He retornado prácticamente a
la vida, normal, que tenía antes de esta pandemia con una nueva afición, mirar
al cielo, que se adapta muy bien a los consejos sanitarios para esta “neonormalidad”
en la que estaremos bastante tiempo, al menos hasta que haya una vacuna eficaz
para todos, porque se disfruta mejor con poca compañía y sin necesidad de
barbijo(mascarilla) , con otra persona a
mi criterio es lo perfecto, pero nada impide hacerlo en solitario o con un grupo numeroso si ese es
tu deseo, como con el sexo, me han dicho;
se trata de disfrutar mirando al cielo y ver estrellas y planetas para reconocerlos. Tiene
muchas ventajas sobre otros entretenimientos, el primero es que es gratuito, no
hay que esperar colas y se puede hacer en silencio, pero a diferencia de cuando
se va a ver aves, puedes hablar con quién te acompañe porque los cuerpos
celestes no se espantan.
Hay millones de personas con
afición a la astronomía y la información básica
para empezar está disponible con facilidad en internet, basta con poner
en Google: “como ver hoy Júpiter” o el cuerpo celeste que te apetezca, luego,
es bueno tener una brújula para no perder el norte porque como suele hacerse de
noche es más difícil orientarse, aunque en nuestros móviles podemos instalar la
aplicación SKY MAP y con ella sabremos perfectamente que estamos viendo cuando
miramos al cielo, más o menos.
Cualquier época del año es
buena para ver el cielo, aunque en verano es cuando más apetece por la
agradable temperatura nocturna. Cada día
y cada hora el espectáculo es diferente, pues todos los cuerpos visibles
se mueven, cada uno en su órbita y sometidos a las atracciones que las leyes de la física nos permiten comprender, luego está el movimiento
relativo respecto a nuestra posición en la Tierra y en mi experiencia del
hemisferio Norte la única estrella que siempre me ha parecido que está en un
punto fijo es la Estrella Polar, que en nuestra era aproximadamente señala el
norte geográfico pues coincide en el eje
de rotación de la Tierra, pero que no es fácil de encontrar en el extremo de la
cola de la Osa Menor por su débil magnitud, salvo en los sitios sin
contaminación lumínica y en las noches sin Luna . En el hemisferio Sur no se ve
la Polar y su papel lo desempeña incluso
mejor, en mi opinión, la constelación de la Cruz del Sur, mucho más visible.
Hoy nos hemos levantado a las
5 de la mañana con el objetivo de tratar de ver el cometa Neowise que
descubierto el 23 de marzo de este año, estaba el 3 de julio en su perihelio,
en el punto más cercano al Sol, solo a
43 millones de kilómetros de nuestra estrella y no volverá a estar “tan cerca”
hasta dentro de 6.800 años. Es visible justo
antes del amanecer pero la luz del alba lo hace desaparecer rápidamente y
nosotros hoy no lo hemos visto pese a estar en un buen sitio y mirando al
Noreste. El día mejor para verlo será el 23 de julio cuando esté en el punto
más cercano a la Tierra a 103 millones de kilómetros y podrá verse al
atardecer, pues aunque al estar más lejos del Sol perderá brillo contrastará
mejor con la oscuridad de la noche, con una muy delgada luna creciente, no como
hoy que estaba más de media, como se
puede ver a en la foto.
El paseo ha sido muy agradable
y nos ha permitido disfrutar mirando al Este-Sur-Oeste observando simultáneamente Venus, Marte,
Saturno y Júpiter estos dos haciendo un
trío con Plutón que no se ve, Venus emparejada con la gran estrella Aldebarán y
Marte con la Luna que lo dominaba todo. Urano y Neptuno nunca los he visto y
Mercurio ha salido por el Este justo al amanecer a la vez que el Sol, por lo
que tampoco se ha visto, pero ver muy
bien cuatro planetas no está nada de mal.
Impresiona la gran luminosidad
de Venus, nuestro planeta más próximo a sólo 40 millones de kilómetros, formando pareja con la bastante parecida de Aldebarán,
una estrella que está 154 millones de veces más lejos.
El próximo martes 14 volveremos a salir para ver Júpiter en su
punto más cercano, aunque eso ya son sutilezas que aportan poco a los
aficionados que miramos con nuestros ojos ancianos y cansados ayudados con
gafas y prismáticos. Lo mejor no son los
detalles para lo que sería necesario
tener un telescopio, sino estar solos en
silencio viendo completa la bóveda celeste y reconocer algunos de los cuerpos
que a velocidades de vértigo deambulan presos de las leyes físicas en un ballet cósmico de insólita
belleza del que formamos parte como si nada.
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