Hace tiempo que no leía poesía,
en parte porque no tiene uno el cuerpo para la lírica, porque no creo que sea
por falta de ocasión en este año, casi, de pandemia que me ha permitido leer
mucho, la mayoría de los libros en
formato digital porque resulta difícil
encontrar el libro que te apetece en el
marasmo caótico que forma la colección
que tengo distribuida por ocho habitaciones y que han sobrevivido a ocho
mudanzas, tanto que llevo tiempo indexando con la ayuda de “mylibrary”, una
aplicación gratuita pero que pide donaciones y que he instalado en el móvil
porque facilita mucho la toma de datos
sobre todo si los libros tienen ISBN y mucho mejor aún si tienen el código de
barras que ya suele estar bien visible en la contraportada de todos los libros editados profesionalmente. Claro que con los libros anteriores a 1970 hay que trabajar más escribiendo todo a
dedo y tengo muchos de esos provenientes
de las bibliotecas familiares. Total que llevo muchas horas dedicadas y todavía
no he hecho ni la mitad de la tarea pero empieza a gustarme saber lo que tengo
y dónde se encuentra que es lo más importante.
Limpiando y ordenando los
libros de arte o antiguos o bien editados
que están en las estanterías del salón he tropezado con un tomo de tamaño mediano de 250 páginas,
primorosamente editado en rústica en Málaga en 2004 con un contenido
excepcional pues se trata del número 217 de la revista Litoral que fundada en
1926 por los poetas Emilio Prados y Manuel Altolaguirre y dedicada al arte y la
literatura ha sobrevivido a la guerra civil, al exilio, a la dictadura, a la
ignorancia y lo que es peor, al desprecio a la cultura. Pues bien, su contenido
es arte y literatura dedicada al deporte y rebosa cosas buenas que merecen que
nos demoremos a contemplar y degustar: mucho arte, mucha prosa y mucha poesía
como la “Elegía al guardameta” escrita por Miguel Hernández en 1932 que incluye
esta sublime estrofa: ”Ante tu puerta se formó un tumulto/ de breves
pantalones/ donde bailan los príapos su bulto/ sin otros eslabones/ que los de
sus esclavas relaciones”, o esta otra de “El salto” de Gerardo Diego(1943):
”Te he visto tan oceánica,/ tan verde de transparencia/ que me tienes en el
borde, sostenido de alas trémulas,/ pensando en el alto salto/ que me arroje,
hecho una flecha,/ a romper cristales vírgenes,/ de bruces por tu conciencia”.
Cuando tras un buen rato iba a
dejarlo en su sitio bien arropado entre la nutrida correspondencia de
Juan Valera y la enciclopedia breve de la música de Joaquín Turina, reparé que
perfectamente encajado en la solapa de la contraportada estaba perdido un
cuaderno extra, el décimo séptimo número de una publicación titulada “El agua en la boca”, dedicada a la
entonces joven poeta malagueña María
Eloy García(1972), cuyos poemas
dedicados al mundo de las grandes superficies comerciales me dejó muy
impresionado como este inicio de “La cajera Muriel”: “estoy pensando en la
cajera sedente/ ella es lo verdadero de la sincronía del mundo/ con su
rayo láser ávido de códigos/ me murmura complacida las ofertas…” ,María sigue hoy siendo tan buena poeta y
destacan sus videos en internet glosando en verso la vida cotidiana sin
artificios, son otros tiempos para todo pero no puedo remediarlo, me recuerda
su lírica, en otro estilo, la belleza de Jorge Manrique cuando empieza sus
Coplas con: “Recuerde el alma dormida,/ avive el seso y despierte/
contemplando/ cómo se pasa la vida,/ cómo se viene la muerte/ tan callando;…” ,o
la hondura infinita de Juan de la Cruz cuando expresa la pasión de su alma: “En
una noche obscura,/ con ansias, en amores inflamada,/ ¡oh dichosa ventura¡,/
salí sin ser notada,/ estando ya mi casa sosegada.”, o la frescura de
Góngora en su deliciosa letrilla “Ándeme yo caliente/ y ríase la gente./
Traten otros del gobierno/ del mundo y
sus monarquías,/ mientras gobiernan mis días/ mantequillas y pan tierno,/ y las
mañanas de Invierno/ naranjada y aguardiente,/ y… ríase la gente”, o el
desgarro de Hannah Arendt en su estremecedor poema “Consuelo”: “Vendrá la
hora/ en que las viejas heridas/ tanto tiempo olvidadas,/ amenacen con
abrirse./ Vendrá el día/ en que ningún balance/ de la vida, del dolor,/
contará./ Transcurren las horas./ Pasan los días./ un logro queda:/ simplemente
estar viva.” , o la filosofía vital de Miguel Ángel Cañero en su poema SER PARA SER: ”Y no vives porque estás,/
vives para ser,/ ese ser que quieres ser,/ ser luz del amanecer,/ ser camino de
la luz,/ ser la verdad del camino,/ ser amante de la verdad./ ser siempre y no
parecer.” , o la genial y desconcertante desnudez ortográfica de Pablo
García Casado(1972) en su poema NÚMERO TRECE: “te despiertas miras la
hora vas a la cocina/ bebes agua te quedas sentada escuchando/ el motor del
frigorífico por el patio interior// los hijo de la vecina juegan a destrozarse/
los oídos estás sola y te acude una inquietud/ propia de domingos con resaca un
nerviosismo// de condones rotos”.
Los mayores nos estamos
quedando muy solos por la cantidad de seres queridos que estamos perdiendo
antes de tiempo y no estoy seguro si la poesía es un lujo o un arma cargada de
futuro como decía el poema de Gabriel
Celaya que tan bien nos cantaba Paco Ibáñez hace medio siglo: ”
Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan/ decir que somos quien
somos,/ nuestros cantares no pueden ser si pecado un adorno./ Estamos tocando
el fondo./ Maldigo la poesía concebida como un lujo/ cultural por los
neutrales/ que, lavándose las manos, se desentienden y evaden./ Maldigo la
poesía de quien no toma partido hasta mancharse”, por eso algunas veces un
poema es necesario para animarnos a tomar lo que es nuestro a GALOPE como
brillantemente y con las reiteraciones necesarias escribió Alberti: “ Las
tierras, las tierras, las tierras de España,/ las grandes, las solas, desiertas
llanuras./ Galopa, caballo cuatralbo/ jinete del pueblo,/ al sol y a la luna.//¡A
galopar,/ a galopar,/ hasta enterrarlos en el mar¡”
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