Aunque uno viva retirado del
mundanal ruido en una agradable casa de
un barrio residencial de Lepe,
maravillosamente casi vacío fuera del verano, la desigualdad entre los seres
humanos no deja de afectarme pese a que yo
no la sufra personalmente, porque
mientras escribo sobre ella sé que crece de manera exponencial en todo el
mundo. El otoño va avanzando lentamente y el ábrego nos ha traído aquí casi
treinta litros de lluvia en lo que llevamos de mes de octubre, hace falta mucho
más pero se agradece porque ha eliminado el polvo sahariano que teníamos en
suspensión y que ahora se ha depositado abonando los campos. Vivo rodeado de viviendas vacías casi todo el
año y de miles de invernaderos que han transformado la zona en una de las
huertas de Europa, otorgando sus beneficios a muchos vecinos, aunque el reparto
es muy injusto, basta ver los miles de magrebíes y subsaharianos que con su
trabajo mal pagado lo han hecho posible y que malviven en chabolas de plástico,
sin agua corriente, ni electricidad, ni otros servicios necesarios. Hace falta
estar muy ciego para no ver la extrema desigualdad en la que nos hemos
acostumbrado a vivir. Ya sé que estos inmigrantes que están aquí, llegaron
voluntariamente tras sufrir penalidades inimaginables y soportan todo desde su
juventud y fuerza para enviar dinero a sus familias que carecen de lo
necesario, porque en sus países no tienen futuro.
La desigualdad es sin duda una de las características de las
sociedades en las que vivimos y debemos reconocer que nos hemos acostumbrado a
ella como si fuera inevitable, como si
fuera natural que unos tengan de sobra para derrochar o acumular y a
otros les falte de todo. Incluso hay quienes creen que la desigualdad es fruto
de la libertad y motor del progreso y que solo se debe corregir en lo
imprescindible para que los menos
favorecidos, así hablan, como si fuera una cuestión de suerte, puedan sobrevivir mientras cambia su suerte.
Los bienintencionados contribuimos a través de múltiples iniciativas solidarias
a paliar la insoportable desigualdad, hasta el gobierno progresista de España desarrolla
políticas, con la ayuda de la Unión europea, para hacer más tolerable el efecto
demoledor de la evolución económica sobre gran parte de los españoles, nuestros
conciudadanos, incluso aunque tengan trabajo, porque los sueldos han disminuido
su poder adquisitivo. Pero nada es suficiente y año a año los datos demuestran
que cada vez más unos pocos se hacen inmensamente ricos, cada vez más ricos,
mientras la mayoría se empobrece.
No quiero ni pensar lo que
pasaría si tuviéramos un gobierno de derechas cuya única estrategia económica es bajar los impuestos a los más
ricos para que milagrosamente estos inviertan y
haya prosperidad para todos, como si no se supiera que no hay recursos
para un crecimiento económico sin límites en el que creen para creer empleo y
de esa forma que la riqueza sobrante llegue a los más pobres, como si todo
fuera automático y no tuviera nada que ver con la política
Soy muy de Piketty y su gruesa
monografía de 2019, CAPITAL E IDEOLOGÍA, con más de 1.200 páginas me ayudó a comprender perfectamente
que la desigualdad es consecuencia de una determinada organización social que
puede cambiarse y que de hecho ha ido cambiando a lo largo de la historia y que
no es un sino trágico de la humanidad a causa de nuestra naturaleza. Para mi ha
supuesto la superación teórica del marxismo y del liberalismo y me gustó tanto
que le escribí para pedirle que hiciera un resumen más didáctico y breve que
pudiera llegar a más gente; al parecer tuvo muchas peticiones de lectores y en
2021 publicó BREVE HISTORIA DE LA IGUALDAD, un resumen de unas 350 páginas, suficientes para entender
lo fundamental de su tesis, el origen de
la desigualdad y como hacer una sociedad más igualitaria avanzando
decididamente por la senda trazada por la socialdemocracia en la segunda mitad
del siglo XX .
Desde que soy adulto me he sentido “
socialista a fuer de liberal”, que tomé
prestado de Indalecio Prieto, de ese liberalismo nacido de la revolución
francesa con liberté , pero también con egalité y fraternité. Convencido que
sin libertad no merece la pena vivir si no es
para conseguirla y que sin igualdad para todos, la libertad no es verdadera. El doctrinarismo
socialista-comunista del siglo XX adolecía
de males tan evidentes para la libertad que
solo la praxis liberal primero y luego socialdemócrata supieron resolver en medio de la tensión entre el capitalismo y
las dictaduras marxistas, consiguiendo la etapa más justa de la humanidad. Tras
la caída de la URSS el capitalismo triunfante ha querido arrasar con todo y avanza
decididamente con nuevas técnicas de seducción y consumismo popular creando
un montón de maravillas, la mayoría
superfluas, y una insoportable , para
mí, desigualdad que sigue creciendo sin que nadie le ponga freno con la ayuda
de paraísos fiscales y tolerancia política, como si fuera inevitable.
Nunca en la historia de la
humanidad tan pocos han acumulado tanto y encima gozando del aparente aprecio
popular, nombres como Elon Musk o Jeff Bezos y a otro nivel Amancio Ortega o
Juan Roig y otros miles de ricos, acumulan más riqueza que el 90 % de la humanidad,
porque hemos creado sociedades que protegen y favorecen esta acumulación
privada de la riqueza sin mecanismos de
redistribución eficaces que no estén basados en la caridad o benevolencia de
los que tienen de sobra o en medidas paliativas de los gobiernos para que la
desigualdad no se los lleve por delante.
Es hora de cambiar de política
y garantizar una vida buena a toda la humanidad extendiendo el estado del
bienestar “desde la cuna hasta la tumba” y para ello hace falta mucho dinero
que está hoy en las carteras equivocadas. Hay que avanzar en una política
fiscal justa y redistributiva de la que nadie pueda escapar porque en ningún
lugar del mundo habrá refugios para los criminales defraudadores, ni lugares para
las empresas con menos carga impositiva.
Todos deben gozar de un ingreso mínimo vital suficiente para cubrir las
necesidades básicas que no cubran los servicios públicos necesarios. Deben
estar limitados los salarios máximos y los mínimos para que no haya diferencias
escandalosas. La acumulación de riqueza debe estar limitada y las herencias
deben tributar para que lo que se ha acumulado en una sociedad beneficie a
todos sus miembros y no solo a los descendientes de los que tuvieron fortuna. Todo esto
es posible si se lucha para conseguirlo.