Nuestra madre nos ha dejado aquí tras una larga vida de 97 años dedicada a los demás, en primer lugar, a sus hijos, nietos y biznietos, y luego a sus familiares, amigas y amigos, y también a cuantos se relacionaban con ella. “Genio y figura” era el lema vital que mejor le cuadraba. Era una gran mujer, vitalista, cauta, pero sobre todo muy inteligente. Escuchaba como nadie, lo comprendía todo, y tenía siempre la palabra justa en el momento oportuno. Católica sin fisuras, tolerante universal, compasiva con todos, justa entre los justos y muy elegante. El mérito es suyo sin duda, porque supo aprender de los buenos profesores y de las lecciones que los tiempos convulsos que vivió le dieron, aunque la genética la ayudó un poco, Guerrita era su abuelo y de él estaba muy orgullosa. De broma nos decía que no recordaba cómo fue su nacimiento y doy fe que recordaba todo lo demás, hasta hace muy poco tiempo. Un día le pregunté que si quería algo especial para sus exequias y me miró con una sonrisa triste para decirme: “lo que vosotros queráis y os resulte fácil, pues a mí ya me dará igual porque estaré con los que tanto he echado menos estos últimos años. Ahora, eso sí os pido, que sigáis todos juntos como si yo estuviera, y siendo honrados y buena gente como sois” y a ello nos debemos aplicar para no defraudarla. Según su creencia y en palabras de Jorge Manrique: “dio el alma a quien ge la dio, el cual la ponga en el cielo y en su gloria; y aunque la vida murió, nos dexó harto consuelo su memoria”.
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