En estos tiempos de zozobra la vacuna es lo que nos da esperanza a todos para soportar el miedo, si el miedo, a sufrir una enfermedad que aparte de la mortalidad que tiene, cursa produciendo un gran sufrimiento e incluso muchas de las personas que han conseguido superarla padecen secuelas que no parece vayan a desaparecer, de momento.
Como no hay vacunas para todos y el proceso para
disponer de las necesarias se va a alargar seguramente un año, hemos aceptado
que se vayan poniendo conforme a un
orden de prioridad éticamente irreprochable que comienza por las personas más
vulnerables y el personal que las atiende y sigue por las personas de más edad
y el personal que está más expuesto a la infección, para ir descendiendo en
prioridad hasta que todos podamos ser vacunados. A pesar de ello no estamos
siendo justos pues los países pobres irán después y sus ancianos y personal sanitario será vacunados después de
nuestros niños.
Pero en medio ha ocurrido algo
mucho peor, lo impensable y es que haya centenares de personas que han sido ya vacunadas saltándose ese orden,
ya sean políticos, empleados públicos,
jubilados amigos, o caraduras varios y esta acción tan condenable puede
llevarnos a la desmoralización más absoluta.
Parece que se ha conseguido
parar el desmadre y puede ser cierto que en algunos casos haya sido sin maldad,
incluso ingenuamente pero no nos engañemos lo hecho está muy mal hecho, y ahora
la duda es el castigo que merece su acción y en este momento es cuando hay que
tener mesura y sentido común y no como sostiene el presidente valenciano que ha
ordenado que no se les ponga la segunda dosis en un claro intento de ser
ejemplares y evitar que se repitan estos hechos, pero que no deja de ser
una clara venganza electoralista de la que de nuevo seremos
víctimas los demás, pues al privarlos de la segunda dosis, la primera se habrá
desperdiciado y tendrán que volver a vacunarse al final retrasando la llegada
de la vacuna a los que siempre estarán a la cola que son los pobres de los
países más pobres.
Muchos de los así vacunados
seguro que no son responsables de ninguna irregularidad pues alguien los llamó
para vacunarse, pero salvo que sean imbéciles deben ser castigados también por
aprovecharse del regalo y para que no se nos quede cara de tontos a los que
estamos a la espera.
La imagen que ilustra el
artículo es un fotograma de la película
Crimen y Castigo que dirigió Josef von Sternberg en 1935 sobre la
magistral novela de Dostoyevsky, en el que el conocido actor Peter Lorre que
interpretó el papel protagonista de Raskolnikov
se ve en un sueño sufriendo por su crimen el castigo que más le atormentaba que no era
la muerte, ni la cárcel, ni el destierro sino el escarnio público que se
representa por los dedos acusadores que lo señalan.
El CRIMEN que han cometido los que se han vacunado sin pertenecer a los grupos prioritarios y los que han decidido que puedan hacerlo, es tan grave que merece el mayor de los CASTIGOs que esta sociedad le puede dar que no es otro que el escarnio público, el que se publique una lista con el nombre y apellidos de todos ellos, con expresión de su cargo o posición para pública vergüenza y claro el cese de los mismos. Ni más ni menos