Casi dos horas antes de la salida del sol, noche cerrada, el moecin de la cercana gran mezquita nos ha llamado a la primera oración (fayr) con altavoz, vaya a ser que no la oyera, así que me he despertado y ya el ruido de la ciudad que se despereza y mi curiosidad me han mantenido despierto. Desde la cama Júpiter domina el cielo de la noche arrullado por los graznidos de gaviotas y maullidos de gatos. Por la rue Dar Baroud circulan algunas motos que en realidad no han cesado de pasar, como los escasos peatones, ellas y ellos, que empiezan a ir a sus tareas. Me asomo a la ventana y un precioso gato blanquinegro bien iluminado por un hermoso farol me mira, nos miramos.
La salida de Tánger se hace con gran rapidez por una magnífica ronda limpia como una patena flanqueada por modernos edificios como en cualquier ciudad europea, que conecta con una buena autopista de peaje en la que hacemos cien kilómetros hacia el sur, luego ya tomamos una carretera hacia el este que en dos horas más nos lleva a las ruinas de Volubilis que nos permiten hacernos una idea de la grandeza de la que fue la capital del reino de Mauretania, el nombre romano deriva del bereber, Walili o Oualili, que significa adelfas. Este reino fue tributario de Cartago y luego de Roma, hasta que formó parte del imperio. Su riqueza provenía de la agricultura y sobre todo de la producción de aceite. Una visita que merece la pena así como acercarse luego a Moulay Idris la quinta ciudad santa del islam que se encarama en un cerro y contiene el mausoleo de un rey de Marruecos, considerado santo y que da nombre a la ciudad, que aunque no puede visitarse se ve desde todos lados, asi como un llamativo minarete cilíndrico.
Media hora de carretera nos acercó a la ciudad imperial de Mequinez y tras instalarnos en el hotel nos fuimos a hacer una visita rápida antes de la noche a la plaza Al Hadim con sus volatineros e incluso con un avestruz para montar. Un magnifico Zoco y vida, mucha vida, por todos lados. La ida fue en un taxi grande donde con otros cuatro viajeros hicimos el trayecto de más de dos kilometros por un precio ecológico, una experiencia que merecería un artículo aparte. Temprano cenamos en un terraza solitaria una buena cena marroqui que a la tradicional harira y tajine añadimos una exquisita pastela de pollo, mientras el moecin entonaba el último rezo del dia (Isha'a) desde la gran mezquita cercana que nos arropaba con su alto minarete y Venus nos miraba distante desde su Olimpo celestial.
8 comentarios:
Qué envidia, eso si , sana
Gracias
Bonito relato, Juan. Me ha hecho volar la imaginación...
Gracias, la llamada a la oración es muy inspirada.
Lo mismo digo. Qué ganas de estar allí. Salud!
volubilis es impresionante, casi mas hermosa que Itálica. Sigue disfrutando. Un abrazo
Efectivamente, pero no tiene anfiteatro
Maravilloso! Las referencia celestiales hacen al relato cercano, pues compartimos el mismo cielo, como lejano con distancias cósmicas, todo a la vez.
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