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domingo, 12 de julio de 2020

NEONORMALIDAD Nº 7 “BAILANDO CON LOS PLANETAS”

DOMINGO 12 DE JULIO DE 2020

He retornado prácticamente a la vida, normal, que tenía antes de esta pandemia con una nueva afición, mirar al cielo, que se adapta muy bien a los consejos sanitarios para esta “neonormalidad” en la que estaremos bastante tiempo, al menos hasta que haya una vacuna eficaz para todos, porque se disfruta mejor con poca compañía y sin necesidad de barbijo(mascarilla) , con otra persona  a mi criterio es lo perfecto, pero nada impide hacerlo  en solitario o con un grupo numeroso si ese es tu deseo, como con el sexo, me han dicho;  se trata de disfrutar mirando al cielo y  ver estrellas y planetas para reconocerlos. Tiene muchas ventajas sobre otros entretenimientos, el primero es que es gratuito, no hay que esperar colas y se puede hacer en silencio, pero a diferencia de cuando se va a ver aves, puedes hablar con quién te acompañe porque los cuerpos celestes no se espantan.
Hay millones de personas con afición a la astronomía y la información básica  para empezar está disponible con facilidad en internet, basta con poner en Google: “como ver hoy Júpiter” o el cuerpo celeste que te apetezca, luego, es bueno tener una brújula para no perder el norte porque como suele hacerse de noche es más difícil orientarse, aunque en nuestros móviles podemos instalar la aplicación SKY MAP y con ella sabremos perfectamente que estamos viendo cuando miramos al cielo, más  o menos.
Cualquier época del año es buena para ver el cielo, aunque en verano es cuando más apetece por la agradable temperatura nocturna. Cada día  y cada hora el espectáculo es diferente, pues todos los cuerpos visibles se mueven, cada uno en su órbita y sometidos a las atracciones que las leyes de la física nos permiten comprender, luego está el movimiento relativo respecto a nuestra posición en la Tierra y en mi experiencia del hemisferio Norte la única estrella que siempre me ha parecido que está en un punto fijo es la Estrella Polar, que en nuestra era aproximadamente señala el norte geográfico  pues coincide en el eje de rotación de la Tierra, pero que no es fácil de encontrar en el extremo de la cola de la Osa Menor por su débil magnitud, salvo en los sitios sin contaminación lumínica y en las noches sin Luna . En el hemisferio Sur no se ve la Polar y su papel lo desempeña  incluso mejor, en mi opinión, la constelación de la Cruz del Sur, mucho más visible.
Hoy nos hemos levantado a las 5 de la mañana con el objetivo de tratar de ver el cometa Neowise que descubierto el 23 de marzo de este año, estaba el 3 de julio en su perihelio, en el punto más cercano al Sol, solo  a 43 millones de kilómetros de nuestra estrella y no volverá a estar “tan cerca” hasta dentro de  6.800 años. Es visible justo antes del amanecer pero la luz del alba lo hace desaparecer rápidamente y nosotros hoy no lo hemos visto pese a estar en un buen sitio y mirando al Noreste. El día mejor para verlo será el 23 de julio cuando esté en el punto más cercano a la Tierra a 103 millones de kilómetros y podrá verse al atardecer, pues aunque al estar más lejos del Sol perderá brillo contrastará mejor con la oscuridad de la noche, con una muy delgada luna creciente, no como hoy que  estaba más de media, como se puede ver a en la foto.
El paseo ha sido muy agradable y  nos ha permitido disfrutar  mirando al Este-Sur-Oeste  observando simultáneamente Venus, Marte, Saturno y Júpiter  estos dos haciendo un trío con Plutón que no se ve, Venus emparejada con la gran estrella Aldebarán y Marte con la Luna que lo dominaba todo. Urano y Neptuno nunca los he visto y Mercurio ha salido por el Este justo al amanecer a la vez que el Sol, por lo que  tampoco se ha visto, pero ver muy bien cuatro planetas no está nada de mal.
Impresiona la gran luminosidad de Venus, nuestro planeta más próximo a sólo 40 millones de kilómetros,  formando pareja con la bastante parecida de Aldebarán, una estrella que está 154 millones de veces más lejos.

El próximo martes  14 volveremos a salir para ver Júpiter en su punto más cercano, aunque eso ya son sutilezas que aportan poco a los aficionados que miramos con nuestros ojos ancianos y cansados ayudados con gafas y prismáticos. Lo mejor  no son los detalles  para lo que sería necesario tener un telescopio, sino  estar solos en silencio viendo completa la bóveda celeste y reconocer algunos de los cuerpos que a velocidades de vértigo deambulan presos de las leyes  físicas en un ballet cósmico de insólita belleza del que formamos parte como si nada.

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