Ser viejo tiene muchas ventajas y entre ellas yo creo que la más importante es disponer de mucho tiempo para filosofar dialogando o dicho de otra manera, para discutir y a ello nos dedicamos con empeño Lola, mi mujer, y yo, sobre todo cuando el frío nos reúne en la mesa camilla.
Esta vez ha sido en torno a una noticia de este puente que habrá pasado desapercibida para muchos, entre tanto fasto constitucional o andalucista, variantes del virus, volcanes o tambores de guerra cada vez más cercanos. Para nosotros, que se hayan encontrado restos de cocaína, en diez de los once baños del edificio de Westminster que están para uso exclusivo de los parlamentarios o sus visitas, ha sido LA NOTICIA de la que ha derivado una discusión que concluye con este artículo ideado al alimón.
La noticia en realidad no lo
es, porque no tiene nada de nuevo saber que los poderosos casi siempre han
tomado cocaína, alcohol u otras drogas, dipsómanos fueron Trajano y Churchill y
como fueron grandes dirigentes nadie los recuerda como borrachos, pero verán
que el asunto da de sí, si tenemos en
cuenta el agravio comparativo que sufrimos las personas tratadas como súbditas
en este asunto, por el abuso histórico de los poderosos que practican sin
medida “vicios privados, públicas virtudes”, claro que por nuestro bien como
bien explicó Bernard de Mandeville en “La Fábula de las abejas” .
Los ciudadanos sabemos lo
importante que es preservar la integridad física y mental para tener un comportamiento juicioso, y por eso cumplimos
las normas aprobadas por parlamentarios que nos prohíben conducir vehículos,
ahora incluso bicicletas, bajo los efectos del alcohol y otras drogas. Nos sometemos mansamente a controles aleatorios
para detectar en nuestros cuerpos restos de esas sustancias aunque no estemos
infringiendo ninguna norma de tráfico, aceptando resignadamente que nos controlen
preventivamente y nos multen sumarísimamente, pero ¿porque tenemos que aceptar
que personas que están bajo la influencia de la cocaína tengan voz y voto para
decidir cuestiones que afectan a nuestras vidas?,¿no decidirían entrar en la
guerra de Irak tras la ingesta de algún alucinógeno que les hizo ver en su “viaje”
las famosas armas de destrucción masiva que nunca aparecieron?, no, no es
justo.
Y DIGO YO, ¿no sería justo que en correspondencia con nuestra mansedumbre, los
parlamentarios se sometieran a un control antidrogas preventivo antes de aprobar las normas que
conducen nuestras vidas?. Nuestra propuesta es muy equilibrada porque el
control obligatorio sería solo para asuntos vitales del orden del día y para
los demás solo aleatorio como hacen con
nosotros los agentes de tráfico. En los controles obligatorios , una tasa
equivalente a la que conlleva la pérdida del permiso de conducir, supondría el
no poder participar en la sesión y la
inhabilitación perpetua del parlamentario para el desempeño de cualquier cargo
público, porque ellos deben ser ejemplares en el cumplimiento de las normas.
Para los demás casos habría que diseñar un sistema punitivo proporcionado seguramente con su tarjeta de puntos como la
que castiga nuestro comportamiento en el Reglamento General de Circulación.
Si nosotros drogados no podemos
conducir nuestros coches, ellos tampoco deben conducir nuestras vidas bajo los
efectos de las drogas.
La foto la hice yo en la
visita que hice a Westminster en 1989.
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