“Llueve,/ detrás de los
cristales, llueve y llueve/…” que así comienza Balada de
otoño de Antonio Machado y así anoche
acompañado por el agradable sonido de la lluvia intensa que durante un buen
rato cayó sobre mi casa y por las cariñosas reclamaciones de amigas y amigos que tienen la costumbre de
leerme, retorno a escribir artículos por si a alguien le interesa.
Este verano ha sido para
muchas personas caluroso y desesperante, no tanto por el calor, que también,
sino porque este se ha sumado a la guerra, la pandemia, los incendios, la
sequía y demás catástrofes que los poderosos y sus medios se empeñan en poner
en primer plano para tenernos perpetuamente acongojados, como si nunca hubiera
habido ni guerras ni los demás males que nos amenazan continuamente, como si la
historia no fuera una perpetua desgracia para los humanos, en palabras del
insoportable, a juicio de su madre, Arthur Schopenhauer: ”Cada desgracia
separada, tal como se presenta, parece, sin duda, ser algo excepcional, pero la
desgracia en general es la regla”.
Lo que parecía no tener fin,
porque la primera ola severa de calor fue temprana y larga , a primeros de
junio, y que luego fue seguida por otras cada vez más calurosas y desesperantes
sobre todo para los que tienen casas pequeñas, finalmente ha terminado con
estas maravillosas lluvias que en las últimas horas han regado los secos campos
de Huelva y Sevilla. Hoy en la playa dominaban la bajamar los paseantes mayores
sin niños, ayer mi nieto menor comenzaba su curso de infantil encantado de ver
de nuevo a sus compañeros y dentro de dos días los nietos mayores un poco menos
contentos se incorporarán a la enseñanza secundaria, mis hijos en sus
trabajos, que remedio y que no falte y yo disfrutando de este otoño temprano
tras un verano que más o menos ha durado tres meses.
El año pasado en el verano
tuvimos una colonia de cría de murciélagos en el tejado de la casa. Era digno
de verse como salían más de 200 individuos a comer insectos voladores al atardecer y durante
parte de la noche evolucionaban a
nuestro alrededor devorando los molestos mosquitos que suelen afligirnos, se
fueron marchando y nos dejaron por
completo a finales de agosto. Como tienen mala fama, nos debatimos sobre la
conveniencia de tapar el agujero por donde habían entrado a hacer la colonia,
aunque finalmente decidimos que unos animales tan beneficiosos tenían derecho a
volver cuando quisieran y por si no tenían mucho sitio pusimos un nido suplementario
de corcho, regalo de nuestro amigo Pedro Romero Zarco, en el largo tronco de una palmera. Pues… no
han vuelto este año, como para hacer planes.
Las granadas de la foto son de
los cuatro granados que hay en la casa, que este año estamos recogiendo a medida
que van abriéndose. Esta cosecha parece que será más abundante que la del año
pasado y espero que me dé para exprimirlas y sacar el delicioso zumo que es muy
popular en Estambul donde hay puestos
callejeros para exprimirlas en el acto. Sumergido en mis recuerdos lejanos me voy
a las meriendas que hacía en el château
de la Bourdiniere cerca de Chartres dónde pasé dos meses de verano en los años
1965 y 1966. Jugábamos al aire libre y disponían en una mesa jarras con leche
fría y una botellas con diversos jarabes
para añadir a los vasos y mi favorito se llamaba GRANADINE porque era zumo de
granada, es un sabor delicioso y si yo fuera Proust este recuerdo me daría para
un libro.
Ya estamos en otoño, una época propicia para recordar y para sentado escribir los recuerdos. Deseo a todos un feliz pasar y que os guste leerme.