Ese es el grito desesperado
que me sale de lo más profundo. Lamentablemente las llamadas a la prudencia no
llegan a los descerebrados, jóvenes o viejos, que en uso de su libertad salen a
buscar el virus, incluso algunos bromeando en público con ello. Todos sabemos
qué debemos hacer para protegernos y proteger a los demás hasta que la pandemia
esté controlada y no hacen falta medidas de excepción para hacer lo correcto,
salvo que seamos imbéciles .Yo deseo que
esos mal nacidos se infecten y mueran tras un largo sufrimiento, pero no
en un hospital, sino en sus casas ahogándose sin remedio.
Hace muchos años, cuando me
enteré del horror de los campos de exterminio nazis y de los “gulag” que
sembraron por todo el mundo los sanguinarios revolucionarios, deseé la muerte
de los responsables aplicándoles el mismo tipo de sufrimiento que sin piedad
habían producido para conseguir sus funestos objetivos. No salvaba a ninguno de
los que los ayudaron por obediencia
debida, que cobardes ejecutaron sus siniestros cometidos, en vez de haberse
alzado contra los tiranos. Contra los que justifican el mal porque un fin justo, justifica los medios para
conseguirlo, yo defiendo el tiranicidio contra ellos.
Cuando fui consciente de que
ETA mataba sin más causa que la de imponer su gobierno tiránico, deseaba que a
los terroristas les explotaran las bombas cuando las montaban, como alguna vez
ocurrió, en un indudable acto de justicia. Confieso que en el franquismo yo
había banalizado al terrorismo por el aforismo de que “el enemigo de tu enemigo
es tu amigo” y todavía me avergüenzo de ello.
También he deseado la muerte
para los que matan a los demás por machismo, racismo o cualquier otro ,-ismo.
Cuando oigo que un criminal ha matado a su
pareja, “porque era suya y no podía ser de otro”, para luego suicidarse,
fallando casi siempre, he pensado que porque no fue un valiente y se suicidó si
la vida no tenía sentido para él, yo lo hubiera comprendido.
No, no soy nada caritativo y
no soy partidario de poner la otra mejilla. Estoy harto de enrejar mi casa para
que los ladrones sean libres. Estoy harto de pisar mierda porque unos pocos no
recogen las de sus perros. Estoy harto de fatuos que ponen a todo trapo la
música de sus coches para que todos sepan que pasa un idiota. Como ciudadano consciente
me enfada que las autoridades para controlar a esa minoría de imbéciles que no respetan la vida de los demás,
establezcan limitaciones excesivas para la inmensa mayoría que nos conformamos
con un uso moderado de nuestra libertad, sin poner en peligro a nadie. Es
verdad que puede que no haya suficiente policía para tanto idiota, ni
legisladores hábiles para reprimir con eficacia como se hace con los delitos de
tráfico, ni jueces valientes comprometidos con los ciudadanos.
En estos catorce meses no me
han defraudado colectivamente ni el personal sanitario, ni el de cuidados a la
dependencia, ni los científicos, ni los farmacéuticos, ni los profesores, ni
las limpiadoras, ni los basureros, ni los carteros o transportistas, ni las
cajeras, ni el resto del personal de los comercios. Tampoco me han
defraudado muchísimas más personas, de
otros oficios que han hecho también su trabajo
con responsabilidad y que sería imposible mencionar detalladamente,
incluidos muchos políticos y funcionarios que han tenido que bregar con la
pandemia.
Sin embargo, hago responsables
a los políticos y periodistas que banalizan la libertad y que incluso la han manoseado para que sirva
a sus intereses, ellos son los ideólogos de los imbéciles que usan la libertad
para ponernos en peligro de muerte. Como así lo siento, así lo digo: si ellos
usan mal la libertad, yo solo la uso para desearles la muerte.
2 comentarios:
Muy de acuerdo contigo. Es lo que se merecen esas masas de descerebrados. Piedad, ninguna. Un abrazo
Las masas suelen ser un peligro. Gracias
Publicar un comentario