Nuestro vuelo de vuelta sale a las 16:40 y nos recomiendan salir del hotel a las 12:30, pues nunca se sabe los embotellamientos ( bouchons) que te puedes encontrar y efectivamente tuvimos uno a causa de un accidente. Recoger el equipaje es más fácil que hacerlo pero lleva su tiempo, total que cuando acuerdas solo puedes dar un paseo y decidimos ir en metro a Trocadero para hacer a mi nieto una foto parecida a la que le hizo Heinrick Hoffmann a Hitler el 23 de junio de 1940, en un lugar simbólico de dominio de la ciudad.
Paseamos por el lugar curioseando en dos museos, en el de Marina sin entrar pero a fotografiar el equipamiento de buzo de profundidad que parecía una escultura y en el de Arquitectura, al lado del Teatro de Chaillot, para pasear entre las copias en yeso envejecido de tímpanos y portadas de edificios religiosos medievales de toda Francia, al parecer una iniciativa del XIX para " conservar" joyas antes de ser destruidas por la revolución o el progreso.
Finalmente saludamos al viejo Benjamín Franklin, sentado en el jardín de Yorktown, en recuerdo de la última y decisiva batalla que puso fin a la revolución americana, él que tanta ayuda obtuvo para ella de la monarquía borbónica y fue clave en la intervención de Lafayette y sus tropas en la guerra americana, para fastidiar a los británicos.
De vuelta a Sevilla el podómetro registra que hemos dado 104.000 pasos en París, donde siempre hay que volver, aunque sería mejor ver menos museos y vivir más la ciudad luz.