonó raro porque no había oficialmente
ninguna profesora de matemáticas que se llamara Carmen Mola y el apellido no me era simpático porque el general Emilio
Mola fue el organizador del golpe de estado del 18 de julio y responsable
intelectual de su dureza represiva, no creo que sea casual que en la portada
figure esquemáticamente la cruz de Borgoña, tan querida para los
tradicionalistas. Total que me venía a la cabeza el poema “Mola en los
infiernos” de Pablo Neruda:
“Es arrastrado el turbio mulo
Mola/ de precipicio en precipicio eterno/ y como va el naufragio de ola en ola/
desbaratado por azufre y cuerno,/ cocido en cal
y hiel y disimulo,/ de antemano esperado en el infierno, /va el infernal
mulato, el Mola mulo/ definitivamente turbio y tierno,/ con llamas en la cola y
en el culo”
A pesar de todo esto, un día
en casa de un amigo que tenía el libro empecé a leerlo y efectivamente es una
narración que te atrapa, pero a los pocos minutos tuve que dejarlo cuando el
relato inicial trata de un niño que está encerrado en un almacén con un perro
que le ataca, y se defiende con una pala llegando a detalles morbosos terribles y llegué hasta cuando el perro “empieza a
morderle el tobillo como si fuera un hueso al que hay que sacarle hasta la
última gota de tuétano” que es el colmo del horror y de no saber que es el
tuétano, porque si hay algo peor que lo morboso es que este no sea realista.
Acabo de leer la novela, que
se lee en poco tiempo, para poder dar un
juicio informado. Es atractiva pero tiene un aire “déjà vu” combinando un
relato thriller de la investigación del crimen con detalles sobre el perfil torturado de la
investigadora, con trozos de un relato
siniestro y en cursiva sobre los sufrimientos en el pasado de un niño que se transforma en criminal y así
queda justificado su destino, con un final donde enganchan ambos relatos. Algo
que hemos visto hasta el vómito en la famosa novela negra nórdica. A mi me
recordó mucho a “Los gritos del pasado” de Camilla Läckberg, pero su investigadora Erica Falck es una escritora
simpática felizmente casada , mientras que la inspectora Elena Blanco tiene un
perfil amargado y con una vida sexual
muy de follar, nada que ver con el atractivo Kurt Wallander del maestro
Henning Mankell.
Cada uno es muy libre de
entretenerse como quiera, pero conmigo que no cuenten pese a que me quedo sin
saber que ocurre con el hijo raptado de la inspectora. Lo mismo en forma de
serie de televisión me lo trago. No me ha resultado atractiva, eso sí, si te
pones a leerla no paras pues sus autores le han puesto todos los ingredientes y
aditivos necesarios para resultar adictiva, les auguro mucho éxito y una gran
competencia de otros grupos de guionistas que seguirán sus pasos, hasta que inventen
algoritmos para escribir estas novelas sin necesidad de escritores o…
escritoras.