El 12 de octubre se celebra nuestra fiesta nacional y pese a que los españoles formamos una de las naciones más antiguas del mundo, hay muchos que niegan el derecho a que precisamente ese día sea la fiesta nacional. Personalmente comparto esta estrofa tan gongorina que cantaba George Brassens: “Cuando la fiesta nacional yo me quedo en la cama igual, que la música militar nunca me supo levantar” ; yo hubiera preferido que dicho título recayera sobre el día de la Constitución, el 6 de diciembre que conmemora el momento, para mi, más brillante de la historia de España, cuando fuimos capaces de ponernos mayoritariamente de acuerdo en una Constitución para gobernarnos democráticamente.
Pero
es verdad que el día 12 de octubre de 1492 fue cuando llegan las tres carabelas de Colón a una isla de un nuevo continente,
lo que se conoció universalmente como el descubrimiento de América que marca
para la mayoría de los historiadores el cambio de época de la edad media a la
moderna que se extiende hasta 1789, con la Revolución francesa otro hito crucial
de la humanidad. Ambos eventos tienen una importancia mundial,
independientemente del juicio moral que hoy merezcan a muchos sus consecuencias
aplicando criterios morales actuales al pasado. A mi siempre me escandalizó que los franceses tuvieran de fiesta nacional
el 14 de julio tras el horror y la violencia con el que se implantó la
revolución con su régimen de terror, los miles de muertos que produjo por razones ideológicas o religiosas, la
terrible represión de las culturas regionales ausentes hoy de la geografía
francesa, por no referirme a la invasión de toda Europa que para “civilizarnos” emprendieron con el
resultado de millones de muertos, pero discutir que fue otro hito histórico
crucial solo puede hacerse desde la
ignorancia o la idiocia.
En España además de lo de América, que no es moco de pavo, 1492
es el año de la culminación de la unificación de todos los reinos de España
bajo un único gobierno respetando las culturas y lenguas regionales. Es verdad
que no había democracia tal como hoy lo entendemos, ni derechos humanos, pero
empezó a cristalizar la nación española tal como hoy la conocemos, por ello en
1987 con Felipe González de presidente del gobierno se aprobó una ley que
declaraba oficialmente este día como
Fiesta Nacional con estos claros argumentos que reproduzco literalmente:
“La conmemoración de la Fiesta Nacional,
práctica común en el mundo actual, tiene como finalidad recordar solemnemente
momentos de la historia colectiva que forman parte del patrimonio histórico,
cultural y social común, asumido como tal por la gran mayoría de los
ciudadanos.
Sin menoscabo de la indiscutible complejidad que implica el pasado de una
nación tan diversa como la española, ha de procurarse que el hecho histórico
que se celebre represente uno de los momentos más relevantes para la
convivencia política, el acervo cultural y la afirmación misma de la identidad
estatal y la singularidad nacional de ese pueblo.
La normativa vigente en nuestro país a este respecto se caracteriza por una
cierta confusión, al coexistir, al menos en el plano formal, distintas fechas
como fiestas de carácter cívico o exclusivamente oficial.
Se hace conveniente, por lo tanto, una nueva regulación para dotar inequívocamente
a una única fecha de la adecuada solemnidad.
La fecha elegida, el 12 de octubre, simboliza la efeméride histórica en la
que España, a punto de concluir un proceso de construcción del Estado a partir
de nuestra pluralidad cultural y política, y la integración de los Reinos de
España en una misma Monarquía, inicia un período de proyección lingüística y
cultural más allá de los límites europeos.
La presente Ley trata de subrayar, a través de la decisión de los legítimos
representantes del pueblo español, la especial solemnidad de la fecha.”
Todos los países tienen fiesta nacional y celebran desfiles militares y actos festivos, pero en España muchos se empeñan en querer inventar todo lo inventado a sabiendas de que ello llevará a un enfrentamiento poco útil con la mitad conservadora de nuestra sociedad, que en justa correspondencia y a falta de un discurso político sólido y atractivo ha sabido apropiarse de esta fiesta que es de todos. Decía Carlos Castilla que los españoles tenemos un complejo adánico por el que creemos que los anteriores lo hicieron todo mal y que nos obliga a estar cambiando todo continuamente, sobre todo lo anecdótico, mientras, entretenidos con esos pegos, dejamos pasar la oportunidad de tejer discretamente las alianzas necesarias para cambiar las cosas importantes que podrían mejorar la vida de los españoles.