SÁBADO 4 DE JULIO DE 2020
Don Guillermo Ariza Lovera,
hubiera cumplido exactamente 100 años a
las 11 del mediodía de hoy 4 de julio.
Lo curioso es que fue inscrito así, con
el Don, el 5 de julio de 1920 por el juez municipal de La Rambla el licenciado
en Derecho Don Manuel Cuesta Baena, que cuando yo nací resultó que había sido hermano mayor de mi abuela paterna y por tanto mi tío
abuelo. No sé como lo llamaban de pequeño, pues tampoco el nombre era común y
lo habitual es que siendo el segundo hubiera sido Rafael, el nombre del abuelo materno,
pero su madre Doña Dolores Lovera Cabello no era una mujer común y como
admiraba al Kaiser Guillermo, al que conocía a fondo pues era lectora diaria de
la prensa, así llamó a su hijo.
El caso es que cuando yo lo
conocí en la primavera de 1970, él tenía 49 años, se cubría con una gorra y
conducía su primer automóvil, un flamante Seat-850 de color vino, con el carnet
recién aprobado y yo con 17 años estaba despidiendo a su hija Lola (entonces
María Dolores) en la puerta de la Facultad de Veterinaria donde ambos hacíamos
primero que entonces era común para las
licenciaturas de Ciencias. Luego ya nos seguimos viendo con más frecuencia
en mis visitas a La Rambla en calidad de
novio, donde todo el mundo lo conocía como Don Guillermo sin más apellidos.
Hizo los dos primeros cursos
de bachillerato en el instituto de Osuna
donde estuvo interno y luego desde 1933 continuó en el colegio subvencionado de
segunda enseñanza Alejandro Lerroux en la Rambla, iniciativas que la República extendió por
toda la geografía española. Sobre él tuvieron mucha influencia dos mujeres
especiales, sus dos abuelas: Dolores Cabello Doñamayor (de familia noble) con
la que pasaba muchas horas oyendo música en gramófono en su casa de la calle Puerta de La Rambla y
Concha Salas Reina, mujer culta y valiente con la que pasaba temporadas en su casa que estaba a mitad de camino de Osuna y con la que tuvo la suerte de vivir el
golpe militar del 18 de julio de 1936 en Puente Genil, entonces tenía 16 años
recién cumplidos, edad sobrada para ser fusilado.
Como toda la zona, fue
dominada por los golpistas en el primer mes, fue “voluntario” , luego alférez
provisional y finalmente teniente efectivo, con pocos días en el frente y
ninguno en la represión, de ese periodo tres cosas le habían llamado la atención:
la falta de agua para asearse, el era muy pulcro en todos los aspectos, el buen
armamento personal de las tropas republicanas que se rindieron a su unidad y su
amistad con Juan Manuel de Maeztu Hill, único hijo de Ramiro de Maeztu, que
también era oficial y con el que coincidió y con su madre en la bonita ciudad
de Tarragona.
En cuanto pudo cursó Veterinaria
en Córdoba que no terminó hasta el 14 de junio de 1947, pues de vez en cuando
lo movilizaban como oficial de complemento y pasaba temporadas de las que
recordaba sobre todo las que pasó en Lepe y Moguer donde
trabó amistad con las mujeres de la familia Pinzón y con el poeta Curro Garfias.
Luego se casó y como flamante
veterinario estuvo de interino en Quesada
(Jaén) y en Calpe(Alicante); como no se convocaban oposiciones y para mejor
cuidar a su mujer que era diabética, lo que en aquellos años era muy delicado,
fue agricultor y no escatimó ni dinero ni dedicación para mantenerla viva, que fu su verdadera devoción. Siempre
recordaré lo que disfrutaba redescubriendo y contando detalles en los viajes
que hicimos juntos ya con más de ochenta
años tanto a Moguer como a Calpe.
Era un melómano cultivado
gracias a radio Lisboa, luego de los discos que compraba y oía en su casa en el
tocadiscos estereo de Selecciones y desde 1965 también seguidor de Radio Clásica.
Ya viudo viajamos mucho con él a Londres, Bruselas, Venecia, Viena, Praga,
Budapest y al Festival de Salzburgo donde entre otras
maravillas asistímos a “Las bodas de Fígaro” de Mozart toda la familia. Sabía
mucho de música y había leído todo lo que pudo, a mi me descubrió a Azorín, Unamuno, Marañón, Ortega, Valle Inclán, Proust, Faulkner, John Dos
Passos, etcétera, y atesoro la parte de su biblioteca que conservo.
En el erial cultural que era
la vida en España en aquella época y más viviendo en un pueblo, el supo
mantener muy alto sus gustos culturales y era un placer charlar con él y oírlo hablar
de lo que sabía.
Nunca vistió la camisa azul,
pero no se negó a colaborar como concejal cuando se lo pidieron y fue profesor
sin sueldo en el colegio libre adoptado que en los años 60
se fueron creando 30 años después de haber acabado con ellos al ganar el
golpe de estado y allí descubrió su verdadera vocación de profesor de Ciencias
Naturales y por eso todos los jóvenes en la Rambla también lo llamaban don Guillermo. Años después
crearon las secciones delegadas donde ya se cobraba sueldo, pero en 1974 fue despedido usando
una estúpida disposición que impedía a los veterinarios ser profesores de
bachillerato, pese a ser licenciados y en su caso estar sobradamente preparado.
Nunca reclamó nada y nunca
recibió del régimen franquista ninguna prebenda, no quiso ni siquiera tramitar una mejor pensión como le hubiera correspondido por sus años de excombatiente, de
militar y de profesor y se conformó con la muy modesta de autónomo para la que
había cotizado años suficientes, pero nunca se quejó de nada, porque era muy
sobrio y era feliz por seguir vivo tras vivir lo que había vivido.
Era profundamente liberal y
democrático y para salir de la dictadura apoyó desde el principio a Adolfo Suárez y la UCD en la que
estuvo afiliado, apoyaba a los alcaldes de su pueblo que conoció fueran
socialista o comunista porque la transición democrática consiguió la España con
la que él había soñado toda su vida, una España donde cupieran todos en paz
y respeto, dónde se votara y se aceptaran los resultados.
Sólo siento que pasara sus
últimos cuatro años en una residencia digna, pero residencia al fin, porque en su estado fue imposible tenerlo en casa cuando me tuve
que incorporar a trabajar a Córdoba. Lo visitaba frecuentemente y de vez en cuando me preguntaba si había alguna manera de acabar con
aquello de que tuvieran que limpiarlo y de que lo trataran como a un niño. El
último día fue el 1 de noviembre de 2011 cuando me llamaron para decirme que
estaba muy mal y para decidir si llevarlo al hospital, me acerqué rápido, estaba lúcido y tras un rato
de intentar hablar con él mientras le sujetaba la mano, le pregunté que si
podía hacer algo por él y como si fuera
Diógenes me contestó: “ Gracias, pero vete y déjame tranquilo”; se dio la
vuelta y se acurrucó; me alejé y expiró sin un ruido. Sin molestar como toda su
vida.
Ayer di una vuelta en su Renault-5 de 34 años y que se empeñó en poner a mi nombre.
Siempre lo recordamos como el hombre justo y bueno que fue.
Siempre lo recordamos como el hombre justo y bueno que fue.
16 comentarios:
Juan María, impresionante tu relato sobre Don Guillermo, lo recuerdo muy bien, era muy buena persona y muy cariñoso
Gracias Papá
Maravilla de relato. Gracias hermano
Que buen recuerdo de Don Guillermo Ariza Lovera un hombre bueno, educado, cultivado y amante de su familia
Un gran ejemplo
Lo conocí Siendo vosotros novios y estuve con el en varias ocasiones de fiestas familiares Y siempre era muy educado y ameno Charlar con el
No sabía era tan coetáneo con la tía Lola Salinas Guerra Pues ella hubiera cumplido 100 años el 2 de Julio de 2020
Felicidades a ambos donde quiera
Un relato a la altura de don Guillermo, un estupendo señor
Gracias
Besos, hija, deberías animarte a escribir tus recuerdos, también
Gracias por animarme a segur escribiendo
Gracias,era agradable estar con él y había leído todos los libros que tenía
Efectivamente lo era, escribir sobre él, consuela
Fantástico homenaje a Don Guillermo hombre de trato muy educado y cariñoso. Era admirable el cariño con el que trataba a su mujer. Enhorabuena.
Fue un ejemplo. Gracias
Juan Ma muy bonito y cierto tu recuerdo de Don Guillermo. Yo tuve la suerte de conocerle y de comprobar que era muy inteligente, culto y bueno como tu dices. Uno se sentía cómodo y bien en su compañía. Un fuerte abrazo hermano.
Gracias, me encanta recordar a las personas que en la vida compartida se han ganado un buen recuerdo.
Me ha encantado, Juan. ¿Sabes que enseño a bailar a mi madre?
Disfrutaban lo que podían y esa anécdota no la conocía
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