Sé que debería entrar en el fango de la actualidad y escribir algún artículo sobre la reforma laboral, las tretas de los secesionistas, el lío de Ucrania, la superioridad moral de la derecha. el final del capitalismo, el triunfo socialista en Portugal, el insoportable hedor de la justicia, pero no me apetece nada estrujarme las meninges para ser diferente de otros muchos que ya han escrito y publicado sobre ello, así que sigo con mis recuerdos infantiles preñados de pasión por los viejos que tuve la suerte de disfrutar y que tanto me ayudan a intentar ser un viejo estupendo,,... por si os sigue interesando.
Las tardes del verano son siempre muy largas y en Alizné me
parecían mucho más, pues tras la comida
venía la siesta obligatoria, que tanto odiábamos los niños. Nadie nos obligaba
a dormir pero ningún ruido estaba
permitido hasta que los abuelos abrían la puerta de su dormitorio y comenzaban
a bajar las escaleras, aproximadamente a las cuatro y media de la tarde. Tras
la merienda muchos días había estudio y
repaso con la tía Nati, de lo que yo afortunadamente estaba exento y mientras
me dedicaba a leer sentado en una silla
baja en la esquina que ocupaba la librería y mi abuelo estaba enfrente en su
despacho haciendo sus cosas, ambos
teníamos buena luz porque en medio teníamos una ventana con los postigos
abiertos porque estaba orientada al sur. En el estante bajo de la librería
había dos colecciones de revistas ilustradas sobre la Segunda Guerra Mundial
publicadas mientras esta tenía lugar, una era de mi abuelo en blanco y negro,
favorable a los aliados y otra en color, SIGNAL, nazi total, era de su hija
Nati y me encantaba porque en ellas además de la parafernalia bélica, vi por
primera vez mujeres rubias en bikini, margarina, leche y huevo en polvo…y otras
invenciones alemanas, pero claro, “como hasta de pichones se harta el rey” yo
también me harté de ver semejantes maravillas, tanto que acabé reparando que en los estantes de arriba había muchos libros aparentemente iguales con
la bandera española en el lomo. Mi abuelo se percató de la situación y me dio
mi primer libro de mayores que recuerde, era TRAFALGAR de Benito Pérez Galdós y
yo tenía ocho o nueve años. Es la primera novela de los Episodios Nacionales y
al principio de ella Gabriel Araceli cuenta en primera persona sus andanzas
infantiles de niño de la calle en Cádiz, luego embarca como grumete para
participar en la batalla de Trafalgar en el otoño de1805. Mi identificación con
el personaje fue absoluta y mi deseo infantil de vivir aventuras era tal que no
podía dejar de leer las suyas y además cuando la acabé había más, otras nueve
novelas con el mismo protagonista viviendo los sucesos más destacados de la
Guerra de la Independencia hasta la
derrota de los franceses en la Batalla de los Arapiles que no nos hizo más
libres a los españoles pero que nutrió nuestro orgullo patrio. Acabada la
primera serie, continué leyendo las siguientes y reconozco que Galdós me ha
acompañado siempre, igual que El Quijote del que mi padre sabía párrafos
enteros.
Desde entonces establecí con mi abuelo Enrique una enorme
confianza intelectual, pues él me había descubierto un tesoro inagotable de
joyas literarias solo para mi entretenimiento, mientras que mi padre que
también me aconsejaba lecturas lo hacía con un carácter menos lúdico y más
educativo, por más que lo dulcificara comprando bellas versiones ilustradas.
Cuando en la puerta
de entrada había ya sombra podíamos salir a jugar un rato o nos organizaban
algún juego los mayores, o te podías alejar un poco de la casa siempre que
estuvieras atento para volver enseguida
si te llamaban. A la caída de la tarde mientras empezaba el rosario de la
abuela Juana, veíamos entrar algunos patos que venían de comer en la campiña y
pesadamente acuatizaban en el embalse para pasar la noche. Un día mi abuelo
estaba preparado con su escopeta y disparó; vimos caer herido uno de ellos,
salimos corriendo a buscarlo en una colina cercana, donde estaban unas peñas en
las que solíamos jugar, tanto que le habíamos dado nombre: CRISENJURA(acrónimo
de las primeras sílabas de los nombres de los cuatro niños descubridores) y por
allí aleteaba el pobre animal que nos costó sacar “dios y ayuda” de un matorral
pinchudo donde se había refugiado. Ufanos y contentos de nuestra hazaña
regresamos a la casa con la presa que al día siguiente nos guisaron y comimos,
aunque me gustó menos que los pollos camperos o conejos que nos ponían de vez
en cuando.
Él me enseñó a montar bien a caballo y a dominarlo sólo con
una mano para sujetar las riendas, que para ello debían estar cortas pues de
esa forma bastaba con un pequeño movimiento, mientras que la sujeción del
cuerpo correspondía a las piernas, supongo que para dejar libre la otra mano
con el fin de portar el arma que todo
caballero debe llevar en la caballería andante.
8 comentarios:
Inolvidable CRISENJURA, Cristóbal, Enrique, Juan y Rafael, menudas aventuras
Descubrir la ciudad fortaleza de CrisEnJuRa fue realmente maravilloso y visitarla periódicamente montados en nuestros caballos imaginarios era la felicidad.
Maravillosos recuerdos!!
Era un lugar mágico que nos permitía soñar. Ahora está descubierta pero quedó sumergida tras la ampliación del embalse
Lo fue porque podíamos soñar lo que quisiéramos.
Así es
Juan María
Me encantan tus Blogs.
Me gustaría contactar contigo, pero no localizo ni tu correo, ni tu teléfono.
El mío: corbalan@um.es
Un abrazo. GRACIAS POR TUS POSTS
Javier Corbalán
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