La sexta jornada empezó pronto porque el dolor de la cadera me dió la noche, sobre todo porque impedía mi postura favorita, Como no estaba dispuesto a rendirme, tras el desayuno me llegué a una farmacia y compré comprimidos de 600 mg de Ibuprofeno que a la dosis recomendada no es que te quite el dolor es que no lo sientes.
Unos 360 kilómetros separan Ouzarzate de Merzouga por buenas carreteras atravesando el valle del Dadés, rio que nace en el Anti Atlas en los neveros de sus cumbres de cuatro mil metros y que se suma al Draa, el río más largo de Marruecos, hace frontera con Argelia y tras desaparecer cientos de kilómetros desemboca en el Atlántico.
El valle está vivo gracias al turismo, el agua, la agricultura y la producción de energía eléctrica termosolar y fotovoltaica. Me llena de esperanza la presencia continua de escolares, ellas y ellos, de todas las edades, bien vestidos y equipados en las travesías de las poblaciones y contrasta con las de muchas mujeres veladas.
Nos hemos desviado para ver la garganta del Dadés que merece la pena con paredes de piedra de gran belleza. Cerca de nuestro destino observamos los respiraderos de varias khetaras: túneles de varios kilómetros que con una ligera pendiente llevan agua de los acuíferos hasta las poblaciones de este pre-desierto desde hace muchos siglos, aunque ya hay pocas en uso.
Cerca de Merzouga está nuestro alojamiento al pie del ERG CHEBBI, un mar de dunas que mañana visitaremos.
Llevamos recorridos casi dos mil kilómetros y hemos llegado al extremo más al sur y al oeste de este viaje y nos quedan otros tantos para volver sin repetir casi ningún trayecto, pues tan importantes como los destinos son los caminos.