Hemos iniciado el día caminando hacia Les Invalides, gigantesco complejo del XVII-XVIII dedicado a Napoleón y "la gloire militaire", a la que los franceses parecen muy aficionados. Quién no haya visitado la tumba de Napoleón no puede hacerse una idea de la importancia que esta nación otorga al personaje y a los militares que han florecido antes y después de él. Me resulta increíble que la nación que hizo la Revolución y los derechos del hombre celebre mucho más lo militar que lo civil.
En París casi todas las avenidas y bulevares principales llevan nombres de militares o de batallas que a mí me parecen de segunda o inventadas para inflar el orgullo patrio y si, también Pasteur, Lavoisier, Voltaire o Pascal tienen sus calles pero menos importantes.
Llegamos a la entrada sur de los Invalidos a las 10:15 y nos encontramos con un aviso de que esa entrada estaba cerrada hasta las 14 y que había que ir a la norte bordeando el complejo, , aproximadamente un kilómetro, para de nuevo atravesar el complejo de norte a sur para sacar los tickets y finalmente entrar al mausoleo napoleónico. Un disparate organizativo que no tiene más justificación que hacerte andar.
Un poco cabreado andaba por el lado este cuando vi que se pasaba muy cerca del Museo Rodin y a él nos fuimos, un acierto que me quitó inmediatamente el malhumor, pues es un lugar precioso lleno de obras de arte de Auguste Rodin o de otros artistas como Van Gogh, Monet, Renoir ...y al menos una soberbia escultura realizada por Camille Claudel, amante del artista injustamente opacada. Aunque ya lo conocía, al deambular sosegadamente se descubren más detalles que no habías visto. El jardín es soberbio, y un poco frío por los enormes castaños de Indias que abundan y dan sombra oscura matizada ahora por las abundantes flores blancas que desarrolla en primavera y como no había bulla, mi nieto me fotografió apareciendo en un hueco entre los Burgueses de Calais, que me hacía ilusión. Muy recomendable.
Ya en Los Invalidos, el monumental edificio que sirve de mausoleo al enorme sarcófago de cuarcita roja de Carelia de "Le Petite caporal" como cariñosamente lo llamaban sus soldados. Esa roca es lo más parecido que el arquitecto Visconti encontró al pórfido rojo que se usaba para encerrar a los faraones una vez embalsamados y que le pareció que era lo menos que merecía el que como Julio César traicionó a la República para ser dictador. Nicolás I, zar de todas las Rusias regaló el peñasco encantado sin duda de que una piedra rusa encerrara para siempre al emperador francés. Todo es espectacular y merece la pena recrearse en los diez magníficos bajorrelieves de Simart, dedicados a glosar los verdaderos méritos del consul que no son los bélicos. Curioso fue descubrir que en el Domo entre sus generales y en una gran capilla está la tumba monumental de un rey de España , José Napoleón primero, el hermano que hizo rey de España durante 5 años y que tan buen gobernante fue, aunque al acabar en 1813 robó las joyas de los reyes de España de las que hizo buen uso en su exilio dorado de casi treinta años en New Jersey ( hoy en la América de Trump) .
Descansamos en la catedral de San Luis de los Invalidos y mientras veíamos bandera conquistadas una organista tocaba el gran órgano.
En el complejo disfrutamos de un museo de maquetas y fortalezas que hay en la tercera planta, arte que me apasiona, aunque ninguna es de la perfección que la que enseñan en Cadiz. En la segunda una exposición sobre la Resistencia y el exilio a la que volveré otro día y en la primera planta una colección enorme de uniformes y armas. Algo más nos dejamos para otra vez y en metro nos fuimos para el Arco de Triunfo. Mañana continuaré