Doña Dolores Lovera y Cabello, abuela paterna de Lola, era una persona singular, muy culta y que tuve el gusto de conocer en mis visitas de novio a la Rambla antes de diciembre 1975; aunque gozaba de una merecida fama de mujer áspera yo disfrutaba mucho en su compañía que al principio me fue impuesta. El caso es que me encantaba estar con ella porque tenía una conversación muy amena y para su edad y condición era muy liberal de ideas. Ella era defensora del reciclaje y de aprovechar todo, como la mayoría de las personas de su época que conocí, era ecologista a su manera y no se cansaba de repetir cuando veía a alguien tirar algo que podía servir, aunque fuera para otra cosa: "LO QUE SE TIRA A NADIE APROVECHA Y TIRAR ES SÍNTOMA DE MALA EDUCACIÓN".
En mi casa se aplica esa máxima de continuo y sobre todo en cuestiones de alimentación. Mi nieto Juan que gusta de los boquerones fritos ya ha aprendido a comerlos enteros, con raspa, los que tienen un tamaño apropiado; siempre me ha visto a mi hacerlo y yo lo aprendí de mi padre que nos decía: "bien mascaítos, bien mascaítos", mientras los masticábamos con cuidado, lo que seguro vió hacer a sus mayores.
Cuando mi madre en los años 60, en la casa de San Rafael se aprestaba en agosto-septiembre a secar fruta madura para hacer orejones con duraznos y melocotones , ponía al sol también las peladuras, que secaban antes y servían enseguida como golosinas para los niños que andábamos alrededor.
Otra exquisitez son las peladuras de las patatas de la variedad agria, que probé por primera vez en un restaurante de Ronda, se fríen y son un aperitivo excelente; pienso que en mi casa no se hacía porque todos esos desperdicios eran para la comida de gallinas y cerdos.
En la foto podéis ver la maravilla de revuelto de cebolla, patatas y lechuga que he empezado a hacer. Llevo usando las hojas bastas y muy verdes del exterior de las lechugas desde hace tiempo como complemento para mi arroz especial de impostores, simplemente una pocas en juliana fina que se transforman en unas tiritas negras encima que le dan al arroz una pinta inquietante para los que lo ven por primera vez. Me apetecía un revuelto de acelgas o de espinacas, pero ya no tenemos, así que decídí darle una oportunidad a los restos de lechuga que la mayoría tira a la basura, cada vez más escasos por la industrialización y envasado del producto.
Corto a mano las hojas y las pongo pocos minutos en agua hirviendo,luego las escurro bien; mientras, empiezo a pochar abundante cebolla en aceite a la que incorporo las patatas crudas hasta que considero que puedo añadirle la lechuga, muevo y muevo hasta que empiezan algunas patatas a dorarse señalando el momento de añadir los huevos; bien salpimentado es la cosa más rica que se puede tomar.
Mi hermana muestra hoy síntomas de cansancio y le aprieta la garganta, creo que debe descansar pues ayer no paró de hablar con todos. ¡Cuídate mucho!
Cuidaros todos mucho y procurad ser bien educados.
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