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martes, 13 de septiembre de 2022

YA LLEGÓ EL OTOÑO



“Llueve,/ detrás de los cristales, llueve y llueve/…” que así comienza Balada de otoño de Antonio Machado  y así anoche acompañado por el agradable sonido de la lluvia intensa que durante un buen rato cayó sobre mi casa y por las cariñosas reclamaciones de  amigas y amigos que tienen la costumbre de leerme, retorno a escribir artículos por si a alguien le interesa.

Este verano ha sido para muchas personas caluroso y desesperante, no tanto por el calor, que también, sino porque este se ha sumado a la guerra, la pandemia, los incendios, la sequía y demás catástrofes que los poderosos y sus medios se empeñan en poner en primer plano para tenernos perpetuamente acongojados, como si nunca hubiera habido ni guerras ni los demás males que nos amenazan continuamente, como si la historia no fuera una perpetua desgracia para los humanos, en palabras del insoportable, a juicio de su madre, Arthur Schopenhauer: ”Cada desgracia separada, tal como se presenta, parece, sin duda, ser algo excepcional, pero la desgracia en general es la regla”.

Lo que parecía no tener fin, porque la primera ola severa de calor fue temprana y larga , a primeros de junio, y que luego fue seguida por otras cada vez más calurosas y desesperantes sobre todo para los que tienen casas pequeñas, finalmente ha terminado con estas maravillosas lluvias que en las últimas horas han regado los secos campos de Huelva y Sevilla. Hoy en la playa dominaban la bajamar los paseantes mayores sin niños, ayer mi nieto menor comenzaba su curso de infantil encantado de ver de nuevo a sus compañeros y dentro de dos días los nietos mayores un poco menos contentos se incorporarán a   la enseñanza secundaria, mis hijos en sus trabajos, que remedio y que no falte y yo disfrutando de este otoño temprano tras un verano que más o menos ha durado tres meses.

El año pasado en el verano tuvimos una colonia de cría de murciélagos en el tejado de la casa. Era digno de verse como salían más de 200 individuos  a comer insectos voladores al atardecer y durante parte de  la noche evolucionaban a nuestro alrededor devorando los molestos mosquitos que suelen afligirnos, se fueron marchando y nos  dejaron por completo a finales de agosto. Como tienen mala fama, nos debatimos sobre la conveniencia de tapar el agujero por donde habían entrado a hacer la colonia, aunque finalmente decidimos que unos animales tan beneficiosos tenían derecho a volver cuando quisieran y por si no tenían mucho sitio pusimos un nido suplementario de corcho, regalo de nuestro amigo Pedro Romero Zarco,  en el largo tronco de una palmera. Pues… no han vuelto este año, como para hacer planes.

Las granadas de la foto son de los cuatro granados que hay en la casa, que este año estamos recogiendo a medida que van abriéndose. Esta cosecha parece que será más abundante que la del año pasado y espero que me dé para exprimirlas y sacar el delicioso zumo que es muy popular en Estambul donde hay  puestos callejeros para exprimirlas en el acto. Sumergido en mis recuerdos lejanos me voy a  las meriendas que hacía en el château de la Bourdiniere cerca de Chartres dónde pasé dos meses de verano en los años 1965 y 1966. Jugábamos al aire libre y disponían en una mesa jarras con leche fría  y una botellas con diversos jarabes para añadir a los vasos y mi favorito se llamaba GRANADINE porque era zumo de granada, es un sabor delicioso y si yo fuera Proust este recuerdo me daría para un libro.

Ya estamos en otoño, una época propicia para recordar y para sentado escribir los recuerdos. Deseo a todos un feliz pasar y que os guste leerme.