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martes, 19 de abril de 2022

BREVERÍAS 44: LA BÚSQUEDA DE LA FELICIDAD

 



Llevaba tiempo queriendo escribir un artículo sobre el derecho a la felicidad que yo creía  tan fundamental como los derechos a la libertad o la igualdad y  por supuesto mucho más que otros reconocidos universalmente como el de propiedad, nacionalidad o a la educación. Pensaba mucho en ello y me extrañaba que no figurara expresamente en la Declaración Universal de los Derechos Humanos proclamada por la ONU en 1948. Quizá la razón pudiera ser que es muy difícil, incluso arriesgado, considerar un derecho, protegible por declaraciones, constituciones y leyes, algo tan subjetivo como la felicidad que el DRAE define como: Estado de grata satisfacción  espiritual y física. Empezaba a escribir y divagaba tanto que a punto de dejarlo por imposible me acordé que mi padre decía que en El Quijote había respuesta para todo si se sabía buscar y busqué; efectivamente en el capítulo XXVI de la primera parte, Don Quijote sentado en lo alto de una peña de Sierra Morena, comparándose con su héroe Amadís de Gaula, decía de sí mismo: Que si no acabó grandes cosas, murió por acometellas y a ello me pongo con ánimo resuelto.

Mis lecturas desde hace meses, concretamente desde que leí el YO, VIEJA de Anna Freixas, están cada vez más dirigidas al objetivo de documentarme para escribir un libro dedicado a la vejez, al que trasladar reflexiones sobre esta etapa que para mí está siendo la más feliz de la vida, para que otros puedan conocerlas y a lo mejor ayudarse en la construcción de sus propios pensamientos. Ya llevo escritos varios capítulos que en forma de artículos mis queridos lectores conocen y que espero no estén siendo banales. Como la inmensa mayoría de los clásicos que ha tratado sobre la felicidad eran hombres, estoy dando prioridad a leer libros actuales escritos por mujeres y leyendo el otro día  LOS PLACERES DE LA EDAD de Carmen Alborch, descubrí una joya que me había pasado desapercibida pese a conocer bastante a su autora en mi época audiovisual y en la de bioético lego, se trata de LA BÚSQUEDA DE LA FELICIDAD de Victoria Camps que recomiendo vivamente por ser breve, ligero y documentado pero sin las odiosas anotaciones  de los ensayos académicos y además porque me ha dado el título de este artículo.

The pursuit of hapiness (la búsqueda de la felicidad), es uno de los tres derechos inalienables que reconoce expresamente la Declaración de independencia de los Estados unidos de América suscrita en Filadelfia el 4  de julio de 1776 junto a la vida y la libertad y no el de propiedad como algunos creerían o el de la seguridad personal que es el tercero de la Declaración Universal. La idea que obviamente venía cociéndose desde el principio de los tiempos, mucho antes de que un joven Jefferson lo escribiera, es que cada uno de los humanos aspiramos   a ser felices y al organizarnos democráticamente establecemos que el gobierno tiene la obligación de ayudarnos a conseguirlo, aunque sea de suyo una aspiración, un deseo,  individual.  El siglo de las luces cristalizó este destino del hombre a ser feliz en la vida terrenal, superando, a mi juicio, la concepción religiosa de que la felicidad solo puede alcanzarse  de forma plena  en una vida futura, después de la muerte, si se ha vivido conforme a los preceptos que dios estableció para los humanos. Desde que soy adulto y mucho más desde que soy viejo, vivo en la creencia de que la felicidad a la que aspiro es para esta vida y sin duda es la que los estados deben ayudarnos a conseguir a los ciudadanos, ampliando y garantizando para todos lo que conocemos en Europa como el estado del bienestar , sin el que no es posible una vida digna para la mayoría y la base cierta para alcanzar la felicidad individual

La felicidad que se busca está dentro de uno mismo, claro,  y esa verdad la sabemos desde la atalaya de los años vividos, a poco que seamos críticos con nuestra vida y si eso nos duele, observando la vida de los demás. Ni la riqueza, ni el poder, ni el éxito, ni siquiera el amor garantiza la felicidad, salvo de forma efímera, es decir que nos pueden conseguir momentos felices que  duran más o menos tiempo pero no la felicidad plena. No estoy seguro de que el estado de felicidad pueda ser permanente y desde luego no quiero alcanzarla con la ayuda de una droga como la soma  de la distopía UN MUNDO FELIZ de Aldous Huxley, aunque comparto con el autor que el secreto de la felicidad es que te guste hacer lo que debes hacer y amar el destino que tienes como si fuera el mejor.

Y es aquí mientras voy acabando, cuando dejo sin resolver  el dilema entre si se debe buscar la buena vida, la que satisface nuestros deseos, o  la  vida buena  la que nos hace sentir bien mientras vivimos conforme a nuestros valores.

La fotografía del tronco retorcido de una sabina la hice en agosto de 2019 en Catalañazor.