Hoy pensaba escribir sobre el
futuro de la monarquía constitucional, pero tras leer el artículo de Antonio Avendaño “Juan Carlos I, la justicia te perdona nosotros no” publicado ayer en
El Plural y con el que estoy básicamente de acuerdo, he tenido que tirar,
literalmente, a la papelera, el borrador que tenía ya muy avanzado creyendo que
era muy original; eso me pasa por ser un perfeccionista, que otros mejores que
yo me pisan los artículos de actualidad. Prometo volver sobre el asunto en
breve.
Seguimos “perimetrados” en los términos
municipales de nuestra residencia y con “estrictas” medidas para parar la
propagación de la COVID19, pero van a relajarnos las medidas para que
celebremos las fiestas como “Dios manda”, porque tras un cierto control “sólo”
estamos diez veces por encima del índice IA (
Comprendo a las autoridades
que tienen que contrapesar los diferentes intereses en juego y es verdad que el
derroche navideño de consumo y sobre
todo de compras de lo superfluo es necesario para paliar un poco el desastre de
los sectores comerciales y hosteleros, y no me parece justo echarle la culpa al
niño Jesús que nació en un establo. Es lo “malo” que tiene la democracia que
los gobernantes se ven obligados a tomar decisiones que les permitan ganar
elecciones, aunque no sean muy buenas para el futuro y claro que
lamentablemente los muertos que podrían resultar de sus decisiones ya no
vuelven a votar, solo los que quedan vivos, aunque algunos no me parezcan
demasiado listos.
Me resulta indignante si no
fuera trágico la que algunos lían buscando tres pies al gato, porque no ven
claro el uso del término allegados en las recomendaciones del ministro de
Sanidad, que ya es gana de hilar fino. Con
allegados en la vida anterior a este
lío, nos referíamos a todas las personas
que sin ser familiares legales sentimos cercanas y que forman parte de nuestro
círculo íntimo y son con las que ordinariamente compartimos alegrías y sobre
todo nunca faltan en las penas. Hace falta ser retorcido para no saber que el
ministro se refería a esas personas que son imprescindibles en nuestra vida
aunque no tengan ningún título legal que lo acredite; por ejemplo podría estar
incluido en el epígrafe con todo sentido
invitar a nuestras mesas a cualquiera que pasara necesidad, aunque sólo sea de
compañía, eso si sin superar el número de diez o el de convivientes si es
superior, que todavía hay familias como la mía que sin allegados, ni otros
familiares sumábamos trece y no nos daba mala suerte.
No es de muy listos estudiar
las recomendaciones que para controlar la pandemia ha comunicado el gobierno de
turno, sea de nuestro gusto o no, con el fin de buscar las triquiñuelas para saltarse las
limitaciones que nos molesten al objetivo absoluto de hacer “lo que nos dé la real de la
gana”, es como aquel idiota que decía que: “¡quién era nadie para decirle cuantas
copas podía tomarse él¡” mofándose de las campaña de la DGT para tratar de
frenar los accidentes debidos al consumo excesivo de alcohol. Hace falta ser muy
idiota o muy malvado para no saber a estas alturas que la COVID19 y el alcohol matan.
Todos tenemos información suficiente
y sobrada para tomar inteligentemente nuestras propias decisiones de autoprotección
frente a esta pandemia y que además protegerán a los demás en el caso de que
nosotros estemos contagiados y si encima eres una persona mayor con algunas
goteras y que no quieres morirte todavía pues con más motivo no hay que buscar
truquitos y fallos en la norma como si no fuera a tener consecuencias. Si hemos
sido prudentes hasta ahora, seámoslo más en estas fiestas.
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