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miércoles, 9 de noviembre de 2022

A MI MADRE EN SU CENTENARIO

 



 

El 15 de noviembre de  2019 falleció con 97 años recién cumplidos; sus últimos meses no fueron buenos y creo que ya los hemos borrado de nuestra memoria.  Lo que sucedió entonces fue  solo un cambio de estado  pues pasó de vivir en medio de todos nosotros, a hacerlo dentro de nosotros, en nuestra memoria, donde continuará mucho tiempo  porque  fue una mujer que nos dejó huella.  Este sábado 12 de noviembre nos reuniremos toda la familia para celebrar con ella su centenario, un nuevo cumpleaños, como todos los años,  porque en realidad sentimos que está con nosotros. Su vida fue un continuo ir a mejor como persona que conseguía disfrutar de la mayor parte de los momentos de una vida muy intensa. No paraba de hacer todas las cosas que eran necesarias para que la creciente familia estuviera bien atendida las veinticuatro horas del día. Estaba pendiente de todos y de todo lo importante, pues no sé cómo tenía tiempo para ayudarnos a conseguir los diversos objetivos que perseguíamos en nuestras particulares vidas; todos podemos decir que nos escuchó cuando lo necesitábamos  y sus consejos nos orientaron en momentos de confusión. Fue comprensiva con nuestra diversidad y aunque no estuviera de acuerdo era capaz de ponerse en el lugar  de cada uno.

Personalmente nunca olvidaré que cuando fui despedido de la universidad por rojo y nos encerramos para protestar, sacaba tiempo para visitarnos y dar ánimo, ninguna otra madre de los demás que estaban se acercó nunca por allí y sin duda ella era la que más ocupada estaba. Siempre que la necesité sacó tiempo para atenderme y sabía utilizar mis habilidades  para el bien de la familia, el resto del tiempo fui libre de hacer lo que quisiera sin que ella estuviera encima, aunque siempre he tenido la sensación que me vigilaba a distancia, por si acaso.

 Era muy buena estudiante  y le hubiera gustado completar sus estudios en la universidad y ser independiente pero no la dejaron los tiempos  y se adaptó al papel que la sociedad le asignó de esposa y madre pero su sólida formación, le permitió la excelencia y ser  líder de una familia muy numerosa que fue creciendo paulatinamente y a la que se fue adaptando mientras iba adoptando a todos los nuevos miembros que se incorporaban. No hizo siempre lo que quiso pero supo querer lo que hacía.

 Escribía muy bien y en su último discursito escribió: “Espero seguir, de alguna manera, sabiendo de vosotros y que sigáis teniendo esas reuniones que tanto hemos disfrutado”. A ella le hubiera encantado estar  también este año con nosotros siendo la protagonista, para soplar las velas con su biznietos que ya son once, como el número de hijos que tuvo, pero  estoy seguro que de alguna manera se las apañará  para ver como ellos las apagan en su nombre.