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martes, 20 de abril de 2021

SOLDADOS DE USAR Y TIRAR neonormalidad 51


A punto de estar desesperanzado en este estado de esperanza sin fin en el que vivo, aguardando que me pongan una vacuna que no acaba de  llegar. Mis seres queridos más mayores ya se han vacunado o están vacunándose y muchos de los menores también, me entero que Manuel Arroyo, un antiguo compañero de Canal Sur, con el compartí la aventura marroquí de aquella empresa, ha publicado el libro que titula este artículo.  Me apresuré a comprarlo en Amazon , donde ha sido editado, y lo he leído casi del tirón pues está muy bien escrito.

Los que tenéis la paciencia de seguirme y leéis  semanalmente lo que escribo, ya sabéis que soy un convencido de la necesidad de que se escriba de nuevo la historia sobre la base de la vida de la gente corriente, y no como se acostumbra a partir de la vida de los ricos y famosos o de los poderosos, tanto me da. La historia que conocemos suele ser una sucesión de hechos y hazañas de reyes, generales o caudillos, participando en batallas, invasiones o en matrimonios forzados para conseguir los mismos fines, que suelen estar más cerca de la ambición y de la avaricia  de unas pocas familias que del bienestar de la mayoría de los seres humanos, aunque siempre las guerras se dice que se hacen al servicio del pueblo, de la patria o peor aún a causa de alguna fe , maldita sean.

Todas las guerras son un horror y en mi opinión no están justificadas, salvo quizá las de independencia contra un poder extranjero o las civiles contra un régimen tirano, real, no supuesto, ni inventado o fabricado exprofeso, , como bien decía Pablo Iglesias en su discurso del  7 de julio de 1910  en su alegato contra uno de los episodios de esta misma guerra de África que se describe en la novela. Toda guerra es una carnicería humana en la que los pobres suelen poner la carne y los ricos y poderosos llevarse los beneficios, por eso me parecen abominables y aunque puedan estar trufadas de heroísmo y sacrificios normalmente los honores son para los poderosos y los sufrimientos para la gente corriente, como nosotros.

Manuel Arroyo Durán, tuvo un abuelo, Manuel Arroyo Castro, que nacido con el siglo XX y pese a tener mujer y dos hijos fue reclutado, no pudo pagar para no ir, y embarcó en el puerto de Sevilla para hacer de comparsa en la terrible guerra que los gobiernos españoles se empeñaron en hacer para “vengar” el desastre de las pérdidas coloniales en otros territorios que culminaron en 1898.  Tres años, casi, estuvo allí, y como era tipógrafo y culto, como solía ser ese gremio, escribió lo que vio, incluido poesías; con ese material celosamente guardado por su familia y una muy seria investigación del periodista de raza que nunca dejará de ser aunque ahora esté jubilado, ha construido un relato en el que su abuelo vuelve a vivir y nos cuenta lo que vivió.

Esta guerra de África fue la guerra de mis abuelos, que no fueron a ella porque tenían dinero para pagar;  y que fue la cuarta que hubo desde que O’Donnell nos metió en la primera de 1859 a 1860 para mantener las ciudades de Ceuta y Melilla expandiendo el dominio territorial en parte del sultanato de Marruecos;  la segunda 1893-1894 fue  para mantener Melilla frente a los ataque de los rebeldes rifeños y que tuvo sus dos militares condecorados con la Cruz Laureado de San Fernando: el capitán Picasso y el teniente Primo de Rivera, el primero autor del informe  que aclaró el desastre y corrupciones de la tercera guerra y el segundo fue el dictador militar que organizó la cuarta; la tercera en 1909 para proteger la explotación minera del Rif y que generó la Semana Trágica; finalmente la cuarta y masiva para vengar el desastre de Annual.

Estas guerras destrozaron a los españoles y sobre todo a los rifeños que orgullosamente pusieron miles de muertos en las acciones bélicas para beneficio de corruptos fueran políticos o militares como  bien denunció el expediente Picasso.  El glorioso ejército español bombardeó  hasta con gas mostaza a la población civil  y puso los cuellos de sus soldaditos para que los rifeños desfogaran su cólera y odio. Mientras en la Península los familiares lloraban a sus hombres enterrados Dios sabe dónde.

Estas guerras crearon un gigantesco ejército que llegó a tener más de un cuarto de millón de hombres que consumía el cincuenta por ciento del presupuesto español con casi más generales que sargentos, para que al final  ese ejército obtuviera su triunfo más señero contra el pueblo al que decía servir, con el golpe de estado del 18 de julio de 1936 que tuvo las consecuencias de todos conocidas, porque fue la guerra de nuestros padres que sembró España de fosas repletas de cadáveres sin identificar y el origen de la dictadura franquista que los españoles supimos resolver brillantemente con el acuerdo de la Constitución Española de 1978, solo se nos olvidaron los muertos de las cunetas.

Hay que escribir la historia desde el punto de vista de la gente corriente que son quienes la sufren, a ver si así no la repetimos y por eso recomiendo la lectura de este libro que tan brillantemente ha escrito Manuel Arroyo, hijo de Manuel Arroyo, sobre su abuelo Manuel Arroyo.