Hoy hace un año que empezamos
a tomar medidas contra esta pandemia; el gobierno de España había decretado el
estado de alarma que nos obligaba a todos los residentes a confinarnos en
nuestros domicilios y salir solo para lo imprescindible.
En mi caso supuso en primer
lugar dejar de tener internos a mis dos nietos mayores que llevaban 4 meses
viviendo con nosotros porque sus padres habían iniciado trabajos fuera y a raíz
del confinamiento regresaron para teletrabajar desde su casa, donde con sus
hijos acometieron la titánica tarea de trabajar y hacer de ayudantes del
colegio. Los echamos mucho de menos pero
recuperamos independencia y tranquilidad.
Nuestros hijos y sus parejas ,
protectores, se encargaron en esos primeros meses de avituallarnos de todo lo
necesario por lo que prácticamente solo salíamos para andar un poco y depositar
la basura. Claro que confinarse en una casa amplia con jardín en medio de un
barrio lleno de vegetación da una comodidad que no todo el mundo ha tenido; las
videoconferencias y los aplausos de las ocho de la tarde nos mantenían en
conexión con nuestros familiares y vecinos y ya solo era necesario ordenar
nuestra actividad para no caer en la indolencia y el abandono porque en nuestro
caso la soledad no estaba dentro de los
problemas que si han tenido otras personas que viven habitualmente solas en sus
casas.
Desde el principio y para
superar el miedo a lo desconocido y a la pérdida de la libertad de movimiento
asumimos que todo era temporal y que pronto saldríamos de esta, instalando en
nuestras mentes un deseo, que poco a poco yo he ido abandonando, que es el de
soñar con la vuelta a la vida anterior, como si eso fuera posible y de serlo,
fuera deseable.
Desde el principio asumí la
obligación de escribir y publicar, primero una especie de diario que tuvo 85
entregas y luego fueron artículos semanales de los que este es el 45, en total
han sido más de 96.000 palabras, aproximadamente la extensión de Fortunata y
Jacinta. Escribir me ha permitido echar fuera los malos pensamientos y fijar
los buenos y nunca agradeceré bastante a quienes me han seguido en este año y
sobre todo a los que me han regalado sus comentarios y que ahora considero mis
amigos, como si siempre hubieran estado conmigo.
Reconozco que lo he pasado muy
bien si exceptuamos las pérdidas de seres queridos y sobre todo de mi hermana
de la que todavía no puedo hablar sin emocionarme y que quizá sea la causa de que sepa que nunca
nada será igual y que por más que se controle esta pandemia el mundo de ayer no
volverá sencillamente porque “lo que no puede ser, no puede ser y además es
imposible” como dicen que decía mi bisabuelo.
Estoy deseando volver a La
Antilla a disfrutar de la playa, del sol, de los paseos y de los amigos que
allí habitan con los que estamos divinamente, como hicimos desde junio a agosto
y desde septiembre a enero, cuando no hay casi gente que estorbe una vida
serena y tranquila como a la que aspiro.
Con mis nietos mayores llevo 5
meses leyéndoles diariamente un capítulo de algún libro, es un pretexto para
estar con ellos un cuarto de hora y seguir un poco sus peripecias en medio de
tanta pantalla y videojuegos. De vez en cuando hago con ellos pequeños paseos
por el campo cercano que me dan mucha vida.
Mi nieto pequeño con solo dos
años me busca cuando viene y me hace acompañarlo en sus andanzas hasta que me
agota o se lo llevan; le gusta todo pero sobre todo los coches y tocar sus
botones hasta que consigue encender luces o hacer sonar el claxon, confío que
solo sea el inicio de una gran amistad.
Descubrir la biblioteca que
tenemos en casa me ha permitido ojear y
releer libros que había olvidado o que leí con otros ojos que
no son los de hoy, el caso es que llevo dos meses sin usar el kindle porque me
apetece más leer lo leído, aunque curiosamente he vuelto a comprar libros de
comic entrando en un mundo variadísimo que desconocía.
Mi familia siempre está y hoy
gracias a los chats estamos más
comunicados que nunca, aunque vivimos en
7 ciudades diferentes, aquí si que echo de menos las reuniones que
teníamos todos alrededor de mi madre y estoy seguro que recuperaremos en cuanto
podamos aunque añoremos y de que manera a los que ya no estarán.
Nunca había tenido demasiada
relación con la mayoría de mis amigos, la pandemia nos ha unido tanto que
incluso parece que siempre han estado
con nosotros, aunque muchos los he recuperado hace muy poco, pero compartimos
tanto y tienen tanto que aportarme que deseo
no perder la relación que ahora tenemos.
Con la edad la política me
interesa mucho menos y simplemente procuro estar informado pero sin dedicar
mucho tiempo a ello, aunque conservo alta la fe en la acción política que
permita una mayor justicia y libertad.
La fe religiosa me dejo hace muchos años, aunque solo hace dos que apostaté
formalmente, una vez que me convencí que no me aportaba nada que no pudiera encontrar en los libros.
3 comentarios:
Me gusta muchísimo como narras en positivo éste añito que llevamos; tu energía y optimismo son admirables. Muy apetecible tu actividad de "leer lo leído" al descubrir tu biblioteca. Eres un modelo Juan María. Un beso y sigue escribiendo
Gracias, amiga. Das sentido a mi escritura. Besos
Me ha gustado mucho tu artículo y desde luego ya nada volverá a ser como antes ni falta que hace. Un besazo!
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