Mis familiares y amigos saben que llevo
tiempo sometido a una dieta severa de noticias y sobre todo de informaciones
televisivas. No es que no me interese la política, es que no me gusta el
espectáculo que los medios de comunicación hacen con todo , incluida la
política, la muerte o la vida de las personas o lo que sea necesario para obtener
más audiencia que vender a los anunciantes o a los mismos políticos para ganar
elecciones, todo eso me parece abominable.
He conseguido pasar las
últimas semanas disfrutando de la compañía de personas que quiero, del sol y de
la playa, incluso del baño en el agua fresca y agradable del Atlántico. No he
seguido ni las payasadas políticas nacionales y mucho menos las del decadente imperio
norteamericano sumergido en las locuras de un presidente atrabiliario en medio
de unas elecciones cruciales. Ayer conseguí estar entretenido con la lectura de
prensa atrasada quince días en la que sobre todo me recreo en los artículos de
desconocidos y de los conocidos que respeto. Me acosté pasada la medianoche
tras ver a la maravillosa Candice Renoir resolver un par de casos en Sète y al
atractivo Varg Veum uno de los suyos en Bergen y sin saber que estaba pasando
en EEUU, esa nación paradójica como su nombre que primero con dos EE nos llama,
para luego asustarnos con sus UU finales.
Me he levantado tarde, casi a
las 9, y y ya no he podido sustraerme porque mi mujer que no comparte mi dieta
informativa tenía puesta la televisión, menos mal que en la 1 de TVE que
informaba sobre el mar de fango en que Trump ha transformado el recuento electoral
que según él no puede tener más resultado que su victoria y si no, como un niño
enrabietado, rompe las urnas, sinceramente a mí nunca me ha hecho gracia porque me recuerda en
los gestos a los dictadores más sanguinarios y ridículos, una mezcla de Stalin y Mussolini. Mientras desayunábamos he oído a Borrell, tras ser interrogado sobre las
consecuencias de estas elecciones dependiendo de quién sea el ganador, decir
prudente: “Los europeos tenemos que aprender a poner nuestro futuro en nuestras
manos” y al fin lo he visto claro, la respuesta a nuestros problemas actuales
no puede estar en el viento, como decía la canción, pero mucho menos en lo que
decidan los ciudadanos norteamericanos.
Me da igual el resultado que
salga, pues si gana Trump se seguirán agudizando las contradicciones del
sistema neoliberal con su falso proteccionismo en el que vivimos y que
empobrece a la mayoría de los seres humanos, de algo me sirve haber sido
marxista en mi juventud y haber estudiado a la inolvidable Marta Harnecker, pero si
el vencedor es Biden no será mucho mejor porque tratará de recuperar el
liderazgo clásico y “benevolente” de USA que tanto daño hace y tantas guerras ha provocado, la diferencia
será el número de años que nos queden para el gran desastre al que estamos abocados
por la rapacidad sin límites de los más
ricos que lo quieren todo y a lo más que llegan nos es a compartir sino a estimular
un crecimiento incesante que de margen para tener acumulado cada vez más y que
haya sobras para que sobrevivan los miles de millones de pobres.
No, no me gusta este mundo, ya
sé que soy un pequeñoburgués liberal que vive muy bien, pero no quiero acumular
riquezas que no podré disfrutar en la vida que me quede. Estoy dispuesto a
compartir para hacer posible un mundo donde todos los seres humanos hayan
nacido donde hayan nacido puedan vivir con dignidad y disfrutar de los placeres
terrenales que deseen sin hacer daño a nadie. Si, quiero un mundo de seres
humanos iguales y libres y como eso ya se ha intentado de diversas maneras sin conseguirlo y
provocando terribles sufrimientos a millones de seres humanos yo propongo a los
europeos que reforcemos la democracia en Europa y el llamado estado de
bienestar y con un sistema científico poderoso y un potente ejército propio, sin ellos ni China, ni Rusia, ni USA
te respetan, nos aprestemos a una pacífica larga guerra por una gobernanza
mundial donde haya sitio digno para todos.
2 comentarios:
Sin dudar: más Europa; pero hay que reconvertirla. Ardua tarea
Claro, todo debe ser mejorado. En la vida la meta solo señala el sentido de la marcha, pero nunca se alcanza.
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