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jueves, 27 de octubre de 2022

LA INSOPORTABLE DESIGUALDAD

 



Aunque uno viva retirado del mundanal ruido en una agradable casa de  un barrio residencial  de Lepe, maravillosamente casi vacío fuera del verano, la desigualdad entre los seres humanos no deja de afectarme  pese a que yo no  la sufra personalmente, porque mientras escribo sobre ella sé que crece de manera exponencial en todo el mundo. El otoño va avanzando lentamente y el ábrego nos ha traído aquí casi treinta litros de lluvia en lo que llevamos de mes de octubre, hace falta mucho más pero se agradece porque ha eliminado el polvo sahariano que teníamos en suspensión y que ahora se ha depositado abonando los campos.  Vivo rodeado de viviendas vacías casi todo el año y de miles de invernaderos que han transformado la zona en una de las huertas de Europa, otorgando sus beneficios a muchos vecinos, aunque el reparto es muy injusto, basta ver los miles de magrebíes y subsaharianos que con su trabajo mal pagado lo han hecho posible y que malviven en chabolas de plástico, sin agua corriente, ni electricidad, ni otros servicios necesarios. Hace falta estar muy ciego para no ver la extrema desigualdad en la que nos hemos acostumbrado a vivir. Ya sé que estos inmigrantes que están aquí, llegaron voluntariamente tras sufrir penalidades inimaginables y soportan todo desde su juventud y fuerza para enviar dinero a sus familias que carecen de lo necesario, porque en sus países no tienen futuro.

La desigualdad es  sin duda una de las características de las sociedades en las que vivimos y debemos reconocer que nos hemos acostumbrado a ella como si fuera inevitable, como si  fuera natural que unos tengan de sobra para derrochar o acumular y a otros les falte de todo. Incluso hay quienes creen que la desigualdad es fruto de la libertad y motor del progreso y que solo se debe corregir en lo imprescindible para que  los menos favorecidos, así hablan, como si fuera una cuestión de suerte,  puedan sobrevivir mientras cambia su suerte. Los bienintencionados contribuimos a través de múltiples iniciativas solidarias a paliar la insoportable desigualdad, hasta el gobierno progresista de España desarrolla políticas, con la ayuda de la Unión europea, para hacer más tolerable el efecto demoledor de la evolución económica sobre gran parte de los españoles, nuestros conciudadanos, incluso aunque tengan trabajo, porque los sueldos han disminuido su poder adquisitivo. Pero nada es suficiente y año a año los datos demuestran que cada vez más unos pocos se hacen inmensamente ricos, cada vez más ricos, mientras la mayoría se empobrece.

No quiero ni pensar lo que pasaría si tuviéramos un gobierno de derechas cuya única estrategia  económica es bajar los impuestos a los más ricos para que milagrosamente estos inviertan y  haya prosperidad para todos, como si no se supiera que no hay recursos para un crecimiento económico sin límites en el que creen para creer empleo y de esa forma que la riqueza sobrante llegue a los más pobres, como si todo fuera automático y no tuviera nada que ver con la política

Soy muy de Piketty y su gruesa monografía de 2019, CAPITAL E IDEOLOGÍA, con más de 1.200  páginas me ayudó a comprender perfectamente que la desigualdad es consecuencia de una determinada organización social que puede cambiarse y que de hecho ha ido cambiando a lo largo de la historia y que no es un sino trágico de la humanidad a causa de nuestra naturaleza. Para mi ha supuesto la superación teórica del marxismo y del liberalismo y me gustó tanto que le escribí para pedirle que hiciera un resumen más didáctico y breve que pudiera llegar a más gente; al parecer tuvo muchas peticiones de lectores y en 2021 publicó BREVE HISTORIA DE LA IGUALDAD, un resumen de  unas 350 páginas, suficientes para entender lo fundamental de su tesis,  el origen de la desigualdad y como hacer una sociedad más igualitaria avanzando decididamente por la senda trazada por la socialdemocracia en la segunda mitad del siglo XX .

 Desde que soy adulto me he sentido “ socialista a fuer de liberal”,  que tomé prestado de Indalecio Prieto, de ese liberalismo nacido de la revolución francesa con liberté , pero también con  egalité y fraternité. Convencido que sin libertad no merece la pena vivir si no es  para conseguirla y que sin igualdad para todos,  la libertad no es verdadera. El doctrinarismo socialista-comunista  del siglo XX adolecía de males  tan evidentes para la libertad que solo la praxis liberal primero y luego socialdemócrata supieron resolver  en medio de la tensión entre el capitalismo y las dictaduras marxistas, consiguiendo la etapa más justa de la humanidad. Tras la caída de la URSS el capitalismo triunfante ha querido arrasar con todo y avanza decididamente con nuevas técnicas de seducción y consumismo popular creando un  montón de maravillas, la mayoría superfluas,  y una insoportable , para mí, desigualdad que sigue creciendo sin que nadie le ponga freno con la ayuda de paraísos fiscales y tolerancia política, como si fuera inevitable.

Nunca en la historia de la humanidad tan pocos han acumulado tanto y encima gozando del aparente aprecio popular, nombres como Elon Musk o Jeff Bezos y a otro nivel Amancio Ortega o Juan Roig y otros miles de ricos, acumulan más riqueza que el 90 % de la humanidad, porque hemos creado sociedades que protegen y favorecen esta acumulación privada  de la riqueza sin mecanismos de redistribución eficaces que no estén basados en la caridad o benevolencia de los que tienen de sobra o en medidas paliativas de los gobiernos para que la desigualdad no se los lleve por delante.

Es hora de cambiar de política y garantizar una vida buena a toda la humanidad extendiendo el estado del bienestar “desde la cuna hasta la tumba” y para ello hace falta mucho dinero que está hoy en las carteras equivocadas. Hay que avanzar en una política fiscal justa y redistributiva de la que nadie pueda escapar porque en ningún lugar del mundo habrá refugios para los criminales defraudadores, ni lugares para las empresas  con menos carga impositiva. Todos deben gozar de un ingreso mínimo vital suficiente para cubrir las necesidades básicas que no cubran los servicios públicos necesarios. Deben estar limitados los salarios máximos y los mínimos para que no haya diferencias escandalosas. La acumulación de riqueza debe estar limitada y las herencias deben tributar para que lo que se ha acumulado en una sociedad beneficie a todos sus miembros y no solo a los descendientes de los que tuvieron fortuna.   Todo esto es posible si  se lucha para conseguirlo.