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lunes, 4 de octubre de 2021

BREVERÍAS 9. BENITO PÉREZ GALDÓS

 



Con el volcán asolando la Palma, una de las más jóvenes islas afortunadas,  me encantaría que Galdós viviera y nos narrara lo que está ocurriendo, desde su punto de vista de canario que habitaba entre Madrid y Santander. Siempre ha sido mi escritor favorito, aunque lo haya abandonado durante muchos años. Su prosa “fácil” y fluida me cautivó de niño, veréis: tenía yo  ocho años  y estaba con mis abuelos maternos pasando una quincena de veraneo en  Alizné, una preciosa finca en el borde de Sierra Morena, vivíamos en una casa sin electricidad pero con todas las demás comodidades y desde la que se dominaba el pantano de La Breña donde  tras el rezo familiar del rosario vivíamos atardeceres largos en los que íbamos viendo aparecer planetas, estrellas y hasta la Vía Láctea que ahora ya no encuentro.

Entonces los días de verano  me parecían cortos porque aunque empezaban temprano  cuando las esquilas de las ovejas nos despertaban al alba, nos acostábamos pronto, dos horas después del atardecer; era un mundo sin televisión, ni radio, ni luz casi para leer. Tras la siesta obligatoria y la merienda deseada venían horas todavía de calor en las que algunos de los niños tenían que estudiar  y hacer deberes bajo la supervisión de mi tía Nati y otros más afortunados podíamos leer. Un día, mi abuelo Enrique viendo  que pasaba rápido las hojas, como si ya me las supiera de memoria, de las revistas ilustradas Signal y Mundo, cuyas colecciones de la segunda guerra mundial allí estaban en la parte baja de la librería, que ocupaba una esquina de la estancia principal de la casa, me sacó un tomo de una colección anodina que ocupaba la parte alta : “ Juanito, yo creo que ya eres mayor para leer este libro y si te gusta hay muchos más”, era Trafalgar, el primero de los Episodios Nacionales. Me senté en un sillón bajo de varetas de olivo, arropado por la librería y comencé :“Se me permitirá que antes de referir el suceso de que fui testigo, diga algunas palabras sobre mi infancia, explicando por qué extraña manera me llevaron los  azares de la vida a presenciar la terrible catástrofe de nuestra marina” al poco me había atrapado el relato y me identifiqué con el protagonista, Gabriel Araceli, que tenía más o menos mi edad y  estaba a punto de enrolarse como grumete para vivir la batalla de Trafalgar el 5 de octubre de 1805  y al que luego vi madurar en las siguientes novelas que suceden en las gestas más importantes de la Guerra de Independencia.

Esos veranos me permitieron leer las 46 novelas de la colección más interesante sobre la historia de España del siglo XIX, precisamente el más convulso y que determinó nuestro trágico pasado reciente y que ojalá sirva a sus lectores para conquistar el  futuro que él deseaba para los españoles. Nadie ha hecho una tarea tan extensa de divulgación histórica. Benito Pérez Galdós es  para mí el mejor escritor en prosa tras Cervantes, aunque algunos resentidos escritores sin éxito lo tildaran de “garbancero”, porque ganaba dinero, mucho dinero, escribiendo,  sus libros se vendían  y eran esperados por miles de seguidores.

Aunque he leído a veces algún episodio suelto y alguna otra de sus  novelas, aprovechando la jubilación he vuelto a leer las cinco series y este verano he estudiado a fondo la monumental biografía  que ha escrito Yolanda Arencibia Santana  exponiendo con rigor todo lo que se sabe sobre este verdadero titán de la literatura, incluida su vida familiar y sus sentimientos personales, a lo que dedicaré alguna otra brevería. Me ha permitido comprender el volcán interior que bullía dentro de Benito Pérez Galdós, que pese a sus humanas miserias era un hombre cabal al que “le dolía España”  y que con su pluma comprometida contribuyó a mejorarla. Para mí es un ejemplo de patriota. Cuanto lo admiro y cuanto  me gustaría aprender de él. Si, lo echo de menos hoy.

El cuadro es Galdós en 1894 retratado por Sorolla