En pleno estío que marca las vacaciones de mucha gente, se ha
llenado mi paraíso antillano de humanidad y de ruidos, soy más consciente que nunca de que todo
fluye (panta rei), concepto bien antiguo que Platón atribuye a Heráclito, pues este
río humano llegado el otoño volverá a sus cuarteles y me dejará en la soledad
que ahora añoro.
Igual pasa con la vida política que en líneas generales se
mueve en un recorrido parecido al del curso escolar, y aunque este año ha
retrasado su final por las elecciones europeas que nos dejaron aparentemente al
borde del precipicio, con una subida de la extrema derecha en muchos países,
que podía haber significado un cambio en la Unión Europea si las elecciones
francesas, absurdamente adelantadas por Macron, hubieran confirmado la tendencia al alza del
poder político de los seguidores de Le Pen, lo que no ha sucedido gracias a al
Nuevo Frente Popular que la izquierda armó en menos de una semana y que parece
que sigue coordinado pese a la lógica pugna entre los insumisos y los
socialistas. En España habíamos empezado
antes con las importantes elecciones autonómicas vascas y catalanas, que
confirmaron en ambos territorios que la política del gobierno de Pedro Sánchez ni ha supuesto un incremento peligroso de la
ultraderecha, ni de los secesionistas,
por lo que con la zozobra de su
inestable mayoría parlamentaria nos permite seguir tirando la pelota hacia
delante, conllevando pacíficamente nuestros problemas y mejorando la economía.
¿Todo está bien, entonces?, para nada, el mundo está a punto de estallar: la guerra
de Ucrania sigue más viva que nunca, los israelíes siguen machacando a los
palestinos en Gaza cumpliendo su peculiar ley de talion, China a la chita
callando se refuerza y Trump sigue creciendo en su camino imparable a la Casa
Blanca. El resto del mundo no está en paz y basta recordar los conflictos
sangrientos que siguen vivos; Dafour, Sahel, Libia, Somalia, Siria, Yemen,
Myanmar, Afganistán… y los que nunca se acaban: Moldavia, Armenia, Irán, Sahara
occidental,….
La U.E. que debería organizarse para proteger los derechos
de los ciudadanos europeos en los tiempos de tormenta que se avecinan, andamos
entretenidos en problemas menores como el control de los inmigrantes o el rigor
presupuestario, está pendiente de que Úrsula von del Leyen se garantice el
apoyo del europarlamento para continuar al frente de la Comisión Europea, que
sin duda no está mal pero que no es suficiente, pues seguimos al albur de que cualquier
gobernante de alguno de los 27 países
vete algo necesario o que, como ocurre este semestre, el Orban de Hungría que ocupa la
presidencia del Consejo de la Unión Europea se dedique a viajar por el mundo para
boicotear los acuerdos básicos con los que él no está de acuerdo.
Algo hay que hacer para mejorar la gobernanza de la U. E., avanzar
en derechos ciudadanos y garantizar
nuestra defensa sin la ayuda del primo americano que puede que pronto no sea
un aliado fiable, pues en el mundo
multipolar que se está configurando de nada vale el prestigio de Europa, ni
nuestra importancia económica, sin una capacidad defensiva creíble y rápida que
desde luego no puede depender de la coordinación de 27 ejércitos cada uno de su
padre y de su madre. El triunfo laborista además de darnos una inmensa alegría,
por lo que supone de apoyo a la socialdemocracia, puede ayudar a la vieja
Europa en esta encrucijada.
Todo es urgente y corresponde a los gobernantes encontrar
las soluciones, aunque sea verano, mientras, como todo fluye, aprovecharé para leer y
pensar hasta el otoño cuando dará comienzo el nuevo año político. Gracias por leer lo que escribo.