Conocí a Julio Artillo
González cuando ambos formábamos parte del equipo que reunió Manuel Gracia
Navarro en la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía, que como había sido secretario general de la
FETE( federación de enseñanza de la UGT) conocía bien “quién era quién” en el
mundo de la educación. Yo era el más joven e inexperto pues tenía 30 años
cuando me nombraron delegado provincial, aunque, cosas de la vida, ya era profesor agregado numerario y director de la
Escuela de Magisterio de la universidad de Córdoba, pero el resto era lo que hoy llaman
un “dream team” , un equipo de
personas bien formadas con carrera profesional destacada y comprometidas con el
proyecto de cambio socialista. El mayor de nosotros, Manuel Arenas Martos fue
viceconsejero y sigue hoy tan activo como siempre y Julio Artillo, que era el
secretario general del PSOE de Jaén y catedrático de Geografía e Historia, fue director general
de Promoción Educativa y Renovación Pedagógica poco más de un año porque José
Rodríguez de la Borbolla se lo llevó de portavoz del gobierno , pero le dio
tiempo a poner en pie dos iniciativas cruciales: los Seminarios Permanentes de
Profesores y el Programa de Alfabetización
que cristalizó en la Educación de Adultos que le tocó consolidar a su sucesor Juan Carlos López Eisman, mi
querido amigo y jiennense apasionado que también nos dejó en noviembre de 2019.
Julio Artillo, cuando de
verdad en España no había libertad,
militaba en la lucha democrática clandestinamente tanto que años
después, cuando casi acariciábamos la libertad fue multado con 20.000 pesetas
de la época por encabezar la manifestación que con el lema “Amnistía y
libertad” hubo en Jaén el 11 de febrero
de 1976, pero además era un hombre simpático, afable, educado y muy culto con
el que era fácil congeniar y a veces sabía ser espontáneo; no puedo olvidar una
comida de Navidad en la que nos acompañaban nuestras esposas a un equipo con
solo dos mujeres, como era costumbre, y
aunque todas eran muy guapas y Lupe, su
mujer, lo es, no tuvo otra cosa que al presentarle a Lola, mi mujer, a la que no había visto nunca, para
decirle un piropo, también costumbre de la época, me dijo que “¡como un tío tan
feo ha conseguido convencer a una mujer tan guapa!”, lo que era una verdad como
un templo, y me tuve que reír porque su sonrisa
era irresistible.
Nos vamos quedando solos, pues
de aquel equipo, primero se fue Pepe Rodríguez Galán el 16 de noviembre de 1996,
con 46 años, en un desgraciado accidente de automóvil, con lo que prudente que
él era; quizá el más profundo de nosotros y que supo explicarnos el sentido
profundo de la danza, mientras gestionaba en la dirección general de Ordenación
Académica materias que le gustaban menos. Luego en 2003 nos dejó el más joven e
inquieto, Alfonso Vázquez Medel, como Julio cruelmente derribado por la
enfermedad, pero con solo 48 años cuando le quedaba casi todo por vivir.
Los demás seguimos batallando
con mayor o menor dificultad cada uno en
su casa en medio de esta pandemia, pero creo
que todos nos seguimos sintiendo parte del equipo de Manuel Gracia y
orgullosamente compañeros, porque haber formado parte de ese grupo humano marca
para siempre, aunque lamentablemente, como pasa con el pelo, cada vez quedamos
menos.
Querido Julio, siento profundamente
que te hayas ido, aunque siempre estarás en mi memoria.
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